Este jueves el Museo Infanta Elena, que pertenece a la Obra
Social de Virgen de las Viñas Bodega y Almazara, va a inaugurar una gran
exposición del reconocido artista valenciano Francisco Salvador Nicolau. Con el
título de “Sebastián Nicolau. Come back” la muestra recorre los últimos tres
lustros de creación del artista y revisa obras anteriores. La espectacular
exposición que Sebastián Nicolau va a inaugurar en el Infanta Elena descubre a
un creador complejo que despliega su universo creativo a través de diversas
disciplinas artísticas como la pintura, el dibujo o la escultura.
El artista se encuentra en pleno proceso de montaje de la
exposición, nos lo encontramos esgrimiendo un nivel y trazando líneas paralelas
en el lugar que va a ocupar uno de sus cuadros. Hay obras por el suelo,
cartelas y herramientas en los bancos y en aparente caos surge la serena voz
del artista que, amablemente, deja la faena para atender a los periodistas de
La Voz. Estamos seguros que la muestra, que reafirma la apuesta clara del Museo
Infanta Elena por el arte contemporáneo, no va a dejar a nadie indiferente.
Mientras hablamos recorremos los pasillos de la sala de exposiciones y Salvador
nos va explicando su obra.
Artista multidisciplinar con una trayectoria de casi
cincuenta años mostrada en exposiciones individuales y colectivas tanto en las
principales capitales españolas como en países como Japón, Estados Unidos,
Suiza, Italia, Francia, Alemania o Portugal. Su obra está presente en
colecciones como las del IVAM, Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, la
Fundación Mapfre, la Fundación Banco Sabadell, el Museo D’Arte Dello Splendore
(Italia), el Centro de Arte Contemporáneo Caja Burgos, Fundación Hortensia
Herrero o la propia Fundación Bancaja, entre otras. En 2018 publicó el libro
“Mercurio entre los dedos. Piedras calaverinas”, editado por Makma y con
prólogo de Alfonso de la Torre.
—¿Por qué un título en inglés?
—La exposición se titula “Sebastián Nicolau. Come back”. El
título está en inglés porque si lo hubiese puesto en español habría reducido el
concepto de la exposición. Mi anterior muestra se llamaba “Land”, la podría
haber nombrado “paisaje”, pero me resultada excesivamente ceñido a lo que
representa esa palabra. En inglés los vocablos tienen una abstracción mayor, ya
no es solo paisaje, es también territorio; un territorio personal. Es un país,
es un espacio…
—¿La muestra es una retrospectiva?
—“Come back” no es exactamente una retrospectiva, pero los
últimos quince años de mi obra sí están aquí representados. No solo hace
referencia a esta vuelta atrás, hay una línea cronológica que recorre a estos
tres lustros. Pero, además, hay otra línea temporal subyacente a través de
piezas anteriores a estos quince años. Sin haberlo pretendido al principio, sí
que al revisar obras anteriores he ido encontrado piezas de, incluso cuarenta
años atrás que, siendo absolutamente diferentes, eran al mismo tiempo
absolutamente idénticas a lo que estaba haciendo. Cambiaba el formato, cambiaba
una figuración realista sobre una más abstracta, pero al final, no sé por qué,
la forma, un pliegue pintado con respecto a otro creado años después con unas
planchas metálicas, acaban teniendo muchos puntos en común. Por eso, “Come back” hace referencia a esas
dos cronologías, a la que establece los últimos años de actuación y a la que se
implanta en unos recuerdos mucho más anteriores que se imbrican y van dando
pistas de las últimas obras.
—¿Qué le parece la apuesta clara de esta empresa, una
cooperativa agrícola en este caso, por el arte?
—Por cuestiones familiares conozco Tomelloso desde hace
muchos años. Mi hermano y su mujer fueron profesores de la Escuela de Arte y
mis sobrinos nacieron aquí. Tengo una cierta vinculación con la ciudad. A pesar
de ello, sigo sin salir de mi asombro cada que vez que regreso y Rafael Torres
me muestra las innovaciones que lleva a cabo en la cooperativa Virgen de las
Viñas. Por otro lado, es digo de alabar el afán de una cooperativa por promover
el arte a través de su obra social, promoviendo un premio de los mejor dotados económicamente
del país, del que he tenido el honor de ser jurado. Y no conformándose con eso,
tiene un museo de nueva planta en medio de La Mancha por el que han pasado
artistas de primer nivel, algo que me parece absolutamente fantástico.
—Nos podría justificar la evolución artística tan
particular de Sebastián Nicolau.
—Es una evolución, como dice, muy particular y que puede dar
una visión, a veces confusa, de que puede haber cosas muy diferentes. Pero el
montaje de esta exposición redunda en todo lo contrario. Por muy distintos que
sean los resultados de algunas de las piezas, el establecer ciertas obras que
funcionen como nexo de unión, hace que se entienda muy bien que, al final, la
obra es la misma, el artista es el mismo y estamos, casi siempre, dando vueltas
a una misma idea por muy diferente que sea el enfoque para resolverla.
—Sebastián Nicolau es un artista inequívocamente valenciano,
tanto que tiene su taller en pleno barrio de Ruzafa, ¿hay alguna característica
que identifique al arte valenciano?
—La cantidad, somos muchos artistas, y la calidad. Afortunadamente
no hay nada que nos unifique, como una escuela. Hay artistas valencianos de
primerísimo nivel y con una gran actividad, la comunidad ha dado muchos frutos
en este sentido.
El trabajar en Ruzafa sí me ha cambiado la visión de lo que
estás haciendo, ya que trabajas en función del espacio que tienes. Antes tenía
un estudio pequeño que, para hacer cosas grandes, tenía que convertirlas en polípticos,
cosas pequeñas para poder unirlas. Sin embargo, cuando tienes un espacio mayor
te da la posibilidad, como ha pasado en estos últimos años, de hacer piezas muy
grandes y, también con distintos materiales.
—Nos contaba Antonio López que, dentro de lo malo, la
pandemia ha venido bien a los artistas, dado que su trabajo es muy solitario…
—No estoy tan seguro. Nos ha venido bien a muchos, pero a otros
no tanto. Depende de como le haya afectado anímicamente esta situación. Sí, es
verdad que los artistas estamos encerrados en nuestro estudio la mayor parte
del tiempo, en ese sentido hemos tenido menos interrupciones, menos
distracciones. Durante la pandemia he trabajado bastante, pero he producido muy
poco, me he centrado en mí mismo, en el estudio, trabajando mucho en el
ordenador y de ese trabajo ha surgido la parte “Come back”, como serie. Es lo último
que estoy haciendo, trabajos a partir de fotografías con una iconografía de los
años 80 prácticamente, donde yo trabajaba dentro de la realidad, el realismo y
la figuración realista con naturalezas muy cercanas. Bosques, aspectos
florales, bodegones, clásico con respecto al objeto de referencia, pero con una
visión que entonces no lo era tanto.
—Usted lleva medio siglo exponiendo, ¿aún se pone
nervioso cuando se acerca una inauguración?
—Por supuesto. Siempre. No se pueden evitar los nervios. Las
salas son diferentes, no sabes si las piezas van a funcionar como tú las has
pensado. A pesar de que conocía el Museo Infanta Elena y siendo un espacio
magnífico, tiene su complejidad. Es necesario tener siempre una relación amable
con el espacio y en esta ocasión, la sala me ha ido sugiriendo el montaje del
que estoy extraordinariamente contento.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024