Luis Quirós
Arias es una figura poco conocida en Tomelloso. Licenciado en Derecho, aunque
nunca ejerció como abogado, fue un intelectual de su época, el primer tercio
del siglo XX y, por encima de todo, un hombre bueno que defendió a los que
menos tenían y luchó por una sociedad más justa. Tenía 47 años cuando lo
fusilaron en Alcázar de San Juan.
Allí sigue, sepultado en una fosa común.
La persona de
Luis Quirós siempre ha atraído a este periodista. A finales de este verano tuve
la ocasión de charlar con una de sus hijas, Luna Quirós y la hija de ésta, Emma
Cueva, que es además una infatigable luchadora por la memoria de su abuelo. Fue
una charla densa, emotiva y vehemente en
la casa de Luna, en el Barrio del Carmen. La vivienda es un santuario de
nuestro protagonista, fotografías, cuadros, documentos y, sobre todo, su recuerdo
permanece vivo.
Quirós fue el
fundador en Tomelloso de Izquierda Republica, el partido de Blasco Ibáñez. Fue
amigo del valenciano y de la escritora Rosa Arciniega, entre otros. Tuvo una
estrecha relación con Azaña, Alcalá Zamora, Lerroux o Melquiades Álvarez.
Pintor autodidacta, son conocidos sus cuadros de “Carrañaca” o “Las Terreras” y
tiene otros muchos, menos conocidos. Escribió en “El Pueblo”, diario fundado
por Blasco, “La Verdad”, “Prensa Gráfica” o “Júpiter”. Fue también poeta,
dejando varios libros inéditos como “Riberas Latinas”. Solo publicó un libro en
vida, “Mi homenaje a Blasco Ibáñez”.
Los buenos siempre caen
Su nieta
insiste en que Luis Quirós fue un hombre polifacético «muy buena persona y muy bueno en lo que hacía. Pero los buenos siempre
caen… o los caen».
La figura de
Luis Quirós no ha recibido en Tomelloso el reconocimiento que merece «por lo que fue políticamente». Todo el
mundo sabe, «y el que no sabe es porque
no quiere», que en España hubo «cuarenta
años de silencio en los que no se pudo hablar de muchas cosas y de muchas
personas, entre ellas, mi abuelo».
Emma nos
cuenta que su madre, Luna, «se quedó en
Tomelloso por casualidad» mientras que su abuela y sus tías se fueron a
Madrid «porque era la única manera de
poder salir adelante». Luna vivió en
Tomelloso, en silencio, con miedo a hablar y Emma se crio y educó en esta misma
casa del Barrio del Carmen «nunca se
habló del abuelo, ni de la guerra, ni de nada». Fue cuando con 16 años
marcha a Madrid «cuando mis tías me
fueron contando, poco a poco lo que pasó con el abuelo».
La obra escrita de Quirós
Emma Cueva,
cuando fue un poco mayor, se comprometió a sacar todos los escritos de su
abuelo «editamos 4 libros, esa tarea me
llevó nueve años de trabajo. Primero porque mi abuelo tenía una letra
“complicada” y luego hubo que recopilar
los artículos por un lado, los poemas por otro…». Los libros se presentaron
en Tomelloso en el año 2004 «participaron
Rocío Torres, Isidoro Torres, que entonces era concejal de Cultura y escribió
un texto precioso y Juan José Losa, presidente de la Asociación Luis Quirós,
que ahora está un poco dormida, y José López Martínez». Fue en ese acto —me
cuenta Emma— cuando comenzó a emerger la figura de su abuelo «pero antes ya le habían puesto su nombre a
una calle, en el Polígono 18».
Emma Cueva muestra
los libros editados, “Acerca de Luis Quirós”, “Artículos Periodísticos”,
“Poemario” y “Riberas Latinas”, la portada del último está ilustrada con una
foto con Vicente Blasco Ibáñez en Menton, Francia. “Acerca de Luis Quirós” es
un volumen curioso y revelador sobre todo, con artículos sobre Quirós,
correspondencia o documentos de interés, que acaba con un estudio grafológico
del personaje llevado a cabo por Emma.
Me explican,
sobre todo Luna, donde vivió Quirós, nació en la calle Nueva y cuando se casó
se mudó a la calle Veracruz, de ahí la familia se trasladó a la calle
Independencia («en el número 4»,
asegura Luna) y al final vivieron en la calle Belén. Repasamos los (escasos)
reconocimientos que Quirós ha tenido en esto 40 años de democracia, la calle,
algún acto, varios artículos y un poema suyo está en el monolito erigido en
memoria de los tomelloseros muertos en los campos de concentración nazis.
En contra de la injusticia
Emma
—volvemos a reconducir la charla— señala que se enteró con 16 años, en Madrid,
que su abuelo fue fusilado. Fueron sus tías «en Madrid no tenían tanto miedo como en Tomelloso, aunque no lo
contasen en voz alta. Me enteré de su trágica e injusta muerte y de muchas
cosas más, han aparecido miles de documentos… Y ahora ya lo sé todo». La
nieta de Luis Quirós lo sabe todo pero no lo ha contado todo «todavía viven personas implicadas en lo
que pasó y es mejor que me calle». Luna reafirma las palabras de su hija «tú sabes más que yo».
Convenimos
que Tomelloso es una ciudad pragmática, que se adapta a las circunstancias, a
lo que venga «aquí toca callar y nos
callamos». Le hemos echado tierra a todo «hemos mirado para otro lado», parece que se hayan olvidado de los
episodios más oscuros, de la Guerra Civil y de la posterior represión
franquista «nunca se ha hablado y si se
ha hecho, ha sido en voz baja».
Emma Cueva me
dice que su abuelo era «muy inquieto,
espontáneo, nervioso y, había una cosa que lo sacaba de quicio, la injusticia».
Ante ella, ante la injusticia, «salían
sapos y culebras de su boca». En ese sentido, la grafóloga le cuenta al
periodista un episodio revelador que Quirós reflejó en un artículo «era la vendimia, Luis iba con su padre y
vio a un grupo de jornaleros, de los que venían a la recolección, durmiendo
bajo los soportales de la Posada. Le dijo a su padre que no se iba tranquilo:
“yo voy a dormir en una cama caliente, bien cenado y esa gente está ahí, tirada
en el suelo, a la intemperie». Era un regenerador de la sociedad, en otro
artículo dedicado a los obreros escribió una frase que orna uno de los libros
“Sea la cultura aureola de vuestra vida”. Quirós lo que quería, señala Emma, «era cultivar al pueblo, que luchara por su
derechos, que tomara conciencia de la opresión a la que estaba sometido».
Luis Quirós «nunca tuvo un dineral enorme, tuvo unas
tierras que trabajó. Tenía una posición, pero vivía de sus viñedos». Fue «una persona excesivamente justa y
excesivamente vehemente y muy apasionado, de los que llaman “al pan, pan y al
vino, vino”». Físicamente «era muy chiquito, más bien retaco. Pero
como se sabe, la esencia viene en frascos pequeños. Yo he visto en su letra que
era muy nervioso, saltaba por todo, todo tenía que ser la verdad».
Apresado en abril de 1939 y fusilado
en mayo de 1941
La nieta de
Quirós nos cuenta que ha hecho un importante descubrimiento sobre su abuelo.
Mientras estuvo preso en Alcázar tomaba notas en las hojitas del papel de fumar
«en esos papelitos cuenta cosas, que un
día sacaré a la luz». Los papeles de liar los metían entre el trenzado de
las cestas de mimbre para comunicarse con los de fuera, explica Emma.
Luna Quirós
explica que su padre estuvo varios meses preso antes de ser fusilado. Hay una
carta de despedida «preciosa, de la que
solo hemos publicado una parte». Primero estuvo encerrado en Tomelloso y
luego lo trasladaron a Alcázar de San Juan «ojalá
y se lo hubieran llevado antes, porque para la mala vida que tuvo aquí…»,
asevera su hija. «Lo apresaron en abril
de 1939, en Tomelloso estuvo unos meses, en Alcázar hasta que lo mataron en
mayo de 1940». En nuestra ciudad, la cárcel estuvo en la calle Veracruz,
casi en la plaza del mercado. Luna recuerda como «un hombre al que no conocía me cogió de la mano y me metió en un
portalón grande. Entré, de la mano de aquel señor y me acuerdo ver a mi padre,
tendido en un jergón en el suelo; al verme pegó un salto y me abrazó. Me quedé
extrañada, sorprendida, tenía 9 años… a los dos minutos volví a salir con el hombre
que me llevó».
Interviene
Emma para explicar que en la época más revolucionaria de la Guerra Civil «mi abuelo ayudó a mucha gente de derechas,
a esconderse, a escapar, los protegió… Pero cuando se volvieron las tornas,
como había mucho miedo, la gente de derechas no movió un dedo por él».
Luna, comprensiva, justifica en parte la dificultad que hubiera supuesto
defender a ese hombre, a su padre, «hay
que comprender que la vida es lo primero, pero tenía gente a porrillo para que
hubiesen hecho algo por él». La
nieta intervine: «no sabes el listado
que tengo de la gente a la que acudió y de los que pudieron hacer algo,
falangistas sobre todo, y no hicieron nada. Los que él consideraba sus amigos
fueron lo que casi se empeñaron en que acabará como acabó».
Ha llegado
recientemente a manos de la nieta la documentación del juicio sumarísimo al que
Quirós fue sometido «fue una pantomima,
mi abuelo era abogado y no se pudo defender, se reían de él». Emma cuenta
que cuando su abuelo era concejal, — lo fue solamente durante un año, porque no
le gustaba— «vinieron a Tomelloso unos
milicianos a buscar falangistas y gente de derechas, durante un pleno del
Ayuntamiento. Él se revolvió para impedirlo y lo encañonaron. Después, en el
juicio, familiares de las personas que se llevaron dijeron que Luis y Francisco
Quirós fueron quienes mandaron fusilar a aquellos. Fue mentira, mi abuelo y su
hermano trataron por todos los medios de que no se llevase a cabo».
Quirós era
muy ingenuo, nos cuenta Emma, tanto que cuando entraron los nacionales, «él mismo fue al Ayuntamiento, como había
formado parte de la institución, para echar una mano… Y ya nunca más salió».
Un hombre polifacético
Luis Quirós
fundó en Tomelloso Izquierda Republicana, el partido de Vicente Blasco Ibáñez.
El tomellosero admiraba al valenciano «y
el único libro que le dio tiempo a publicar en vida fue “Mi homenaje a Blasco
Ibáñez”». Don Vicente —como lo nombran sus paisanos— iba a escribir el
prólogo de “Riberas Latinas” y los dos intelectuales se carteaban con fruición,
explica Emma. Blasco Ibáñez estaba en Menton «allí fue a verlo Quirós», pero como murió pronto no pudo escribir
ese prólogo. Muerto el novelista, la
relación continuó con los hijos de éste «Sigfrido
y Mario». Es decir, que Blasco y Quirós no eran amigos íntimos pero «eran mucho más que conocidos».
Luis Quirós
estudio derecho porque así lo quiso su padre, que era veterinario. Pretendía
que fuese Diputado a Cortes. Emma, sin saber que su abuelo era abogado, quería
estudiar derecho «pero me planteé “¿Y si
tengo que defender a un culpable o condenar a un inocente?” Y opté por
psicología». Pasan los años «y me
entero que mi abuelo había dicho las mismas palabras que yo y nunca ejerció».
Emma Cueva me
cuenta que Luis Quirós fue pintor, escritor, fotógrafo, «músico también, tocaba bien el piano; hizo un teatro. También le
gustaba el buen comer y fumaba bastante, hasta que lo dejó. Se enfadaba con
frecuencia y cuando eso ocurría echaba venablos por la boca». Pero también
tenía muy buen humor «cuando saludaba, en lugar de dar los
buenos días decía “¡Olé!”». Le daban mucho miedo los ratones «los compañeros de cárcel lo sabían y en la
cesta que le pasaba mi abuela le pusieron un ratón y se descompuso». Y
Luna, su hija, con toda la serenidad del mundo, apostilla «y al día siguiente estaba muerto».
Emma Cueva,
con todo lo que ha hablado con su madre y sus tías y los documentos que posee
tiene la intención de escribir una biografía de Luis Quirós «pero no me resulta fácil, por tiempo y por
dinero. Me voy a meter con ello pero ya veremos cuando sale». Periodista y
entrevistadas convenimos en que la figura de Luis Quirós se merece una
biografía.
Lo mataron por ser bueno
Uno, tras
casi una hora de charla está convencido de que Quirós era un hombre bueno, en
el sentido machadiano de la palabra «por
eso lo mataron». Su muerte, como la de tantos, fue un trágico error «ser tan honrado y tan cabal como fue mi
abuelo, puede traer malas consecuencias en
tiempos revueltos». Lo
mataron con 47 años y en su corta vida solo se preocupó por hacer el bien, por
trabajar sus viñas, por el arte, por la escritura «pagó por ser de Izquierda Republicana por haber estado un año de
concejal y por sus artículos, en los que no se mordía la lengua». Luna
señala que la viuda de Luis, su madre, «sobrevivió
seis años a su esposo».
A Luis Quirós
«lo mataron dos veces —dice Emma—
primero lo fusilaron y después borraron su memoria». Si por ella fuese,
Emma «sacaría a mi abuelo de la fosa
común donde está». Cuenta que cuando su madre y sus tías se decidieron un
poco a «enfrentarse con lo que pasó,
dándoles mucho lata, conseguí que fuésemos al cementerio de Alcázar a
preguntar. Nos encaminaron a un montón de tierra y ahí nos arrodillamos y
lloramos lo que no está escrito. Años después se puso una lápida con el nombre
de los cuatrocientos que hay allí enterrados».
Para no cometer los mismos errores no
hay que olvidar
Los tres
hablamos de la actualidad, de la memoria histórica, del Valle de los Caídos.
Las descendientes de un represaliado por el franquismo aseguran que «los homenajes, las rehabilitaciones,
siguen sentando mal después de tanto tiempo. Mucha gente cree que no hay que
remover las heridas del pasado. Pero todos los muertos, tanto de un lado como
del otro, tienen el derecho de sacarlos donde estén y llevarlos con su
familia». Luna dice que «por lo
menos nosotros, después de tantos años nos enteramos que mi padre estaba
enterrado en el cementerio de Alcázar pero hay muchos que no saben donde están.
Cuando se presentaron los Mapas de la Memoria en la Diputación de Ciudad Real
hable con un señor que no sabía donde está su padre y a eso no hay derecho».
Ninguna de
las dos justifica las barbaridades de los bandos durante la Guerra Civil, al
contrario, critican las fechorías de todos. Emma asegura que «la guerra de tiros acabó y empezó la
verdadera, la represión sistemática del contrario. Ahí está por ejemplo “La
lengua de las mariposas”. La película explica muy bien lo que pasó durante la
represión franquista. La historia no se puede cambiar, hay que decir que la
posguerra fue una vergüenza y que lo sepa todo el mundo». Es necesario que
todo aquello no vuelva a pasar «y para
que no suceda hay que tener muy presente todo, para no volvamos a caer en el
mismo error».
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Domingo, 29 de Agosto del 2021
Sábado, 28 de Agosto del 2021
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Viernes, 9 de Mayo del 2025
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