Dos noticias me mueven a escribir
estas letras. Una, la exposición al público por 15 días para alegaciones de la iniciativa para la denominación de calles,
parque San Antonio y Teatro Municipal. Concretamente se proponen denominar al
Teatro Municipal como “Marcelo Grande”, y el cambio de nombre de varias calles.
Otra el artículo de Tinete “El baile de los nombres” publicado en este
periódico el 18 del presente.
Con ese estilo franco, directo, propio,
tomellosero, del pequeño de los Negrillos, al que conocí niño, tras Emiliano y
el querido y llorado compañero de curso y gran amigo Rafel, (q.p,d.), José Antonio propone para el teatro
el nombre de RAMÓN CASERO, tal vez desconocido para la juventud de ahora pero que fue,
nos dice, “ pionero para el teatro, lo
amaba más que a su familia, se desvivía por el teatro, hizo alguna que otra
compañía, siempre ayudaba y dirigía las obras que hacíamos en el Colegio de los
Padres Carmelitas, para celebrar la fiesta de Santo Tomás de Aquino, entonces
el día siete de marzo, nos elegía para representar las obras, a mí no pues yo
era malo, malo no, lo siguiente, estaba de director, montador de todo, lo veías
por la calle e iba hablando solo, y no, es que iba recitando algo o recordando
algún texto, trabajaba en la Fábrica de Harinas de Belló, y siempre lo veías
por el patio en el tiempo libre leyendo alguna obra; creo que en Tomelloso no
hemos tenido un personaje más amante del teatro que Don Ramón Casero.”
Con voz, pero sin voto, en cuanto no soy vecino ni domiciliado en Tomelloso,
me adhiero emocionado a su propuesta a
la que puedo añadir que no sólo en las veladas músico-teatrales del colegio de
Santo Tomás, Ramón Casero participaba dirigiéndonos con una ilusión, una vocación y una entrega
desinteresada, propias solamente del que ama el arte de Talía por encima de
todo, sino que, en las mismas condiciones, participó en las veladas de las
fiestas de la Plaza del Carmen, de
actualidad en estas fechas por la tala de sus árboles.
Conservo memoria gráfica de la
Velada literario-musical del Colegio de Santo Tomás de Aquino, a su glorioso patrón
El Ángel de las escuelas. Tomelloso, 18 de marzo de 1955, en la que, bajo su
dirección escénica, Jesús de la Santa López
(Don Paco) e Ignacio Carretero Rosado
(Leoncio) representaron el entremés mímico “El espejo encantado” y, en
la segunda parte, se puso en escena “El terrible Homobono”, cuento humorístico
en un acto, de Juan Mir, con un largo reparto de trece personajes encabezados
por el hoy ingeniero y querido amigo
Ignacio Carretero Rosado, (Hobono Lechuga), éste superviviente en el papel del
Marqués de Mirabal, el gran médico Evaristo Quevedo Morales, (Campeche), Ramón
Serrano García (El Cazuelo), otros más que figuran en el programa y, cerrando
filas, nuestro amigo y recién nombrado Hijo predilecto de Tomelloso, Blas
Camacho Zancada, en el papel de Gañan
3º.
No asumió Casero,
afortunadamente, en aquella velada, la dirección artística de mi osada
intervención, autoría de guión incluida, en la imitación de Gila, que durante
algún tiempo dio motivo a que me apodaran con ese apellido.
Conservo los papeles de las obras
que, por aquellos años, también bajo la dirección de Ramón, interpretamos en
las fiestas del Carmen, las más en la plaza, alguna en el campo de futbol
cercano. El sainete de los hermanos Álvarez Quintero “Sangre Gorda” que, en el
papel de Santiago, interpreté con Pili Carretero Ayuso en 1956, pieza muy
querida por Ramón que, después, él mismo, en otra ocasión, interpretaría con
Pili. “El ojito derecho” de los mismo
autores, que interpretó mi hermano Luis (q. p. d.) o el enredo de parentescos y
apellidos vascos que hube de interpretar, en el papel de Pio Paez, intentando
confeccionar el intrincado padrón para el censo en “Cuando los hijos de Adán no
son los hijos de la Evarista” y algunos más de los que he perdido memoria,
aunque conservo fotografías.
Ramón Casero era un todo terreno
de la escena y de la pre-escena; era el hombre-teatro de Tomelloso: actor,
director, regidor, maquillador, escenógrafo, diseñador de vestuario, apuntador…
Por cierto, en el programa de la
velada del colegio a que he hecho referencia, intervino, también, un niño
recitando la poesía “El médico cazador” de Vital Haza. Esa que comienza:
“Un doctor muy afanado,/ que jamás cazado había,/ salió una vez, invitado,/
a una alegre cacería.” Y termina:”–«¡Doctor! –exclamó Guillermo/con rabia mal reprimida–, /¡Ahí va un
enfermo! ¡Un enfermo!»/ Y ¡pum! ¡Lo mató en seguida!”
Se llamaba Ramoncito Casero
Linares. Era hijo de Ramón Casero. Muchos años después en el Ayuntamiento de
Madrid topé con un Ramón Casero, gran informático del Centro de tratamiento de
datos de la capital. Le pregunté por su origen y resultó ser este Ramoncito al
que entregué una fotocopia del programa en el que ambos figurábamos. Desde aquí
le envío mis saludos, pues perdí su pista.
El programa lleva la mención de
Don ramón Casero como director de escena, entre otros dos nombres que quisiera
destacar: El del Director musical: Don Eloy Migallón y el del Tenor solista:
Don José Carretero. Migallón, a veces al alimón con el Padre Pedro, otras solo,
nos dirigía en los coros del colegio y, sólo,
en los de los Coros y Danzas con la misma maestría, entrega, generosidad
y afición que Ramón en la escena. En aquellas ocasión en una selección del
“Cancionero Manchego”, la magna obra recopiladora que llevara a cabo el maestro
don Pedro Echevarría Bravo, vecino también del barrio del Carmen, que,
merecidamente, posee calle en Tomelloso, y la “Jota del trust de los Tenorios”
en la que se luciría, como solista, Pepe Carretero. De aquellos ensayos con el
Padre Pedro me viene a la memoria una anécdota. Ante nuestra torpeza y reiterado
desafine en un punto determinado, el Padre nos repetía: “niños atended: es sol, fa, re, mi, dooooo”. A la salida, con su
gran sentido del humor, Gabriel Patón le remedaba: “niños: es sol fa ri me dióooo”.
No puedo terminar estas, ya
largas, líneas sin resaltar la obra de José Carretero, Pepe, verdadera Voz de Tomelloso de entonces y durante
mucho tiempo en la ciudad, en España y en el extranjero con los Coros y Danzas
de Tomelloso; en las veladas del colegio, en la iglesia parroquial y en la
capilla del hospital de las monjas. Recuerdo sus interpretaciones de “La salida
de Juan” de los Gavilanes, de “El Sembrador”” de La Rosa del azafrán, de “Los
vareadores” de Luisa Fernanda, en las que le hacíamos los coros, admirados de sus
facultades, de la potencia, de la belleza, del timbre de su voz. Voz malograda
para la gran escena, merecedora de oportunidades más tempranas. Sé que se las
ofrecieron por entonces. En una ocasión me comentaba: “Ya a esta edad…si me lo
hubieran ofrecido antes…” Vaya desde aquí y desde la distancia de tantos años,
mi recuerdo de admiración y de cariño a su memoria. No tengo el gusto de
conocer personalmente a su hijo, gran pintor, del que sigo sus éxitos desde
lejos, sin duda heredero de las dotes artísticas del padre.
¿Acaso no merece este trío de sencillos,
pero grandes artistas, que se perpetúen sus nombres en su ciudad de una u otra
forma?
Ya que no tengo voto, vaya mi voz por ellos, por los tres y por cada
uno.
Madrid, en confinamiento, 21 de
octubre de 2020.
Nota:
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Sábado, 20 de Abril del 2024
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