Opinión

Eco. “Vamos allí y les voceamos a las brujas…”

Salvador Jiménez Ramírez | Lunes, 15 de Septiembre del 2025
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Éramos críos “danzantes”…; “danzantes” de los tiempos del hambre, que buscábamos y saqueábamos nidos para que nuestras madres hicieran frituras y así paliar las carencias de vitaminas, proteínas, minerales…, de unos cuerpos canijos, escuchimizados…; cuando el vecindario vivía en la ambivalencia de la fe, con la “sentencia” evangélica del Cesar y de Dios… En nuestras correrías, zascandileando, tropezando y cayendo por sitios de olvidadas “memorias”, también buscábamos “ecos” de nuestras “almas” recién “llegadas”, en paredones de corralones, en los derrumbados “Molinos de la Pólvora” y en peñoneras. Allí, a veces, como si fueran altares de culto, ensayábamos con nuestro vocerío, “poetizando” con nuestra imaginación inocente, simple…, y nuestros oídos “encantados”, creyendo  que aquellos tonos e intensidades sónicas “rebotadas” —no escuchadas cuando la distancia no era la apropiada—eran cosa de seres de otro mundo o de las brujas… Nadie nos explicaba que aquella “tornavoz” se denominaba ECO, por la repetición del sonido al reflejarse la onda sonora en aquellos roquedales y parapetos. Para que hubiera ECO, en el caso de sonidos de corta duración, el cuerpo o pantalla reflectores debían de estar a más de 17 metros del elemento emisor. De lo contrario, la persistencia del sonido emitido (EUS) en el oído, por lo menos una décima de segundo, no permitía percibir el fenómeno, ya que este es el tiempo que tarda en recorrer el sonido 34 metros. Para un sonido articulado (EUS), la distancia a que se halle el obstáculo ha de ser al menos de 34 metros, puesto que no se puede oír distintamente más de cinco sílabas por segundo.

Pero la palabra ECO, también tiene sus “raíces” en un “universo” enigmático y mitológico, “inundado” de personajes imaginarios, quiméricos…, poseídos por arrebatos de bondades e imperfecciones como los humanos;  en este caso los de  la mitología griega: ECO era el nombre de una hija de la Tierra y del Aire. Además tenía la condición de ninfa de los bosques y de las fuentes. Pero Eco era muy parlanchina, empecinada, cabezota, ladina…, y la poderosa diosa Hera, hija de Cronos y Rea, la castigó tan severamente que la convirtió en una piedra, previniéndole: “Sólo podrás decir la última palabra pero nunca la primera”. En diversas variantes literarias la ninfa Eco, en una partida de caza en un montizal, (¡esque lo cinegético!) aparece entontecida con el guaperas de  Narciso, hijo del río Cefiso y de la ninfa Liríope, que sólo se quería así mismo… Pero a Liríope, la madre del guapote, no le agradaba la relación y preparó un una ponzoña que pisó Eco, quedando condenada a repetir la última palabra… Eco se desespera al no poder expresar su amor a Narciso, que la rechazaba, y se fue desvaneciendo, quedando sólo su voz… Narciso se convertiría en flor…

En otro apartado de la mitología griega, Eco, Ninfa de la familia de las Oreidas, hija de un mortal y de una Ninfa, cuando huía de dioses y de hombres, se topó con Pan dios de los pastores, que tonteaba con la Ninfa Pitis, pero se chifló por Eco nada más verla. Pan que no tenía nada que hacer con Eco, se puso rabioso y descargó toda su furia contra los pastores del lugar, que se abalanzaron sobre Eco descuartizándola, dispersado los restos por varios lugares…, pero la “Gran Madre Tierra” los recogió y embalsamó… También se contaba, en la antigüedad, que Eco fue castigada por la diosa Hera, al chismorrear de las infidelidades de su esposo Zeus; enajenándola del habla primero y de repetir sólo las sílabas últimas de las voces que escuchara… Eco al final murió de amor por Narciso y Narciso se hizo  flor…

                                                                                  X

Hoy, en algunos de aquellos parajes que fueron testigos de las fantasías de nuestra infancia…; cuando el ECO de nuestra torpe lexía, era cosa confusa, milagrosa o embrujada, que se producía sin razón, hoy, el ECO o la tornavoz que “rebota” es de una algarabía tremendamente perturbadora…; es el reino perecedero de la razón y, tal vez, de la brevedad de la vida…     

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