La cueva alberga siete tinajas de barro de unas 280 arrobas de capacidad, una de ellas está rota y están hiladas por un empotre de yeso. No todas tienen la misma forma. José María Díaz, nuestro experto tinajero, explica que algunas tienen forma de pirindola y otras cuentan con una base más ancha y añade algo curioso:“las tinajas de barro reventaban de dos maneras,  unas veces por la parte de delante o por la parte de atrás, pero en otros ocasiones se aplanaban, cayendo la tinaja desde la boca, provocando un ruido ensordecedor y algo de temblor en las habitaciones contiguas". Además de las tinajas grandes, hay otras tres de pequeñas dimensiones, la del gasto y la del vinagre en muy buen estado de conservación.

Miguel Ángel Aguado se enorgullece de haber conservado una cueva que apenas ha tocado. “Solo la  lumbrera por la seguridad de los viandantes y ese arreglo que hubo que hacer en la escalera. La encalamos porque nos aconsejaron que así se conserva mucho mejor. Además, tiene ventilación cruzada para evitar humedad. Entra el aire por la lumbrera y por un agujero con cuello de cisne que hicimos en la parte contraria”.

La antigüedad de la cueva se refleja en un conducto hecho con tejas que baja por el desgarre de la lumbrera y  conducía el mosto hasta la canaleta. “Como no había mangas, la gente cavilaba y organizaban estos conductos para llevar el mosto a las tinajas”. El techo está en la pura tosca y en una de las paredes  permanece el hueco que se hizo para que pudiera encajar la panza de otras tinajas, que finalmente no llegaron a la cueva. En la cueva llegó a haber una tinaja enterrada, la que recogía el mosto que se derramaba cuando otra tinaja reventaba. Según explica, José María “esta solución se adoptaba en los tiempos que no había cemento en Tomelloso. Cuando sí había, se hacía el barranco y lo enlucían, pero antes se enterraban las tinajas”.

 Algunos curiosos aperos observamos también en nuestra visita como una gradilla y varias bombonas recubiertas con materiales diferentes: esparto, mimbre y plástico. Algunas son de boca ancha y se utilizaban para echar pimientos en vinagre y cebollas, también los famosos tomates en sal que se hacían en tantas casas de Tomelloso. Ahora lo que conservan son varias botellas de vino Tomillar y,  sobre todo, la ilusión de guardar en el mejor estado posible esta cueva que nos ha encantado.