Opinión

Rodrigo Rato y la visceralidad política

Fermín Gassol Peco | Miércoles, 30 de Septiembre del 2020
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Que Rodrigo Rato no es un modelo a seguir resulta bastante evidente; el uso y abuso fraudulento de las tarjetas black no solo lo llevó a prisión sino que lo han presentado como una persona sin escrúpulos a la hora de manejar dinero ajeno con la consiguiente pérdida del prestigio que antes tuvo, incluso moral.

Ayer sin embargo, la Audiencia Nacional lo ha absuelto en el juicio sobre el caso Bankia. La sentencia se sustancia en más de cuatrocientos folios; pues bien no pocos, incluidos políticos de primera fila lo han condenado. En un alarde de perversa ignorancia para quienes así opinan, parece que Rato ya va a ser culpable por todo aquello que sea juzgado. Escalofriante sería ponerse en manos de estos energúmenos que piensan siempre con sus vísceras políticas.

Y es que la visceralidad es un sentimiento muy profundo e incontrolado que mueve tanto al pensamiento como a las acciones de la persona. Se trata pues de una fuerza emotiva que desborda tanto al entendimiento como a la razón. De ahí que las personas muy viscerales sean seres movidos principalmente por su ímpetu  primario físico o mental. 

Un ejemplo, creo, muy gráfico. Supongamos que en la noticia dada sobre un caso de corrupción no se identifica la filiación política o partido que está implicado. El visceral mantendrá en suspenso su opinión final sobre el asunto hasta saber este dato…y su reacción será muy distinta según que el culpable sea uno de los suyos o de los otros. Censurará y deseará lo peor o callará y buscará mentalmente otros casos parecidos que se hayan dado en el “campo contrario” para, si no justificarlo sí condescender y encontrar comprensión. Cierto que el ejemplo es una caricatura…es decir algo exagerado, que de eso se trata precisamente, para que el ejemplo quede fuertemente dibujado.

A los viscerales nos los encontramos en todos los lugares, en los compañeros del trabajo, en las tertulias de los bares, pero sobre todo en el anonimato de los foros en internet. Causa sonrojo, perplejidad y preocupación lo que se puede llegar a justificar o reprobar amparado tras el muro del ordenador. Desde luego que de democracia…nada.

Creo sinceramente que el mayor enemigo que existe para impedir el avance en la conquista de una mayor calidad democrática se encuentra entre nosotros y responde precisamente al calificativo de visceralidad. Esa fuerza ciega que predispone a rechazar cualquier iniciativa o comportamiento si quien lo hace es alguien de los otros, para justificar a “los veinte minutos” o a doscientos metros el mismo hecho si quien ahora lo realiza es alguno de los míos. La visceralidad no entiende de razones ni objetividades, antes bien es una postura primaria y mediatizada que predispone de antemano y que por ende es fácilmente aprovechable por los políticos para contentar de una manera populista a sus irreflexivos incondicionales.

 Si nuestra calidad democrática dependiera de estos ciudadanos creo que por lo escrito, comprenderán de inmediato lo que pienso: paupérrima.


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