“Hay que
empezar a cuestionar los relatos que nos deshumanizan y sustituirlos por
historias de apoyo y protección. La situación injusta nos llama a no quedar
pasivos, a tomar voz y a ponerse en acción. Indudablemente, en el contexto de
la globalización y ante el desafío de la creciente desigualdad, el
fortalecimiento de la solidaridad es indispensable”.
Es tiempo de convocatorias, de
llamadas a redescubrir el sentido y el gusto a reunirse, de hacer familia, que
es donde podemos aprender el secreto del verdadero gozo, que tampoco consiste
en tener muchas cosas, sino en sentirnos acompañados entre sí. Hoy más que
nunca necesitamos abrir las puertas del corazón; máxime en una época
sobrecargada de conflictos, catástrofes climáticas y presiones económicas, que
empujan a millones de gentes a dejar sus hogares en busca de seguridad o,
simplemente, de oportunidades. Avivemos las auténticas luces del alma, que son
las que nos hermanan, para percibir que sólo hay felicidad donde hay virtud y
esfuerzo. Hagamos de la vida un belén de esperanza. Juntos, paso a paso y en
diálogo permanente, reconstruiremos un mundo más fraterno y seguro.
Mantener un espíritu cerrado es el
peor de los encierros; precisamos la sintonía de latidos en comunión vibrante,
para armonizar lenguajes y sentimientos. Quizás tengamos que volvernos niños,
para adentrarnos en el sueño de un nuevo despertar y no en la noche oscura de
la desesperación. Cuidado con este instante, no vayamos a confundirnos; y
optemos por la vía del placer a toda costa, sustentada en el uso de adicciones
como fuga, como refugio en paraísos mortecinos, que luego resultan del todo
destructores. Sigamos los pasos de esas personas que cultivan el brío donante,
que viven diariamente en contacto con la miseria y con la degradación humana;
su fibra experimentó la prueba de la
noche oscura y, sin embargo, saben ofrecer la sonrisa de la Navidad y no las
lágrimas.
A un gran abrazo sincero, vertido a
golpe de pulsación interna, ninguna ingratitud lo desprecia y tampoco ninguna
indiferencia lo abandona. La alegría de las entretelas humanas es el idioma
universal, a cultivar por todos, y más en este período de renovación,
agradecimiento y reconciliación, en el que tan sólo se requiere sensibilidad
para percatarlo y autenticidad para vivirlo. No desaprovechemos el soplo de la
inocencia que todos llevamos consigo, dando el justo valor a las cosas, para
fijar la mirada interior en el verso que conjugamos, como sístole de verbo que
somos. En consecuencia, estemos vigilantes a todas las invitaciones; de hecho, si
perseveramos velando en poesía como poetas en guardia, nuestros olfatos serán
capaces de discernir señales, cultivando poemas y no penas.
Sin duda, no hay mejor inspiración
que la que sale de las entrañas de uno mismo, que es donde germina el sentido
responsable de una relación imperecedera, más mística que mundana. Será un buen
objetivo para humanizarse. Desde luego, hay que empezar a cuestionar los
relatos que nos deshumanizan y sustituirlos por historias de apoyo y
protección. La situación injusta nos llama a no quedar pasivos, a tomar voz y a
ponerse en acción. Indudablemente, en el contexto de la globalización y ante el
desafío de la creciente desigualdad, el fortalecimiento de la solidaridad es
indispensable. Hay que situar en el centro a la persona y al planeta, dar savia
real a los derechos humanos y respaldar una alianza mundial, decidida a ayudar,
sin interés alguno.
Jamás flaqueemos en nuestra alegre
misión. Celebremos con júbilo nuestra unidad en la diversidad, atendiéndonos y
entendiéndonos, al menos para superar la pobreza, el hambre y las enfermedades.
Interroguémonos, entonces, para un nuevo renacer. Se me ocurre pensar que
podríamos comenzar por bajarnos del pedestal para ir al orden de la estética;
con una disposición generosa de ver más allá de lo que ven los ojos materiales,
venciendo el individualismo, ya que todo cuanto hay en el universo está
interrelacionado, también los lamentos de la gente que sufre. Ojalá seamos más pulso
que pausa, sobre todo para curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad. Sí
el deleite germina del donarse, de ningún modo del dominio, sometámonos; seamos
servidores de rosas y no de espinas.
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Domingo, 14 de Diciembre del 2025
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