Esta semana ha resultado
inevitable hacerse eco de ciertas noticias, alejadas de la realidad económica.
Una de ellas tiene que ver con Vitoria y, al hilo de ella, he escuchado varias
veces que la capital alavesa «es una ciudad pequeña, donde todo el mundo se
conoce».
Reconozco haber buscado el
dato de población en el INE en su aplicación ¿Cuántos habitantes tiene…? y respirar aliviado al
comprobar la cifra a 1 de enero de 2021: 253.093 personas. En esa misma fecha,
Tomelloso contaba con 35.984 habitantes y Socuéllamos con 12.067. Reducidos los
números a relaciones, encuentro que la población de Vitoria es 7 veces la de
Tomelloso y 21 la de Socuéllamos. Ahí es nada.
No hará falta suponer que, en
Tomelloso (y en Socuéllamos) nos conocemos todos si nos aplicamos el comentario,
así como ser conscientes del asombro que provocaríamos en algún habitante de
Membrilla, con 5.927 habitantes, la sexta parte de la población de Tomelloso.
Incluso, si algún membrillato dijera que vive en un pueblo pequeño donde todo
el mundo se conoce y esta sentencia llegara a oídos de uno de los 750
habitantes de Almuradiel, se levantaría alguna que otra mano para formular
alegaciones (Membrilla tiene una población 8 veces mayor que Almuradiel).
Todas, localidades de la
provincia de Ciudad Real, con su capital de provincia, poblada por 75.104
almas, donde todo el mundo se conoce. Un economista explicaría que cualquiera
de las afirmaciones vertidas por todas estas gentes (incluidas las que habitan
Vitoria) son rigurosamente ciertas pues todo es relativo y depende del punto de
vista o de la posición desde la que se mire. Lo que parece claro es que, si en
Vitoria se conocen todos, en Almuradiel también.
Esto de la relatividad quizá
explique la contundencia con la que se ataca al coche. Tendemos a pensar que el
resto vive, respira, siente y ve las cosas como nosotros. Al sacar nuestra cruz
a la calle quitamos de una patada las que han puesto los demás. Lo nuestro es
lo importante. A todos nos pasa.
Lo anterior es problemático
en tanto las decisiones de alto nivel las toman quienes viven en realidades
distintas. Tan distintas que no tienen hijos en edad escolar a quienes llevar
al colegio o no deben desplazarse por carretera durante treinta minutos
(incluso una hora) para llegar al trabajo. O no tienen viñas que podar,
cebollas que recoger, clases que impartir o gestiones que realizar en
localidades más grandes, donde todo el mundo se conoce. Realidades tan
distintas que han olvidado que a estos territorios del interior los vertebra,
nada más y nada menos, que el coche. Si me apuran, realidades tan distintas que
han olvidado que a los hogares concurridos los vertebra el coche, vivan donde
vivan.
El coche como herramienta de
cohesión. La larga recta de casi 21 kilómetros que une Tomelloso con
Socuéllamos se llena durante las mañanas de personas que van y vienen a
trabajar, tejiendo redes económicas que nos mantienen. Podría decirse lo mismo
de los escasos kilómetros que hay entre Manzanares y Membrilla o entre las
localidades de Almagro y Bolaños de Calatrava, por poner dos ejemplos más. Lugares
donde todo el mundo se conoce. Tal vez porque existe el coche y eso nos permite
relacionarnos y vivir aquí.
Ramón Castro
Pérez es profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos, Ciudad
Real)
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Miércoles, 30 de Octubre del 2024
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