Tomelloso

Pregón de la Romería 2018, por María José Cepeda

Francisco Navarro | Viernes, 27 de Abril del 2018
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Buenas noches, Sra. Alcaldesa, Presidente de la Hermandad Virgen de las Viñas, Consiliario de la Hermandad, Junta directiva, autoridades, hermanos en la Virgen, amigos todos.

Como no puede ser de otra manera, quisiera comenzar dando las gracias por este regalo recibido, a Dios y a la Virgen María, porque sin su presencia en mi vida seguramente hoy no estaría aquí. Gracias por la oportunidad que tengo, de poder dirigirles esta tarde en la Parroquia de la Asunción, la que considero mi casa, unas palabras sobre María, la mujer, la Madre buena que siempre atenta a nuestras necesidades, cada último domingo de abril, prepara la casa para recibirnos, a nosotros, sus hijos que llegamos cargados con lo mejor que tenemos para agasajarla.

Dar las gracias, al presidente de la Hermandad Virgen de las Viñas, José Márquez, por la confianza depositada en mi para este menester y a toda su Junta directiva, por considerarme apropiada para lo que aún yo pienso del todo inmerecido, y jamás soñado; agradecimiento que quiero hacer extensible a aquellas personas, que con sus palabras de cariño hayan podido influir de alguna forma en que hoy esté aquí. Gracias.

Cuando me llamó José para decirme que me habían propuesto para ser la pregonera de la Romería en honor a la Santísima Virgen de las Viñas, nuestra Madre y Patrona, he de confesar que mi reacción fue de asombro, de asombro total. Me reí nerviosa y le dije: Yo!, pero si yo soy normal. Me dijo pues eso, normal. No sé, me parecía que eso de ser pregonero era algo que le pasa a quienes son reconocidos por su trabajo o para aquellos que llevan el amor por Tomelloso y nuestra Virgen a otras tierras. Hombre! Si se trata de amor y orgullo por Tomelloso, yo lo tengo, porque el amor y el orgullo por lo propio, también se pueden sentir sin moverte de aquí. He crecido viendo y reconociendo en la Virgen de Las Viñas a la Madre de Dios, a nuestra Madre, a la que le pedimos que la cosecha de este año sea mejor que la del anterior, a la que rogamos que llueva, pero en su tiempo y con calma, a la que presentamos nuestras alegrías y también las más de las veces nuestras penas para que interceda por nosotros ante su hijo. Sea como fuere la propuesta estaba ahí, y como los nervios no me dejaban pensar, pedí no sé si consejo o ánimo a los que más cerca tenía, que no eran otras que mi madre y mis hermanas. Mi madre, la verdad, no me dijo nada, no sé si por no ponerme más nerviosa todavía, pero mis hermanas me animaron a aceptar, así que dije que sí. Por un lado estaba muy contenta, sentía orgullo, no sé si está bien decirlo, pero es así. Considero que es un honor y un privilegio elogiar a la Virgen en su fiesta, cuando todos peregrinamos para estar a su lado y traerla el domingo por la tarde a Tomelloso, para seguir ensalzándola, aunque cada uno volvamos a nuestras tareas, pero en la seguridad de que Ella vela por nosotros, y nos da fuerza y nos une como pueblo, como hijos, como hermanos que es lo que verdaderamente le importa a una Madre.

Pero a la vez, sentía los nervios, “esos”, que traen la responsabilidad de hacer algo que sirva, para como dice José, dar una pincelada, no sé si fina o gorda a nuestra Romería.

En fin, el día lo terminé sabiendo que iba a aceptar y que este año visitaría a la Virgen ataviada con la blusa que todos los años decíamos mi hermana y yo que nos íbamos a hacer, pero que nunca nos hacíamos.

Y ya antes de comenzar este pregón, quiero felicitar a Vicente López, por su nombramiento como Mayoral 2018. Nadie mejor que un agricultor, fiel a nuestra madre María de las Viñas y a nuestra romería para ostentar este título. ¡¡Felicidades!! 

Hoy me pongo delante de ti, Santísima Virgen de las Viñas, para devolverte con palabras toda la confianza de Madre que cada día depositas en mí. Lo hago con cariño, y a la vez con miedo, pero creo que si no lo tuviera no sería yo misma.

Es un buen momento para alabarte y darte gracias por cuidarnos y poder estar otro año más junto a ti celebrando la Romería, recordando a los que ya no están o aquellos que por enfermedad o lejanía no pueden hacerlo este año, y en su corazón les gustaría.

Y gracias porque estando junto a ti, nos encontramos con quien es la Vida.

No recuerdo el momento en que te conocí, o mejor dicho en que te reconocí; supongo que aunque ya te rezara siendo muy pequeña, porque mi madre así me enseñó, sería en el colegio cuando me di cuenta de que además de mi madre en la tierra también tenía una madre en el cielo. Y así con oraciones y cantos las monjas y maestras del colegio, me enseñaron a quererte como Madre, como la Madre de Dios, como la que siempre ruega en favor nuestro, aunque a veces no seamos tan buenos hijos. Recuerdo muchas veces las celebraciones en la capilla y en mayo llevarte ramos enormes de celinda, que a veces, como niñas, competíamos a ver quién lo llevaba más grande. Esta es una de las advocaciones de mi vida, de mi infancia, de mi colegio. Mi resobrina Clara con tres años me decía, es la Virgen María, pero nosotros la llamamos “Milagrosa”. Igualmente he crecido bajo el amparo de la Virgen de la Asunción, ante la que me bautizaron, hice mi primera comunión y me confirmé, y hoy sigue velando e intercediendo por mí, peregrinando conmigo todos los días.

Pero este cariño, no se agota ahí, y de mi infancia y de mi colegio y de mi vida, es también la Virgen María de Las Viñas, porque es la madre de mi pueblo. A la que nos acercábamos cada año al terminar el colegio para darle gracias, y pasar una divertida tarde de celebración, merienda y juegos; a donde acudíamos en las convivencias de las JMV, donde mi madre y mi tía nos llevaban los sábados por la tarde cuando ya empezaba a hacer buen tiempo y sobre todo en abril, porque en abril ya huele a romería. Es a la que cada San Marcos visitábamos, después de quitarnos corriendo el uniforme y comer a prisa porque habíamos quedado a las tres en la plaza. Como locas con nuestro hornazo de la Esperanza, saltando por los montones, aunque ya nos hubieran advertido que por el otro lado. Bueno… Es ante la que he visto casarse a gente que quiero, a la que recibimos en la estación contentos una mañana de abril porque llevábamos sin verla mucho tiempo, la que sale al encuentro de sus hijos por las calles de su pueblo para celebrar que lleva setenta y cinco años queriéndonos. Es en definitiva en la que volcamos nuestras ilusiones como pueblo. Es nuestra Madre y así se lo hacemos saber. Uno de los momentos que más me gusta, es cada vez que entra en esta Parroquia, ver cómo la gente aplaude y grita “vivas” con fervor y sonríe y llora emocionada, pone en ella lo que tiene y eso se nota en las caras. A veces pienso que le demostramos más amor que al mismo Señor, pero tan poco es tan malo, si Dios la eligió y Cristo nos la dio como madre, por algo sería; como no va a estar contento Jesús con tanto amor a su madre; si obedecemos a María, que nos dice “haced lo que Él os diga”, entonces también obedecemos y queremos a Dios.

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Ahora estamos aquí y reconocemos en María de las Viñas, a la joven nazarena predilecta de Dios, a la joven que confiadamente dijo “Hágase tu voluntad”, a la que dio a luz a la Vida, a Jesús, al mismo Dios. La que Dios nos entregó como Madre y para cuidarnos un día vino y se quedó en Tomelloso. Por eso este domingo, con nuestra mejor sonrisa, tenemos que ponernos en camino para ir a verla. Ella nos saldrá al encuentro, como todas las madres deseosa de que sus hijos lleguen y le cuenten como les ha ido en el camino, y la honraremos, y le daremos gracias por todo lo que hace por nosotros.

Como todos los años, cuando vaya a verla, recordaré en palabras de mi madre, a mi Lala, a mi abuela, que perdiendo un marido y dos hijos, “¡que tristeza!”, no dejaba que la pena ahogara las ilusiones de sus hijas cuando llegaba la romería, y mis tías hacían carrozas con sus amigas, y a sus ojos eran las más hermosas romeras. Y a un joven Pedro, guardia civil acompañando a la virgen hasta el pueblo; y las galeras de mies que su tío sacaba cada romería y que ni la lluvia ni el viento movía. Me acordaré de cuando iba con mis padres y mis hermanas y al llegar ya queríamos ir a dar vueltas y a los puestos, y mi madre nos decía, nooo!, primero hay que ver a la Virgen, y alargaba la estancia en la ermita para que ya no tuviéramos ganas de puestos ni vueltas.

Y de las comidas con mi familia en una casa que teníamos cerca de Pinilla. Me acuerdo que recorríamos el camino hasta Pinilla cientos de veces. Cuando me subí por primera y última vez en una carroza de verde. Aquello ni era carroza ni nada. Recuerdo que nos daba un poco miedo, creo que más por nuestros padres que por otra cosa, aunque la verdad es que tampoco nos daba mucha seguridad. Temblaba entera! Pero dijimos, bueno si no nos va a ver nadie. Y vamos que nos vieron, a mitad de camino se nos cayó en las cabezas, hubo hasta algún herido, y entrando por la Avenida Virgen de las Viñas, madre mía!, ¡! mi madre¡! En fin fue la primera y la última vez. Ahora ni se me ocurriría, pero claro 16 años no se tiene todos los días.

En los años en que estaba fuera estudiando, algunas veces no podía venir, y de forma egoísta quería que pasara el día volando; no era más que la nostalgia de que sabes bien lo que está ocurriendo y tú no puedes estar ahí. De un modo u otro estaba en mi corazón, por eso creo que me acordaba tanto.

Ahora con el tiempo, todo es distinto, yo diría que mucho más pausado. Me gusta acercarme el sábado y sentarme en la ermita, y estar en silencio, observar a la gente que ríe o llora, que le lleva a sus hijos o a sus nietos por primera vez, como otros han hecho con nosotros. Recordar a mi tía Luisa, la primera vez que llevó a su nieta a presentársela a la Virgen, ancha como ella sola, normal, le llevaba lo mejor que tenía. Ahora las circunstancias de la vida le impiden estar aquí, y yo sé que le hubiera gustado, pero segura estoy que la Virgen de las Viñas está con ella celebrando la romería.

Entramos y salimos de la ermita, saludamos a aquellos que cada año, una vez por romería, regresan al amparo de su Madre para reencontrarse con familiares y amigos y para darle gracias por todos los momentos buenos y malos vividos, porque también de lo malo se aprende algo bueno.

Y la romería se hace música con los coros y danzas, que ofrecen su amor a María, que baila con ellos, como bailan los humildes de la tierra, dando gracias a Dios por las maravillas que ha hecho en su favor.

Por la noche, es bonito ver pinilla iluminado por las antorchas, y ver cómo la gente habla y reza con su madre. El momento del Rosario tiene un sentido de verdadera unión de hermanos que ponen en su rezo el amor que tienen por su madre, porque a Ella le gusta que sus hijos lo recen, porque es la mejor forma en palabras de San Ignacio de acercarse, conocer y amar más a su hijo amado Jesús.

Y el día toca a su fin, seguramente, muchos velarán la noche, entre bailes, vino y charlas, que también en la fiesta se puede encontrar a Dios. Otros volveremos a casa, sabiendo que muy de mañana los cohetes nos señalarán que hay que ponerse en pie, que la gente ya se prepara en la plaza para emprender el camino del día grande.

Yo me pondré mi blusa por primera vez, y esta vez no haré el camino con Carmen y David, aunque también estarán ahí.

La romería ya está en camino, romeros, carrozas engalanadas y carrozas de verde, todos dispuestos a encontrarnos de nuevo con nuestra Madre que ansiosa nos aguarda, porque solo una madre hace posible que sus hijos se reúnan alrededor de la mesa.

Y por fin hemos llegado, y lo primero que hacemos es ir a darte los buenos días, a decirte gracias porque puedo estar otro año más aquí. Y la miramos en silencio, y contemplamos lo guapa que está, lo guapa que la han puesto Félix y las camareras para nosotros, sus hijos, para que sintamos el orgullo de tener la madre más guapa del mundo. Porque a cada hijo su madre siempre le parece la mejor. Yo he de decir que ya la he visto antes de llegar a Pinilla, y eso se lo debo a Paqui, que todos los años nos manda la foto después de vestirla para romería y feria, y en sus palabras pone todo el amor y el orgullo que sienten por la Virgen. Nosotras la admiramos, y le damos las gracias por compartir ese momento y la verdad es que, es como si estuviésemos allí.

Vamos apurando los pocos minutos que quedan entre abrazos y charlas y las campanas nos anuncian que ha llegado el momento.  María nos coge de la mano y nos lleva a encornarnos en la mesa de la Eucaristía con Él, con su hijo amado, con Jesús. Y miramos el cielo con la esperanza de que el tiempo no sea duro y no se venga sobre nosotros una de esas lluvias romeras que tanto gustan a últimos de abril. Y nos unimos todos en oración y volvemos a mirar al cielo en silencio y pensamos como los discípulos, “que bien se está aquí”! y damos gracias a Dios por la vida, por todo lo creado,  por los dones recibidos, por hacerse uno de nosotros y dar su vida en favor nuestro; y lo más importante por estar VIVO hoy entre nosotros y hacernos mejores hombres y mujeres. Damos gracias que para eso es tiempo de Pascua. Y mientras canta el coro, que alegría!, este año es el coro de La Asunción, gente a la que quiero y con quienes comparto no sé si todos los días, pero si muchos momentos de trabajo, a veces cansados en esta Parroquia, pero siempre muy felices y muy buenos; mientras cantan, contemplaremos la cara de la Virgen, de la Madre  y nos sentiremos más unidos. Ella nos pedirá que cerremos heridas, si es que hay alguna abierta, que seamos más hermanos; que si tanto la queremos, eso se nos tiene que notar con el que tenemos al lado. Que seamos comprensivos y solidarios, que cuando regresemos, hagamos lo que nos ha encomendado. Me imagino que lo que quiere, es lo mismo que quiere mi madre, que siempre dice: “a ver si no reñís”, “madre mía que carácter! “Si es que alguien tiene que ceder”.

Dicen que al final somos una proyección de nuestros mayores, y seguramente, es así. Así que podríamos si quisiéramos ser la proyección de la Virgen, de nuestra Madre del cielo que tras el anuncio del ángel, no se quedó quieta, aunque no entendiera nada, y salió al encuentro y en la ayuda de Isabel y entonó un canto de alabanza, proclamando la grandeza del Señor, feliz por las maravillas en su favor.

Yo creo que eso, es lo que nos pide la Virgen de las Viñas, cuando nos reúne en torno a ella, que seamos capaces de reconocer y agradecer todo lo que Dios ha obrado en nosotros, y que no nos lo podemos guardar, hay que sacarlo y ofrecerlo generosamente a los demás. La romería es un buen momento para dar las gracias por los dones que se nos han dado, para dar las gracias por estar siempre acompañados de una madre buena y de un montón de hermanos.

Y la misa ha terminado, y seguramente cada cual aproveche su tiempo a su manera. Unos volverán a ver a la Virgen dentro de la ermita porque ya van de regreso y quieren despedirse de ella; otros compartiendo unas cervezas con amigos, y otros visitando a los que vinieron en carroza para ver si les invitan a un vino; y siempre y como cada año, sin dejar de admirarnos con las reatas, tan únicas y tan nuestras, que ojalá! se puedan conservar por muchos años.

Comeremos y este año, compartiré seguramente una comida especial, con personas a las siempre estaré agradecida por estos días, con personas acogedoras, que siempre dan lo mejor que tienen; he de decir que a algunos poco los conozco, es verdad, pero seguro que los conoceré bien estos días, pero hay otras personas por las que tengo un cariño de esos especiales, de esos que con la mirada y la sonrisa, sobran las palabras. Y les daré las gracias también por hacer posible y grande la romería, porque gracias a su trabajo, aunque a veces no lo queramos reconocer es posible, que el domingo todo vaya bien. Y eso son horas de trabajo desinteresado, de horas de su vida, es algo que sale del corazón, del amor a nuestro pueblo, a nuestra fiesta y a nuestra Madre, la Santísima Virgen de las Viñas. Gracias!!

Y ya llega la hora de volver, y no lo hacemos solos, nunca lo hacemos solos, pero esta vez al llevarla con nosotros, parece aún más presente. Ya estamos listos para la vuelta y veo a todos los que quiero y comparten la vida conmigo también ahí. También mi padre desde el cielo y todos los que se fueron. Mi madre, cerca, contenta, aunque este año no lo lleva muy bien, pero agradecida a la Virgen por estar, que es lo importante; mis hermanas, David, mis primas que son como mis hermanas, Antonio y Alberto con sus blusas, menudos romeros!!, amigos de siempre, amigos que ahora ocupan mi corazón y mi día a día, en fin, a todos los que quiero y me hacen mejor.

Y vendremos renovados de ilusiones y cargados de esperanza. Con la alegría y la felicidad de que todo ha ido muy bien; que de la mano de María, como los discípulos “hemos visto al Señor”. Y esa alegría que traeremos por el camino, la llevaremos a nuestra casa y a nuestra vida, para que la romería, no termine al llegar a la plaza.

Cuando entremos en Tomelloso, cada uno recibirá y le entregará a su Madre lo que guarda en el corazón: vivas, risas, lágrimas, bailes y flores, serán la mejor ofrenda de amor.

Al finalizar la dejaremos descansar de estos días tan ajetreados aquí en la Parroquia y nos acompañará en su mes más querido, aguardando que tengamos un rato para venir a verla y decirle lo que la queremos. Yo lo haré muchas veces y ojalá nunca esté sola y que todos después de este día, acogiendo el Amor de Dios y dándole gracias, podamos como María decir: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”

¡Feliz Romería a todos!

¡Viva Tomelloso!

¡Viva la Santísima Virgen de las Viñas!

¡Viva la Madre de Dios!    

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