«Los campos de Tomelloso y del resto de La Mancha lucen un inmenso manto de viñas desde hace cientos de años. El cultivo de la vid, aun siendo tradicional en los pueblos manchegos, no siempre tuvo un peso económico tan importante como el que tiene en la actualidad. Grandes cambios políticos, económicos y sociales hicieron que esta región se convirtiera en el pulmón vitivinícola de España.»
La Mancha: Tierra de molinos y leyendas. Un lugar de ensoñaciones que ya narró el Príncipe de los Ingenios. La llanura infinita de campos eternos. Y tierra de vino... de mucho vino: De los viñedos manchegos se recolectan anualmente las uvas que producen casi la mitad de todo el vino español. Y en su corazón se yergue Tomelloso: La ciudad más poblada de esta inmensa región vinícola y donde mayor volumen de vinos y derivados de este se produce. Varios cientos de millones de hectolitros fermentan anualmente en esta ciudad, que alberga la mayor bodega cooperativa del continente europeo... Y es que a lo largo de la historia de estos lugares el cultivo de la vid siempre tuvo un marcado tinte social.
La historia del vino de La Mancha comienza en los albores de la reconquista cristiana. A partir del siglo XIII, en plena Edad Media, comienzan a llegar a la baldía llanura manchega los repobladores cristianos de la mano de las Órdenes Militares. Una de ellas, la Orden Militar de Santiago, mantenía ya en época moderna con la encomienda de Socuéllamos —a la que pertenecía la joven aldea de Tomelloso— un antiguo privilegio de población, que eximía de tributos a todo aquel que construyera una casa en las tierras de la encomienda y plantara dos aranzadas de viña u ochocientas vides, para facilitar la repoblación de aquellas tierras yermas hasta la fecha.
Ya en época de Cervantes, este insigne escritor nos habla en su Quijote de los vinos manchegos. Sin embargo, hasta la mitad del siglo XIX la producción de vino de La Mancha tuvo una importancia económica contenida. Solo algunos lugares muy bien comunicados y con grandes personalidades políticas influyentes consiguieron introducir sus caldos en otras regiones y expandir sus viñas, como exitosamente lo hizo la villa de Valdepeñas, enclavada en el Camino Real de Madrid a Andalucía. Gracias al Marqués de Santa Cruz esta villa llevó sus vinos a la Corte Real de Madrid.
El auge de la viticultura en Tomelloso y las reformas liberales
Durante la década de 1830 la villa
de Tomelloso, cuya economía estaba basada en el cultivo del cereal y en la
ganadería, sufrió un importante descenso de su población, consecuencia de la
Primera Guerra Carlista que tanta sangre y miseria dejó en la zona. Tras la
victoria del bando liberal en esa guerra civil Tomelloso pasaría de producir 1.000 hectolitros de vino a 100.000 en
un intervalo de 20 años, comenzando así un brillante crecimiento económico y
social que culminaría un siglo después, tras haberse multiplicado aún más
su producción vinícola y sus habitantes, pasando a ser una ciudad de 30.000
almas lo que antes fue un mísero villorrio de apenas 5.000.
El
punto de inflexión definitivo que pintaría de vides los trigales manchegos se
sitúa al arranque de las reformas liberales promulgadas tras el fin de la
contienda civil: Primero durante la regencia de
Baldomero Espartero y también después, a lo largo del reinado de Isabel II.
Prácticamente hasta ese momento la sociedad española había vivido en un sistema
más o menos estamental, en el cual la nobleza y el clero disfrutaban de una
posición muy predominante. Esto comienza a cambiar en 1812, tras la promulgación
en Cádiz de la primera Constitución Española, en plena invasión francesa. Y
tras un breve periodo de vigencia de 1820 a 1823, no será hasta la muerte del
Rey Fernando VII cuando se comiencen a implementar progresivamente las ideas
liberales de la primera Carta Magna, basadas en la libertad individual y en la
desestatización de la vida social y económica.
Fruto de estas ideas fueron los
procesos de desamortización que se llevaron a cabo en España en la primera
mitad del siglo XIX. Consistieron en la expropiación forzosa y en la venta en
subasta pública de los bienes en poder de la Iglesia y de las Órdenes Militares
que habían acumulado a lo largo de los siglos a través de donaciones
particulares. La Mancha y Tomelloso no fueron ajenos a estos eventos, acelerándose
el proceso desamortizador a partir de
1840, cuando el Regente Espartero autoriza la enajenación de bienes del clero
secular. Un gran número de fundaciones eclesiásticas manchegas son
despojadas de sus bienes. A finales de ese mismo año, por ejemplo, se descabeza
la capellanía de la Vera Cruz de Tomelloso, fundada en 1718 por Juan Rodrigo de
Lara, siendo expropiadas cientos de
hectáreas de terreno cultivable junto a multitud de bienes inmuebles y
subastadas por el estado. Muchos de esos
bienes comenzaron a ser explotados por una naciente clase labradora, bien a
través de su compra en propiedad o bien en régimen de arrendamiento. Esta
clase social, que tuvo sus orígenes en los pequeños propietarios y jornaleros
del siglo anterior, cultivaban la vid en mayor intensidad que los grandes
terratenientes, al ser un tipo de cultivo que requiere trabajo a lo largo de la
mayor parte del año. Ya antes de la revolución liberal y de las
desamortizaciones, los pequeños propietarios de Tomelloso poseían y trabajaban
el 75% de la viñas de la villa en un porcentaje de tierras exiguo comparado con
el que poseían los grandes propietarios, más orientados estos últimos al
cultivo de cereales.
Las primeras desamortizaciones de bienes eclesiásticos comenzaron en 1836. En La Mancha algo más tarde: En 1840 tras el fin de la Primera Guerra Carlista.
A la producción de vino se unía una creciente producción de aguardientes derivados de este. Estos surgieron en Tomelloso, como en muchas otras zonas vinícolas, para dar salida a los excedentes y para facilitar su comercialización, ya que al reducir el volumen del vino se rentabilizaba el coste del transporte por los tortuosos caminos de la época. Mientras que el vino tomellosero abastecía únicamente a las poblaciones cercanas a la villa que no eran productoras, ya durante el siglo XVIII su aguardiente se exportaba a lugares como Madrid. Existían en ese siglo en Tomelloso 2 alambiques para destilar vino, que se convertirían en 4 en 1851 y en 18 en 1860. En 1864 se publica una noticia en prensa nacional que habla de la demanda de aguardientes de Tomelloso: Es tanta que la villa no puede atenderla completamente.
También por aquellos años —a mediados del siglo XIX—, en correlación con el aumento de la producción vinícola, estaba en auge la construcción de cuevas-bodega bajo las casas de los labradores tomelloseros para criar su propio vino. Había en construcción tantas cuevas que las calles de la villa eran intransitables por la cantidad de tierra acumulada de las excavaciones que las atascaba. Fue sobresaliente el trabajo de las mujeres tomelloseras en la excavación de cuevas. Las terreras, como se las llamaba en la villa, con un esfuerzo y un tesón titánicos horadaron las entrañas del subsuelo para guardar bajo tierra, a una temperatura idónea inexistente en superficie, los mostos de los viñedos que a la par trabajaban los hombres. Aunque las cuevas de Tomelloso tienen un origen más antiguo, la pujanza de las excavaciones se da en aquella época.
La figura de las terreras fue muy importante durante la construcción de las cuevas-bodega de Tomelloso.
La mejora del transporte
Aparte de ser los años de la desamortización eclesiástica, también fueron los años de la expansión de las infraestructuras de transporte por todo el territorio nacional, que tanto influyeron en el desarrollo del cultivo de la vid en La Mancha: Mientras se construían nuevas carreteras sólidas y rectas, a razón de 300 kilómetros al año, el ferrocarril se iba implantando en la región. Con estas nuevas infraestructuras por fin los vinos y aguardientes manchegos podrían competir a nivel nacional. Sin embargo, la villa de Tomelloso se quedó fuera del trazado ferroviario, manteniéndose en inferioridad competitiva con sus vecinos en el mercado del vino. Por este motivo muchas bodegas se especializaron casi por obligación en la producción de aguardientes: Para mitigar en la medida de lo posible la posición desfavorable que padecía —y que aún a día de hoy padece— dada la política de transporte que tuvo su origen en aquellos años. Aun teniendo Tomelloso políticos influyentes como el diputado Félix García y posteriormente el senador José María Barnuevo, no consiguió conectarse a la red ferroviaria hasta 1914 a través de un ramal de vía estrecha. De esta manera —como un importante centro vitivinícola carente de infraestructuras— contempló la llegada de la filoxera a Europa.
Don José María Barnuevo mantenía un estrecho vínculo con Tomelloso. Fue senador por la provincia de Ciudad Real en diversas ocasiones durante los siglos XIX y XX; y miembro, entre otras, de la malograda comisión del tranvía eléctrico de Argamasilla de Alba a Socuéllamos.
La crisis de la filoxera en Europa y el auge de los vinos manchegos
La filoxera es un parásito de la vid, originario de América, que provoca la muerte de las vides de origen europeo por el pudrimiento de sus raíces. En 1868, unas vides filoxéricas importadas del estado norteamericano de Georgia arribaron a Europa para combatir una plaga de oídio —o cenicilla de la vid—, e infectaron varios viñedos franceses y austriacos ese mismo año. Poco tiempo después la plaga de filoxera se extendió por toda Europa, y Francia sufrió una merma muy importante en su producción vinícola, que tuvo que mitigar con ingentes importaciones de vino español. El departamento francés de Charente —la región de la ciudad de Cognac, famosa por sus aguardientes— perdió hasta el 85% de sus viñedos por la plaga de filoxera en pocos años. Por ello, empresarios franceses instalaron en 1872 sus barricas en la bodega de Peinado de Tomelloso, que por aquellas calendas llevaba produciendo aguardiente más de medio siglo. Así comenzó la andadura del primer y único «vino de Cognac» español.
Durante las décadas siguientes la
plaga fue extendiéndose por las regiones vinícolas españolas más tradicionales:
Los viñedos de Cataluña, Valencia, Jerez o Málaga se vieron muy afectados por la
plaga, mientras que los manchegos, por la naturaleza arenosa de su suelo,
resistieron y aún resisten al parásito. Zonas como La Rioja aprovecharon esta
plaga para reinventarse: Reconstruyeron sus viñedos a finales del siglo XIX y
comenzaron a controlar su producción para obtener vinos de calidad, cuya
demanda en el mercado europeo era creciente en aquellos momentos. Mientras
tanto, La Mancha bombeaba vino a toda
Europa, oxigenando a otros lugares que habían perdido buena parte de su
producción por la plaga filoxérica.
La plaga de filoxera fue uno de los problemas fundamentales del campo español de finales del siglo XIX, aunque en La Mancha la resistencia de su suelo al parásito provocó que el cultivo de la vid se expandiera en la región.
Uno de esos lugares fue Jerez. Tradicional zona vinícola y famosa por sus vinos robustos, su fortificación alcohólica tiene su origen en la conservación del producto: Al aumentar el grado de alcohol del vino este se conserva mejor, lo cual es importante para asegurar el perfecto estado de los caldos durante su transporte en barco a Inglaterra, su principal consumidor en aquella época. Los productores jerezanos más importantes como Gonzalez-Byass, Domecq u Osborne recalaron en La Mancha buscando la uva con la que satisfacer sus necesidades de producción. Establecieron bodegas en Tomelloso, bien directamente o bien asociándose con productores locales.
El crecimiento de la población de Tomelloso y su transformación como ciudad
Si durante el periodo 1840-1868 el
crecimiento de Tomelloso fue espectacular por la proliferación del cultivo de
la vid, pasando de 5.000 a 8.000 habitantes en unas décadas, más espectacular
sería tras la declaración de la filoxera en Europa. Gracias a un fuerte
crecimiento vegetativo e inmigratorio de personas venidas de distintos puntos
del país, Tomelloso pasa a tener 14.000 habitantes en 1900, 21.000 en 1920 y
30.000 en 1940. En 1927, de la mano del
Rey Alfonso XIII, Tomelloso recibe el título de ciudad «por su creciente
desarrollo de su agricultura, industria y comercio» según rezaba el Real
Decreto promulgado para la ocasión.
A principios del siglo XX Tomelloso ya era uno de los principales centros de producción de vinos de España.
Durante la primera mitad del siglo XX el cultivo de la vid siguió disparado, convirtiéndose en monocultivo con todos sus riesgos. Aunque siempre existieron poderosos propietarios de viñedo y también una importante conflictividad económica y laboral que marcaría el advenimiento y el desarrollo de la última guerra civil, el cultivo de la vid siguió siendo en gran medida un cultivo social. Como respuesta a la progresiva mecanización de la agricultura y a los nuevos retos productivos, que requerían una mayor industrialización de sus procesos para poder competir en el mercado, surgió con fuerza el movimiento cooperativista en el campo manchego. Los productores comenzaron a unirse para crecer juntos; y como ejemplo, en 1961 apareció en Tomelloso la bodega cooperativa “Virgen de las Viñas”, con el objetivo de producir vino en común con las cosechas de 17 modestos viticultores y sobrevivir en un entorno económico cada vez más competitivo. Con el tiempo, la masa social fue creciendo hasta sobrepasar los 2.000 socios, siendo en la actualidad la mayor bodega cooperativa de Europa.
Esta bodega, junto a otras de Tomelloso y del resto de La Mancha, son las herederas de aquellas empresas familiares que hace siglos, y de una manera muy humilde, comenzaron a criar vino en esta tierra y que, sin obviar los típicos tópicos que circulan sobre el vino manchego, son capaces de producir caldos de excelente calidad, especialmente durante estos últimos años a partir de un gran abanico de variedades de vid que se cultivan en esta tierra desde hace décadas, sin tener su uva y su vino nada que envidiar a ningún lugar del mundo.
*Los
datos de este artículo han sido extraídos de fuentes oficiales, recortes de
prensa y estudios históricos.
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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