Opinión

Ventana a la naturaleza

Emiliano Valero Arribas | Sábado, 21 de Junio del 2025
{{Imagen.Descripcion}}

A veces hay que pararse a mirar por el simple afán de hacerlo, pero mirar de verdad, observando y entendiendo, sumergiéndote en el momento. Hay que dejar atrás las prisas y permitirte abrir los sentidos sin tener en cuenta al reloj. Se puede hacer un hueco en el tiempo, no hace falta que ese rato sea eterno.

Declina la primavera astronómica mientras que el verano meteorológico lleva con nosotros tres semanas. 

La dehesa escribe su historia cada estación, cada día, cada instante... Hoy el sol calienta con rigores de pleno estío, abrasando todo cuanto alcanza con su aliento de fuego. Los pastos se han agostado en un instante, pero aún queda en la memoria la imagen de su verde intenso de hace días. El paisaje es el mismo con sus colores cambiados. Aunque algunas veces no nos percatamos, algunos de sus habitantes tampoco son los mismos de hace poco tiempo. Unos han huido del calor viajando hacia el norte hasta que la llamada del frío nos los devuelva. Otros han llegado para acompañarnos en estos meses cálidos en los cuales se empeñarán en agrandar sus familias. Muchos de ellos están en plena crianza de sus futuros congéneres. La dehesa se convierte en colegio y guardería en estos días de junio. Es fundamental no faltar a las clases si se quiere sobrevivir en un ambiente tan libre como hostil. 

Apenas llevo parado cinco minutos bajo la sombra que proyecta una imponente encina junto a la pista, pero es el suficiente para darme cuenta de que un nutrido grupo de rabilargos no se alegran de mi presencia. Son unos vecinos escandalosos cuando algo o alguien les molesta. Gritan, revolotean entre el dosel arbóreo y poco a poco van formando un bando numeroso. Parecen hacer piña para tratar de echarme. No debe andar muy lejos el nido.

En la parte más domesticada de la dehesa se vive un momento curioso. Un gato se acicala junto al tinado mientras una golondrina lo mira desde ese prodigio de la arquitectura natural que es su nido. Pese a que no va con ella, la golondrina siente la amenaza del felino, abre sus alas y se descuelga del nido repetidamente lanzándose contra el sorprendido gato. Apenas puede seguir lavándose ante los repetidos ataques que, además, van acompañados de su insistente y cansino parloteo. Finalmente el gato huye en busca de un lugar tranquilo. Irremediablemente la escena me provoca una sonrisa.

Como decía, la dehesa escribe su historia a cada momento. Los protagonistas, sus habitantes entre los que estamos los humanos, se encargan de ello.

ob.imagen.Descripcion
ob.imagen.Descripcion
269 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

En esta misma categoría...

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}