“Y así, una mañana otoñal, de esas que
penetran como pequeños versos difuminados y melancólicos, nos despidió Esther”
El día 22 de septiembre se cumple el primer
aniversario del fallecimiento de nuestra estimada maestra y poeta, Esther de
Paz. Tan querida, recordada y homenajeada como realmente se lo mereció, tanto
en vida, como después de atravesar esa frontera invisible que nos conduce hacia
la eternidad.
Esther de Paz nació en Antoñanes del
Páramo, un pueblo de la provincia de León. Vino al mundo un día nevado del mes
de noviembre mientras sonaban desde lejos los cañones, las sirenas y los
bombardeos en las trincheras. Tal y como cuenta en su libro titulado Aquella
infancia feliz:“ Mi padre es reclamado al frente. Mi madre, ayudada por la
señora Serafina, alumbra una criatura que tal vez no llegue a conocer a su
padre…”
De manera premonitoria, vino al
mundo en la casa de la escuela, como si aquel entorno ya estuviera anticipando
la que sería su verdadera vocación. Allí transcurrieron los primeros diez años
de su infancia, hasta que, por motivos laborales, la familia se trasladó a
Tomelloso.
Tuvo la grandiosa suerte de nacer en
un entorno donde se respiraba “la enseñanza”, ya que sus padres, doña Rafaela y
don Manuel, eran maestros con un espíritu muy adelantado a su tiempo. En
aquellos años de la postguerra, transmitieron a sus hijas la convicción de que
tenían que formarse profesionalmente y ser independientes.
Esther de Paz ha dejado huella por
donde ha pasado tanto en sus queridas tierras leonesas, donde nació, como en
Tomelloso, Salamanca, Ossa de Montiel y Sevilla. Comenzó a escribir hace ya más
de tres décadas. Tiene más de cinco libros publicados, entre ellos Aquella infancia feliz, Desde el
recuerdo (1990), Hojas de agua y fuego (2000), libro colectivo en el
que participó junto a sus compañeros de grupo poético en Sevilla, Versos de
juguete (2007) y Jardín de soledad y otros poemas (2021).
Según me cuenta su hermana Rosa en una entrevista:
“Era una apasionada por los libros y la música. Desde bien pequeñita ya
destacaba y embelesaba a toda la familia con su personalidad de líder y tan
arrolladora.
“Su vida estuvo marcada por tres escenarios vitales:
la infancia luminosa en León, la madurez entre luces y sombras en Tomelloso, y
el reconocimiento personal y artístico en Sevilla. En todas esas etapas, la
poesía y la enseñanza fueron hilos conductores”.
Indudablemente, Esther destacó como maestra en las
diferentes escuelas de primaria en Tomelloso, donde ejerció su trabajo y estuvo
como directora, en el colegio Topete y Embajadores. Su trayectoria en la
educación fue muy fructífera, no solo en Tomelloso sino también en Sevilla
donde se consolidó profesionalmente y como poeta.
Destacaba por su entusiasmo y la gran energía que
contagiaba a los demás. Fue una mujer increíble, siempre ávida de conocimiento.
Todo le parecía poco para ponerlo al servicio de los demás. Incluso llegó a
escribir un libro de poemas dedicados a su alumnado con dibujos realizados por
ellos mismos.
Sin embargo, su vida no fue un camino de rosas sino de
luces y sombras. Su vida tuvo algunas espinas y vicisitudes que
paradójicamente, le ayudaron a madurar. Es precisamente, ante las adversidades
cuando el ser humano crece y forja su personalidad poniéndola al fuego del
crisol que lo va embelleciendo y haciendo evolucionar.
La muerte de su marido Miguel, fue un varapalo para
Esther. Tras enviudar a la edad de 44 años y con cinco hijos, comenzó a retomar
la escritura como un refugio. Su vocación poética la inició durante su
adolescencia aunque nunca se atrevió a compartirla, ni siquiera con sus
hermanas. Sin embargo, más adelante, la poesía terminaría por convertirse en su
gran aliada para superar muchos obstáculos familiares.
Durante su última etapa como maestra, se trasladó a
Sevilla por motivos familiares puesto que algunos de sus hijos querían estudiar
medicina. Fue en esta ciudad donde se consagró como poeta, demostrando su
talento y compartiendo actividades de tipo cultural, asistiendo a tertulias,
recitales y haciendo publicaciones que le dieron un gran impulso.
Participó activamente en asociaciones solidarias como Haciendo
Surco hasta poco antes de morir, el pasado año 2024. De hecho, el último
recital de la Palabra y la Música se celebró post mortem ya que Esther falleció
unos días antes. Realmente la poesía y el talento brotaban por sus venas, tal y
como lo demostró en sus recitales y veladas poéticas.
Una servidora también tuvo la dicha de conocerla y
participar con ella en algún recital. Era una auténtica delicia escucharla
declamar como una trovadora sus hermosos poemas. Su voz denotaba su
personalidad y carácter leonés.
Mantengo en mi memoria, como un tesoro, el último
homenaje que con tanto cariño se le preparó desde la Asociación de la Media
Fanega, a la que también perteneció. Fue casi providencial, ya que ¿quién se
iba a imaginar que en el mes de septiembre, de ese mismo año, nuestra querida
Esther partiría a la otra orilla del río, ¿quizá el Guadalquivir?.
En aquella tarde, de un mes de mayo, todos los
miembros de la asociación le dedicamos unas palabras, recitando algunos de sus
poemas. Esther tenía una memoria privilegiada, recordaba todos sus poemas y
terminaba recitándolos.
Era una enamorada de todas las artes, no sólo de la poesía, también amaba la pintura, la música, el teatro y sentía una especial admiración por uno de los poetas más apasionados que ha dado a luz la literatura española, el insigne Federico García Lorca. Llegó a escribir un poema a Lorca que le envió a su propia hermana, Isabel, y lo llegó a publicar en un libro. Para Esther fue un gran honor cumplir este sueño.
Para finalizar, me gustaría incluir este maravilloso poema que dedicó al gran poeta Lorca y que sirvió de cierre para poner el broche final al último evento de la Palabra y la Música que se celebró en el Auditorio Antonio López Torres, con la asociación Haciendo Surco.
Seguramente que seguirá derrochando maestría,
profesionalidad y poesía surcando el firmamento y en compañía de sus poetas
favoritos y todos sus seres queridos. Gracias por haber formado parte de la
historia de quienes te hemos admirado.
A
FEDERICO GARCÍA LORCA
El alba acuna un silencio
presagio de mil tragedias;
rosas de sangre brotaron
sobre sueños y promesas.
Por el camino del viento
lleva la rima una pena;
a su amante le han clavado
dentelladas de soberbia.
Por el camino del viento
lloran, lloran los poemas
van buscando a su maestro
por un sendero de estrellas.
¿Dónde fuiste Federico
con tu fría muerte a cuestas?
¿Fuiste a buscar la luna
por solitarias veredas?
¿Acaso tu alma de niño
que se quedó en la placeta?
¿Buscas anillos de plomo
que los lagartos perdieran,
o a Gitanilla preciosa
que el aire asusta y desvela?
¿Tal vez a la Seguirilla,
aquella niña morena,
o a la alegría perdida
de la triste Petenera?
Ve a la fragua, Federico,
que allí la luna te espera
con el niño entre los
brazos
para llevarte con ella.
Te está aguardando el Amargo,
Soledad la Petenera
que entre zorongos gitanos
sepulta la pena negra.
Por la veredita verde,
olivo, mirto y estrellas
van cabalgando: jinete
luna, niño y el poeta.
En el cielo abre la rosa
pétalos de fina seda,
trae Federico en el alma
aromas de hierbabuena.
Canta la mar en la playa,
la zumaya en la arboleda
y el galán que va a Granada
de Lorca entona un poema:
“Cuando yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera
entre los naranjos
y la hierbabuena.”
Esther
de Paz - junio 1998
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Lunes, 22 de Septiembre del 2025
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