Opinión

Un mundo sin calor de hogar; es como un cuerpo sin alma

Víctor Corcoba Herrero | Domingo, 5 de Octubre del 2025
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“Será saludable iniciar la transformación de los ánimos, las mentes y las estructuras hacia un nuevo modelo de desarrollo que prepare un mañana más sistémico e integral para todos”.

Detesto este entorno que globalmente se funde y se confunde, que no respeta su propio latido natural y se encierra en sí mismo, que tampoco comparte nada y que todo lo aglutina para sí. Sean pueblos o ciudades, la pertenencia ha de ser inclusiva y el vocablo a utilizar, un abecedario de cariño entre sus moradores. Juntos es como nos rehacemos, ofreciendo lumbre de parentela y esperanza. Repruebo totalmente la compraventa absurda de sueños, el interés mundano, que lo único que genera es inestabilidad y absurdas contiendas. Las diversas poblaciones, han de generar espacios de concordia, sostenibles y cohesionadas; no es suficiente con dar ayuda de emergencia, se trata de ofrecer abrazos resolutorios que beneficien tanto a quienes llegan como a las comunidades que los reciben.

El objetivo es sentirse genealogía para estar próximos con el prójimo y, bajo esta cercanía, es como se planifican espacios integradores, garantizando moradas dignas y servicios esenciales para no alimentar más barrios marginales, respetando la identidad de cada cual y la solidaridad global. Lo que no es de recibo, es la pasividad a la hora de abordar las múltiples crisis que nos afectan, incluidos el clima y los conflictos, que contribuyen a la desigualdad. Esto me hace pensar en tantas gentes migrantes, que en vez de hallar ese cobijo acogedor, más bien se tropiezan con infinidad de aprietos y desavenencias que se alzan como un lobo contra ellos. Ojalá aprendamos a querernos, eliminando de nosotros aquello que nos lo impide.

Un hábitat con entrañas, siempre tiene algún rincón donde uno es esperado. Por desgracia, la inhumanidad del momento es tan fuerte que hay grupos que se mueven sin nervio, con un latir empedrado de difícil curación, sino aprendemos a reprendernos. La desesperanza e inseguridad, el rápido cambio social y los riesgos de violencia, unido a los problemas que afecten a la salud física, factores y experiencias personales, la interacción social, valores culturales y experiencias hogareñas, también las escolares y laborales, son algunos de los muchos componentes que afectan a la salud mental. Por ello, será saludable iniciar la transformación de los ánimos, las mentes y las estructuras hacia un nuevo modelo de desarrollo que prepare un mañana más sistémico e integral para todos.

Desde luego, a mi juicio es crucial avivar la corresponsabilidad y el protagonismo de las estirpes en todos los espacios, promoviendo su valiosa contribución a la comunidad, con su aporte de cátedras vivientes y usanzas para el bien colectivo. Nunca olvidemos que la persona feliz, es aquella que sea lo que sea, encuentra paz en su nido. Vivir, no meramente requiere desvivirse por vivir, también pide descanso y hospitalidad. Por tanto, en este confuso medio en el que nos movemos, ya sea con los demás o incluso con la naturaleza, se necesita rehacerse uno como huésped y caminante, tanto para acoger a los demás como para recogerse y dejarse amparar. Ciertamente, tenemos mucho que recibir y no sólo que dar, lo importante es estar en guardia con la vida y dejarnos sorprender por ella.

Nuestro horizonte humanístico es vinculante al ambiente natural, raíz de la visión contemplativa y tronco común de fortaleza, ante un porvenir incierto, que requiere de individuos con corazón y sin coraza, para transfigurar los lugares en motores de oportunidad. Sea como fuere, precisamos salir de este orbe tentador a más no poder, que únicamente sabe navegar por la superficie y no mar adentro, vivir corriendo sin saber para qué, convirtiéndonos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes del poder de un mercado sin escrúpulos, al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, sino el dominio y la dominación. Sin duda, florecemos con el calor de hogar; allí nos advertimos, hallándonos y aprendiendo a cautivarnos, para considerarnos del universo su óptimo verso. 

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