Las
calles de Toledo fueron escenario hace hoy quinientos años, el 3 de febrero de
1522, del desenlace de un episodio histórico, el Levantamiento de las
Comunidades de Castilla contra el Emperador Carlos V (el Rey Carlos I de
España): un antecedente inspirador para las primeras democracias de nuestro
país -e incluso del resto del mundo-, en cuanto exigía una mayor participación
de la ciudadanía en la toma de decisiones del Reino y un papel más activo de
las Cortes.
La
noche anterior, una multitud armada se había congregado en torno a la casa de la
líder de la resistencia, María Pacheco: parte de la población no se resignaba a
aceptar la rendición que se había impuesto desde octubre, cuando la ciudad
claudicó ante el ejército realista. Al día siguiente, un agitador detenido en
los sucesos nocturnos iba a ser ejecutado en la horca, lo que precipitó la
escaramuza. Tras una jornada de enfrentamientos, la condesa de Monteagudo,
hermana de Pacheco, propició una tregua al anochecer que fue aprovechada por María
para escapar hacia la Puebla de Montalbán, primero, y a Oporto, después. Ya
nunca regresaría a Toledo.
La
conocida como la ‘Leona de Castilla’ había liderado la resistencia comunera,
tras la debacle en Villalar del 23 de abril de 1521, en la que habían sido
ejecutados Padilla, Bravo y Maldonado. Durante los meses siguientes, el obispo
Acuña y ella constituyeron los principales liderazgos del bando que intentó
prolongar la oposición al Rey desde Toledo, la ciudad que había iniciado la
revuelta dos años antes. Tras la derrota, el clérigo se recluyó en Simancas y,
detenido en un intento de fuga, fue ejecutado en 1526. Pacheco permanecería el
resto de sus días exiliada en Portugal, donde fallecería sin haber solicitado
ni obtenido el perdón real que sí lograron otras figuras de la resistencia.
Como
se puede ver, María Pacheco no fue solo la viuda de Juan de Padilla, aunque
haya quedado relegada, en el mejor de los casos, a unas líneas sueltas en los
libros de historia, a menudo citada con el propio apellido de su marido. Buena
muestra es la dificultad que reconocen haber tenido quienes, a propósito de
estos 500 años de los sucesos comuneros, han vuelto la mirada sobre ella para
encontrar documentación biográfica o iconografía: su retrato más conocido, casi
el único, es un cuadro de Vicente Borrás, custodiado en el Museo del Prado, en
el que aparece llorando la muerte de su esposo en Villalar.
Pacheco,
pese a sus hazañas históricas, no ha merecido la suerte de heroínas similares de
la Guerra de la Independencia, como la coruñesa María Pita o la zaragozana ‘Agustina
de Aragón’. Pero es que la mayoría de las mujeres de su época fueron condenadas
al ostracismo, como si su coraje y su protagonismo espantasen a alguien más que
al enemigo al que se enfrentaron en su día.
Como
Pacheco, otras mujeres contemporáneas que abrieron brecha han sido olvidadas
durante siglos. Lo fue Luisa de Medrano, la atencina que probablemente fue la
primera mujer en ocupar una cátedra universitaria en toda Europa, o la filósofa
albaceteña Oliva Sabuco, que disfrutó en sus días de un enorme prestigio, sospechosamente
desvanecido con el tiempo. También, otras mujeres vinculadas de uno y otro modo
a nuestra tierra, como la humanista taranconera Luisa Sigea -de quien se cumple
ahora el quinto centenario de su nacimiento- y su hermana Ángela, una gran
instrumentista; y la erasmista María de Cazalla, forman parte de una amplia nómina
de mujeres destacadas en las esferas cultural o política de nuestro país
-podemos citar también a Beatriz de Galindo y Francisca de Nebrija-, cuyos
logros se diluyeron en la posteridad. Y cuando no fue el olvido, fue un
tratamiento injusto, incluso caricaturesco, como el que padecieron mujeres imposibles
de borrar de la historia como la Reina Juana, tan vinculada también a la
revuelta comunera, o Ana de Mendoza, la Princesa de Éboli.
En
las Cortes de Castilla-La Mancha nos hemos tomado en serio la irónica
invitación del escritor Oscar Wilde, quien dijo que “el único deber que tenemos
con la historia es reescribirla”. Entendimos que este V Centenario del
Levantamiento de las Comunidades de Castilla no podía pasar de largo y que era
una ocasión de oro para volver a los hechos con la mirada que no se proyectó en
otros centenarios, recuperando protagonismos, especialmente estos femeninos,
que habían sido tradicionalmente obviados o minusvalorados. Lo hemos hecho no
para manipular la historia con análisis presentistas, sino con el objetivo de poner
luz allí donde las sombras ofrecían un retrato incompleto o deformado de los
hechos.
En
la historia de nuestra comunidad autónoma tenemos grandes referentes femeninos
y nuestra obligación no es otra que rescatarlas para que nunca más queden
relegadas a un lugar secundario. Aunque el Instituto de la Mujer de Castilla-La
Mancha viene realizando una intensa labor por recuperar a todas estas referentes
históricas, ocasiones como este V Centenario nos obligaban por principios a
profundizar en esta labor, más aún cuando enfocar el siglo XVI es hacerlo sobre
una época rica en protagonismos femeninos que pueden alentar hoy a las niñas y
jóvenes que sueñan con emprender sus pasos hacia el mundo de la política, la
cultura o la investigación científica.
Creo
que, en mayor o menor medida, lo hemos conseguido, gracias a la colaboración
con la Fundación Impulsa para desarrollar nuestra programación. En este V
Centenario estamos hablando de María Pacheco y de las comuneras en los ciclos
de conferencias, en los medios de comunicación y en el espectáculo de teatro,
música y danza que promovimos con una compañía que tenía un elenco íntegro de
mujeres de nuestra región y que pudimos ver en diferentes escenarios de la comunidad
autónoma en diciembre. Y nos gustaría que este fuese solo un impulso inicial.
Por eso nos emociona que otras instituciones hayan respondido a este estímulo,
como el Ayuntamiento de Guadalajara, que ha renombrado como Plaza María de
Pacheco uno de sus espacios más emblemáticos, en el que se sitúa el histórico
Parque de la Concordia; o el Ayuntamiento de Toledo, con quien en los próximos
meses inauguraremos una estatua erigida en memoria de la ‘Leona de Castilla’, situándola
en sus calles en pie de igualdad con Padilla, quien tiene una estatua en la
ciudad desde 2015.
Ojalá
este V Centenario, que ya encara su recta final, esté sirviendo no solo para
reconocer al levantamiento comunero como un antecedente directo de nuestra
democracia actual y de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha -un aspecto
en el que nos hemos detenido a reflexionar en otras ocasiones- sino también
para devolver literalmente a María Pacheco y a sus contemporáneas al lugar que
les corresponde, no solo en las páginas de los libros de historia, sino también
en el espacio público.
Pablo
Bellido, presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha
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Sábado, 13 de Diciembre del 2025
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