Los directivos intentan traer a los mejores deportistas para sus escuadras, establecen unos objetivos, en numerosas ocasiones, muy ambiciosos para el nivel de los deportistas que reúnen, intentan vender su proyecto para aunar una afición lo más numerosa posible y poder llenar la instalación donde juegan llegando al máximo número de seguidores.

La competición deportiva entre sus muchas características que tiene una de ellas es que de los 18 ó 20 equipos que participan solo uno y nada más que uno podrá ser el campeón, de este modo habrá 17 que no estarán muy satisfechos con el año que han llevado a cabo.

Los primeros varapalos se producen nada más comenzar la temporada, pero aún queda mucho tiempo para poder corregir errores, posteriormente vendrá el descontento de la afición, cambiar entrenador, modificar la plantilla trayendo más jugadores o echando a otros, etc., etc.

Sin embargo, es ahora, en estos meses, cuando se está llegando a la recta final de las competiciones deportivas a todos los niveles y es donde se deciden prácticamente los resultados finales de todo el año y el trabajo de toda la temporada, los errores de estas fechas se pagan a un alto precio porque no hay tiempo, ni partidos para posibles rectificaciones, de este modo aparece la frustración entre jugadores, padres, acompañantes y afición en general y el problema no es la frustración sino como la manifiestan…

Llegado a este punto, siendo cualquiera de estas manifestaciones de la frustración, en general poco educativas, poco pedagógicas, además de incomprensibles, podemos ver a aficionados, deportistas, entrenadores, padres, etc. gritando, haciendo aspavientos, incluso llegando a la violencia física.

Debemos cuidar la imagen que damos ante nuestros hijos y ante los compañeros y ante los demás.