En la coexistencia con el
colectivo de nuestro mundo, de vez en cuando los recuerdos trepan por la
pendiente de nuestra mente y se acentúa un estado de existir y vivir, aflorando
los recuerdos y las impresiones, como sumas inciertas alegres y tristes, como
viviendo profundamente, el conocimiento emotivo de nuestra existencia.
De mis
años de adolescente, recuerdo muchas de aquellas “traslaciones” de
padecimiento, por los parajes de la cuenca Altoguadianera… Lleno de
pensamientos contradictorios, solía acompañar a mis padres en aquellas
singladuras audaces de las faenas del campo. En el vasto sistema de caminos,
veredas y sendas, había un sendero que discurría a media ladera del monte que,
partiendo del camino que bordea la laguna “La Colgada”, (en la antigüedad Ruta
de Berones), en los aledaños del sitio
“Mata de Las Palomas”, casi rozaba los cimientos de una reducida construcción,
la que según información verbal de
personas de avanzada edad del lugar, era
una antigua “Mierera”; contemporánea de la renombrada “Miererilla”, próxima al
vecindario de Ruidera; de las que había en el territorio de la finca “La
Mierera”, “El Cabalgaor” y otras muchas de la zona, donde un matrimonio, él
apodado “Hermano Palitroques” y ella la “Hermana Risca”, con dos hijos,
obtenían gran cantidad de aceite de enebro o Miera, para combatir las epidemias
de sarna de los ganados y también de las personas. En un documento sobre villas
del Campo de Montiel, de 1773, que el escritor fabulista y soñador Carlos
Villar Esparza, antes de fallecer en 2014, nos envió, transcrito por él,
consta: “… Al desagüe de la izquierda de la laguna Burrocosa hay un sitio de
molino a la derecha y como mirando al norte y a la cabeza de la laguna de la
Colgada hay una casa propia de la expresada Encomienda que llaman de los
Pescadores. Mirando a poniente, en un valle y a media legua de la antedicha
casa, hay otra llamada la Salcedilla, (hoy Casa de Las Hazadillas)… (…).
Enfrente de la Casa de la Salcedilla, ya aquí citada, como mirando al poniente, hay un horno para fabricar el
aceite de enebro llamado miera y se nomina el de Agives…”.
La porteaban con animales de tiro y carga y la
mercadeaban con arrieros que trapicheaban con el producto, en Extremadura,
Andalucía, Portugal y hasta a “Las Américas la embarcaban; principalmente a
Argentina, donde la Dirección General Ganadera era muy severa con aquella perturbación
cutánea, obligando a todo propietario que tuviera su ganado atacado de sarna, a
comunicarlo al inspector más cercano. El Reglamento de Julio de 1904-1905,
establecía la prohibición del movimiento, acarreo y transporte de ganado ovino
y caprino atacado de sarna… En la antigüedad, ya se mencionaba la sarna… Séneca
en su “De la brevedad de la vida”; en el capítulo: “LA INAMOVILIDAD DEL SABIO”,
relata: “… Esto es como si uno hiciera burla de los lunares y las verrugas de
un cuerpo muy hermoso, mientras a él le comiera una repugnante sarna…”. La
sarna era una afección contagiosa, parasitaria de la piel ocasionada, por el
sarcoptes escabieri (varietas ovis) que, primero invadía el lomo del animal,
cruz y costados y si no se trataba con prontitud y celeridad, invadía todo el
cuerpo, depositando los huevos, la hembra del “Arador”, en los surcos cutáneos.
Entonces se combatía con baños sarnífugos de fenol, arsénico, cal, azufre,
tabaco y otras substancias, siendo la unción de Miera una de las más efectivas
en aquellos tiempos… Nuestro buen amigo Rafael Mora Alcázar, juez de Paz de
Ossa de Montiel, al solicitarle datos al respecto, y coincidiendo con el paso
por Ruidera de ganados trashumantes, nos documentaba: que el día doce de Enero
de 1915, fallecía en la población de Ossa de Montiel Juan Ramón Mora Muñoz,
progenitor de su abuelo Juan Ramón Mora Camacho (1898-1975). Nos aportaba
Rafael Mora, documentalmente de su puño y letra, que narraba su abuelo cómo a
un tío suyo: José María Mora Muñoz, fue asesinado en las inmediaciones de la población de Olivenza (Badajoz),
desconociéndose la fecha. José María Mora elaboraba Miera o aceite-alquitrán de
enebro (Juniperus oxycedrus), o enebro rojo de la Miera, como se le denominaba
en este territorio del Alto Guadiana y
Campo de Montiel, destilando ramas y bayas de enebro. José María, en las
proximidades de Ossa de Montiel, destilaba la Miera en hornos construidos de
manera artesanal, parecidos a las caleras, enlucidos y chapados con galbos de
cerámicas o fragmentos de tiestos y cascotes de teja para impermeabilizarlos al
máximo y la pérdida del alquitrán del enebro, al someterlo a cocciones de altas
temperaturas, era la mínima. Todo apunta a que José María no era muy amigo de
intermediarios ni de tratar con los arrieros, por lo que era él, con sus reata
de burros y mulos, una vez envasada la
Miera en pellejos- pieles, quien partía hacia tierras extremeñas y portuguesas,
para obtener el máximo beneficio del espeso aceite, oleaginoso, negro y
brillante en masa, tratando directamente con los ganaderos.
José María, de mote “El Can”, fue asesinado
cuando retornaba de uno de aquellas longas andaduras, una vez vendida la mercancía,
junto a un abrevadero cerca de Olivenza… La reata de animales, instintivamente,
volvieron a la Venta donde José María se había hospedado noches antes y el
ventero al ver solos a los mulos y burros intuyó que José María “había tenido
alguna desgracia”. Hechas las consiguientes pesquisas, fue hallado con profundo
corte en la zona occipital; probable efectuado por un “hachazo”.
Durante muchos años, la producción de Miera,
tuvo en jaque las colonias o formaciones de enebros (Juniperus comunis y
oxycedrus), bastante abundantes en los montes de las Provincias de Ciudad real
y Albacete. El enebro es una Cupesácea que contiene esencias etéreas y aceites
con pineno, cardineno, carufeno y puripeno entre otros. Las bayas tienen además
resina, tanino, azúcares y otras substancias.
Con jergas antañonas, de aquellos colectivos de personas, con su “karma”
que afectaba mutuamente al colectivo, se solía narrar: que la “Hermana Risca”
tenía un barreño con agua de la fuente de las Hazadillas, bayas de enebro y otras
plantas para hacer ensalmos y curar la sarna. Bargueño que, la jerigonza
aseveraba que imitaba el barril de María La Judía (primera alquimista
femenina), de donde se piensa que surgió el término “Baño María”. Aún, en la actualidad, esta enfermedad contagiosa
producida por el ácari o arador, no se ha erradicado totalmente. En tiempos de mis ancestros, persistían
expresiones y proverbios como: “más viejo que la sarna”; “sarna a gusto no pica…, pero mortifica”; “roña y
sarna hasta en la cama…”.
Lo más estrambótico y socarrón que quepa imaginar, relacionado con la sarna y otras afecciones cutáneas, lo encontramos en “Cartas Persas” de Montesquieu; en la “carta de un médico de la provincia a uno de París”, sobre un paciente que no podía pegar ojo…: “Para preservar de la sarna, tiña y otras enfermedades cutáneas: tómense tres categorías de Aristóteles, dos grados metafísicos y una distinción; escríbase todo en un pedazo de papel, dóblese y átese con una cinta al cuello”.
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