Cuando hablamos de clima y
seguridad en el trabajo, es el calor extremo el que se lleva la atención. Sin
embargo, tormentas intensas, lluvias torrenciales (DANAs), vientos huracanados,
nevadas e inundaciones protagonizan cada vez más titulares… y accidentes
laborales. En la construcción, la agricultura, el transporte o la logística, un
cielo encapotado puede convertirse en un peligro tan grave como un sol
abrasador.
Imagina una obra a cielo abierto:
tras un par de horas de lluvia fuerte, el terreno se convierte en un lodazal
que resbala bajo los pies; los andamios se vuelven traicioneros, los cables
eléctricos flotan en charcos y la visibilidad se reduce a la mínima expresión.
En el transporte de mercancías, un chaparrón repentino puede provocar
aquaplaning y choques; en el campo, ráfagas de viento arrancan ramas que caen
sobre operarios; en los puertos y almacenes, la mercancía y los equipos de
manipulación quedan expuestos a corrientes de agua que arrastran contaminantes.
¿Por qué importa hoy? El
calentamiento global no solo suma grados al termómetro: incrementa la
frecuencia y la virulencia de tormentas e inundaciones. Según las previsiones
meteorológicas, los episodios de DANAs se han duplicado en la última década, y
los vientos extremos superan ya con más frecuencia los umbrales de seguridad en
obras y cultivos. Ante este desafío, el derecho de las personas trabajadoras a
un ambiente seguro (Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales) exige
adaptar planes y protocolos para no dejar que el próximo accidente sea culpa
del cielo… y de la falta de previsión.
Por todo ello, desde UGT
Castilla-La Mancha subrayamos la necesidad de:
Detectar los riesgos. Toda
evaluación de riesgos debe incorporar ahora fenómenos extremos: posibles
deslizamientos, caída de objetos, golpes de rayo, contactos eléctricos o
atrapamientos por derrumbes.
Atender las alertas. La Agencia
Estatal de Meteorología (AEMET) emite avisos en niveles naranja o rojo: son
señales para suspender o reajustar tareas al aire libre.
Actualizar a tiempo real. Revisar
la planificación antes, durante y después de episodios de tormenta o crecida de
ríos, incluyendo amenazas secundarias (agua contaminada, cortes estructurales).
Planificar turnos y rotaciones.
Adelantar o retrasar el inicio de la jornada según el pronóstico; privilegiar
las horas de menor inestabilidad.
Prohibir tareas peligrosas. El
Real Decreto ley 4/2023, de 11 de mayo que modifica el Real Decreto 486/1997
obliga a prohibir o limitar trabajos cuando las condiciones meteorológicas
superen los límites seguros (viento, lluvia intensa, visibilidad nula).
Comunicar antes de actuar.
Informar con antelación sobre alertas activas y rutas de evacuación. Un sistema
de avisos (móvil, megafonía interna) puede marcar la diferencia entre una
evacuación ordenada y el caos.
Ropa e impermeables de alta
visibilidad, con membranas transpirables que protejan frente a la lluvia y el
frío. Calzado antideslizante y aislante, esencial sobre suelos mojados o
helados. Cascos y gafas protectoras, imprescindibles frente a granizo, ramas o
polvo arrastrado por el viento. Arneses y líneas de vida, incluso en
condiciones meteorológicas adversas, para cualquier trabajo en altura.
Además, todo centro de trabajo
debe integrar estos nuevos riesgos en su Plan de Autoprotección. Rutas de
escape libres de obstáculos, puntos de encuentro fuera de zonas inundables y
simulacros específicos refuerzan la confianza y la rapidez de respuesta.
Además, es clave la coordinación con los servicios de emergencia locales
(Protección Civil, bomberos, policía), para garantizar rescates seguros si la
situación se agrava.
La experiencia demuestra que sólo
anticipando y organizando se reduce la siniestralidad. Las empresas tienen la
obligación legal de adaptar el trabajo al clima, pero hace falta el impulso
sindical y la participación activa de los trabajadores. Formular protocolos
claros, negociar ajustes de jornada en convenio y exigir formaciones prácticas
sobre autoprotección son pasos imprescindibles.
El cambio climático está transformando no sólo el paisaje, sino también la propia naturaleza del riesgo laboral. Frente a fenómenos extremos, el sol no es el único enemigo: el cielo tormentoso reclama nuestra atención y nuestras medidas de prevención. Porque, a fin de cuentas, trabajar bajo la tormenta no debería significar jugarse la vida
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Viernes, 24 de Octubre del 2025
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