Cuevas

Una cueva de más de 150 años

Alfonso López Oliva nos muestra esta joya arquitectónica que se encuentra en impecable estado de conservación

Carlos Moreno | Jueves, 1 de Noviembre del 2018
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Las cuevas más antiguas de Tomelloso son las que se encuentran en pleno centro de la ciudad. A medida que nos alejamos del centro, las cuevas son de fechas más recientes. El último día de octubre hemos tenido el privilegio de visitar otra de las cuevas antiguas de la ciudad, construida en torno a 1840 o 1854 que se encuentra en la calle Alcázar. Su propietario, Alfonso López Oliva, implicado en la asociación que se está constituyendo en la ciudad para promocionar las  cuevas,  nos desvela que el origen fue de una antigua y gran casa de labor que perteneció a la familia Perales.

La cueva está muy bien conservada. La escalera por la que bajamos revela claramente que no es la original. La partición del inmueble provocó al mismo tiempo la división de la cueva, con lo que el propietario se vio obligado a crear una nueva entrada, una escalera en forma de ele, con sus peldaños rematados por baldosas rústicas que ha quedado francamente bien. Justo enfrente vemos la escalera de la cueva original que tuvo que ser condenada.

José María Díaz  argumenta que la antigüedad de la cueva queda demostrada por la escasa profundidad, unos tres metros aproximadamente. Contiene 22 tinajas de barro,  no muy grandes, con capacidades que van de las 110 a las 140 arrobas. El techo está en la tosca, encalado, lo mismo que las paredes. Los trozos de tierra que quedaron pegados se quitaron y de ahí que aparezca ese contorno tan irregular.  El propietario ha proporcionado una vistosa iluminación a la cueva colocando unos focos entre las tinajas que producen unos bonitos efectos de claroscuros. La cueva es de un solo cuerpo, sin empotrado.

La canaleta sobre la que se conducía el mosto a  las tinajas es otro elemento que reafirma la antigüedad de la construcción.  Las lumbreras también ha sido condenados. En una de ellas observamos los restos de la canalización que se hacía empalmando tejas de barro que se pegaban en uno de los vértices del hueco de la lumbrera con yeso de albariza. Partía desde el jaraíz hasta la canaleta. En su parte final, se colocaba una lebrilla  a la que se le hacía un agujero en el fondo para que sirviera como embudo.

Las molduras de las tinajas son diferentes unas de otras. Las hacía el mismo tinajero, pero dando un toque diferente a  cada tinaja. El propietario hace que nos fijemos en una de ellas que guarda mucha similitud con la escritura jeroglífica egipcia.  Toca regresar y antes de que Alfonso apague los focos que realzan la belleza de esta cueva, nos detenemos para echar una última mirada a una cueva que nos ha encantado.

Alfonso López Oliva nos muestra esta joya arquitectónica que se encuentra en impecable estado de conservación

Las cuevas más antiguas de Tomelloso son las que se encuentran en pleno centro de la ciudad. A medida que nos alejamos del centro, las cuevas son de fechas más recientes. El último día de octubre hemos tenido el privilegio de visitar otra de las cuevas antiguas de la ciudad, construida en torno a 1840 o 1854 que se encuentra en la calle Alcázar. Su propietario, Alfonso López Oliva, implicado en la asociación que se está constituyendo en la ciudad para promocionar las  cuevas,  nos desvela que el origen fue de una antigua y gran casa de labor que perteneció a la familia Perales. 

La cueva está muy bien conservada. La escalera por la que bajamos revela claramente que no es la original. La partición del inmueble provocó al mismo tiempo la división de la cueva, con lo que el propietario se vio obligado a crear una nueva entrada, una escalera en forma de ele, con sus peldaños rematados por baldosas rústicas que ha quedado francamente bien. Justo enfrente vemos la escalera de la cueva original que tuvo que ser condenada. 

José María Díaz  argumenta que la antigüedad de la cueva queda demostrada por la escasa profundidad, unos tres metros aproximadamente. Contiene 22 tinajas de barro,  no muy grandes, con capacidades que van de las 110 a las 140 arrobas. El techo está en la tosca, encalado, lo mismo que las paredes. Los trozos de tierra que quedaron pegados se quitaron y de ahí que aparezca ese contorno tan irregular.  El propietario ha proporcionado una vistosa iluminación a la cueva colocando unos focos entre las tinajas que producen unos bonitos efectos de claroscuros. La cueva es de un solo cuerpo, sin empotrado.

La canaleta sobre la que se conducía el mosto a  las tinajas es otro elemento que reafirma la antigüedad de la construcción.  Las lumbreras también ha sido condenados. En una de ellas observamos los restos de la canalización que se hacía empalmando tejas de barro que se pegaban en uno de los vértices del hueco de la lumbrera con yeso de albariza. Partía desde el jaraíz hasta la canaleta. En su parte final, se colocaba una lebrilla  a la que se le hacía un agujero en el fondo para que sirviera como embudo.

Las molduras de las tinajas son diferentes unas de otras. Las hacía el mismo tinajero, pero dando un toque diferente a  cada tinaja. El propietario hace que nos fijemos en una de ellas que guarda mucha similitud con la escritura jeroglífica egipcia.  Toca regresar y antes de que Alfonso apague los focos que realzan la belleza de esta cueva, nos detenemos para echar una última mirada a una cueva que nos ha encantado.


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