Opinión

¿Atenas de La Mancha o planta de biometano?

José Diaz Toribio | Jueves, 23 de Octubre del 2025
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Definir bien lo que se quiere ser es necesario para alinear las decisiones a tomar con el futuro al que se aspira. Ser la “Atenas de la Mancha” es incompatible con albergar una planta de biometano. Convertirse en la “Toscana del sur de Castilla” también lo es. Construir un destino turístico cimentado en la excelencia y en la calidad obliga a preservar con mimo el principal recurso de que disponemos para ello: la limpieza (y ello incluye los aromas) de nuestros campos, la higiene de nuestros suelos y tierras, la belleza de nuestros parajes.

Seamos coherentes con nuestros objetivos. No solo hablamos de economía, que lo haremos. Tomelloso se ha decantado en la última década por mejorar el nivel de su cultura, por la convivencia, por ornar sus espacios urbanos y su territorio, por el deporte, por la vida sana, por el cuidado del medio ambiente, en definitiva, por elevar su grado de civilización y modernidad. Y todo esto por lo que se ha apostado sí que es coherente con esa estrategia de ciudad que todavía está en marcha. Una planta de biometano significa contrariar y perjudicar ese proyecto. Es decir que se desea algo y hacer exactamente lo contrario. Esta contradicción tiene un alto precio en términos de imagen y de su optimización, en definitiva, un alto coste económico.

Los principales argumentos contra la instalación de una planta de biometano en nuestro término municipal nos los proporcionan sus partidarios. Se asegura que estará alejada del núcleo urbano, a quince kilómetros. Al dar publicidad a esta salvaguarda se está reconociendo que esta instalación ocasiona efectos negativos por sí misma, si fuera inofensiva se podría ubicar junto a una guardería. Entonces, como no se puede reconocer que sería inocua se contrarresta con el asunto de la distancia. Pero, claro, serían quince kilómetros del centro de Tomelloso, pero siete del Santuario de Nuestra Virgen de las Viñas, dos o tres de la Carrasca de la Sandalia, únicamente unos metros de viñedos, quinterías, bombos, que son espacios tan tomelloseros como la calle D. Víctor. La obligación de nuestra administración local es proteger todo el suelo (y subsuelo) de su término municipal, no propiciar la conversión de una parte del mismo en un puerto franco para la contaminación, la hediondez y el mal gusto.

Cuando se anunció el proyecto se explicaron sus beneficios económicos. Al ser la especialidad de nuestro alcalde las matemáticas, se pensó que a cien mil euros y veinte puestos de trabajo le seguiría una multiplicación por diez elevado a cierta potencia. No es así, son unos simples cien mil euros y veinte puestos de trabajo. Nada más, para una población de más de treinta y seis mil habitantes, un productor interior bruto de más de ochocientos millones de euros y un presupuesto municipal de treinta y cuatro millones de euros.  ¿La contraprestación que pagamos?: poner la primera piedra para demoler ese proyecto de mejoramiento de nuestra ciudad que aún lucha por una economía inteligente, un entorno bello, un aire sin pestilencia y un saber estar en el siglo veintiuno.

Aunque tal vez esta interpretación no sea la correcta, al menos que se consulte a los tomelloseros y tomelloseras sobre esta importante cuestión que afectará más de lo que parece a sus vidas. 

José Diaz Toribio

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Muy bueno José. Estoy contigo. Ya se consultó la remodelación de la Plaza. ¿ por que no este asunto?

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