Bendita
tú eres
María
de las Viñas
estrella en la mañana
efigie
de tu villa.
Bendice
este pueblo
que
tu manto cobija
y,
como dijo aquel monje,
pon
en mí, Madre,
las palabras que quiero decir.
Ante este
grandísimo honor para cualquier persona que ame su tierra y sus tradiciones,
quiero comenzar agradeciendo a Alejandro Ramírez Soriano y a su Junta Directiva
este nombramiento. Felicitar también a quienes me acompañan esta noche en este
cometido, dos grandes referentes de nuestra localidad: la Cooperativa Virgen de
las Viñas como Mayoral, y el pianista Miguel Huertas Camacho. Con ellos y con
todos ustedes, cuya presencia agradezco, abriremos el portón de la Romería
2023.
Consiliario, presidente de la Hermandad y Junta Directiva, autoridades, amigos; hermanos todos. Buenas noches.
En esta noche
abrimos
puertas y ventanas.
Que
prenda el tomillo,
el
espliego, la retama;
vienen
los romeros
con
Madre en andas.
Vistamos
el corazón
con
la bondad de su mirada.
Los
balcones engalanados,
la
alegría en la cara,
María de las Viñas nos aguarda.
Porque decir
Romería en Tomelloso es decir encuentro de caminos. Es ese fuego encendido en
invierno, o ese abrazo fraternal en silencio. Es agitar la ilusión y sentir
como la emoción creciente revolotea en el estómago en ese último domingo de
abril, que nace más luminoso aún estando nublado, más intenso en su despertar.
Decir Romería en
Tomelloso es sentir ese pálpito en el ánimo y echarse a la calle con la mochila
al hombro. Descorrer las nubes si las hubiera y hacerle guiños al sol, para
después partir el pan de cruz con el
hermano, y bendecirlo con el dulce vino en los labios y la alegría en el
corazón.
Porque ese día,
los tomelloseros dormimos la pereza de la costumbre, para despertar cada año la
raíz que nos habita, en el convencimiento de lo que somos amando lo nuestro.
Tenemos suerte de poder disfrutar de esta romería en honor a la Virgen de las Viñas. Nuestros antecesores nos fueron pasando el testigo para aunar fe, tradiciones, bailes e historia. Poco a poco vamos sumando años a nuestra festividad, afianzando costumbres que nos honran, fruto de la devoción y del legado de nuestros antepasados, de todas y cada una de las personas que pusieron su grano de arena en mayor o menos medida, para que hoy podamos estar aquí. Las generaciones se van sucediendo y muchos nombres quedaron en el anonimato, tampoco existían los medios de los que hoy disponemos para dejar registros de todo; aun así, dejaron su impronta. Por eso, aunque miremos siempre hacía delante, no debemos perder la estela de su trabajo, de sus enseñanzas. Tuvimos la suerte de tenerles. Tenemos la suerte de tenerte, Madre.
Devoción a
María
De niña te recuerdo esperándome, cuando de la mano de mis padres acudía expectante a Pinilla. Una mezcla de regocijo y alboroto me recorría. Puedo evocar sin esfuerzo aquellos instantes, esa felicidad completa que de niños podemos tocar. Con los ojos muy abiertos pasaba ante las reatas y las carrozas artísticas que, desde mi altura de niña, se me antojaban enormes. Ya en el Santuario me acercaba con devoción a la Virgen, con ese sentimiento de profundo respeto que desde pequeña aprendí de mis mayores. Imposible olvidar aquella emoción al mirar su imagen, esa sensación de paz y tranquilidad. Me parecía oír sus palabras: Yo soy tu madre del cielo.
Cuántas
veces, Madre,
caminando sobre surcos
en
mis retinas de niña
he
imaginado tu estampa
sobre
este mar de viñas.
Te
veía en un haz de luz
con
los brazos abiertos
y
en el rostro una sonrisa.
Ven
a mí, decías,
y
yo me acercaba
amorosamente cautiva.
Ya en la adolescencia, donde las emociones son tan intensas, y todo está pincelado con esa luz algo irreal, empecé a tomar conciencia de comunidad. Me descubrí como un eslabón más de la cadena que unía voluntades y, personalmente, quería participar de ese día grande que como sociedad vivía Tomelloso en honor a su Patrona: su Romería.
Extiende
abril su manto
con
la luz de tu aura,
amor
sin quebranto
bajo
tu estela sagrada.
Sin embargo, fue ya con mis hijos de la mano cuando comprendí lo que se me había revelado. Y al contemplar a María de las Viñas entendía su desvelo, su inquietud, su amor sublime: el amor de una madre. Porque sólo el verdadero amor nos puede salvar del mundo y, a veces, de nosotros mismos, de tomar direcciones equivocadas que nos causen dolor. La falta de valores humanos y de fe, conducen a la humanidad hacia una continua aflicción. Tener ese asidero cuando el mar está revuelto y creemos zozobrar, será nuestro mayor consuelo. Y ella, mejor que nadie sabe de angustia y sufrimiento. También del amor más puro, la entrega más certera. Como madre espiritual, bajo la advocación de María de las Viñas, le pedimos amparo y refugio elevando nuestras oraciones. Oraciones por el mundo, por las familias, por nuestros hijos.
Convoco
el tiempo en mis manos
añorando
momentos de un pasado remoto.
Quedé enredada en
aquellas sonrisas blancas
-vigilias
en duermevela-
que
encendían ventanas apagadas
en
el silencio oscuro de la noche.
Añoro
el eco de voces infantiles
que
resonaban en el largo pasillo,
aquellos
juegos de risas abiertas
con susurros en tardes de siesta
en
un tiempo de luz aún presente.
Convoco
el tiempo en mis manos…
cómo
olvidar vuestras caritas de luna,
aquellos
abrazos de azúcar
en
un calendario sin ausencias,
donde
vuestros besos eran mi mundo
y me salvaron para siempre.
A ella la oración del pan de cada día en tantas noches de miedo, de mirar al cielo ante el temor del granizo o del hielo. También le pedimos por ese agua tan necesaria para todos, cuando la sequía agosta nuestros campos.
Madre
de pueblo labrador,
tú
sabes que somos de pocas palabras
sino
callos en las manos y corazón.
Hoy
te pido desde el rincón del alma
que
nuestras tierras resecas
sean
bendecidas por el agua,
que
no sea sólo el sudor del labrador
el
que moje la tierra agotada…
Madre
de pueblo labrador,
hoy
te pido desde
el rincón del alma.
Desde tiempos inmemoriales las personas necesitaron de calor humano y espiritual. Necesitaron buscar respuestas. Encender ese halo de luz que iluminase su propia oscuridad. La fe, ese milagro de cada día en su amanecer. Bendita excusa si acaso, para derramar todo el amor que late en el pulso en compañía del peregrino, que nunca ha de sentirse solo por largo que sea el camino.
Recorría
la vida
a
corazón descubierto
con
su costra reseca
y
su afable interior.
En
su maleta no cabían
más
distancias ni silencios.
Era
un hombre de paz,
mas
seguía coleccionando heridas…
Necesitaba tanto el crepitar de un fuego.
Necesitamos llenar ese vacío. Poner cara al misterio. Indagar muy adentro para airear los recovecos del ego y sabernos necesitados de los demás. De nada sirve un bagaje lleno de florituras. Nos paseamos heridos de muerte, con esa orfandad vieja que llevamos a cuestas al salir a la intemperie, incapaces por nosotros mismos de aplacar. Nos dejamos deslumbrar por focos que maquillan la noche y, en ese libre albedrio, nos conducimos por caminos equivocados. Y cuántas veces, Madre, sufrimos y hacemos sufrir.
¿Quién
le quita el resplandor a la luna?
¿Quién
impide que los rayos del sol
calienten
los corazones?
¿Quién
roba la paz a un mundo ensombrecido?
Madre,
no permitas que nos perdamos
en
un entorno de brumas y falacias
con brillos de oropel y escarcha
donde
todo tiene un precio
y
hablar no cuesta nada.
No
permitas que haya senderos
de abrojos con balas perdidas que matan
ni
manos en amenaza
que
golpean a inocentes que callan.
No
permitas que siga habiendo
bocas
sin el pan de cada día,
ni
jóvenes que se inyecten oscuridad.
Porque
tú conoces, Madre,
los
bocetos del alma,
las
letanías que con labios
apretados
escapan,
para
sembrar en cada surco
en
cada viñedo de tu bella estampa.
Ayúdanos,
Madre,
no
permitas que se nos reseque el alma.
No nos dejes en la estacada.
Porque aquí seguimos, Madre, restando días a nuestro trayecto. Intentando permanecer erguidos ante tanta locura y desafíos. Hemos cambiado decorado y vestido, pero seguimos siendo los mismos, con idénticos errores; eso sí, con muchas prisas para no ir a ningún sitio. Seguiremos acudiendo a la calma de tu amparo. Y esa sed eterna que no se aplaca en la tierra, será saciada en la oración de tu abrazo. Ya ves, Patrona bendita, cuánto te necesitamos.
Tomelloso brilla
de una manera especial el último domingo de abril. Toda la actividad se
concentra en el Santuario de Pinilla, donde María de las Viñas nos espera. Ese
día, esta pequeña ciudad, este gran pueblo, acoge con los brazos abiertos a
quien nos quiera acompañar. Nos verán con nuestras blusas y pañuelos de hierbas,
indumentaria de nuestros labradores de antaño, hombres y mujeres que con mucho
esfuerzo, hicieron de nuestra localidad lo que es hoy. Así que, afinemos
instrumentos, engalanemos nuestras reatas (orgullo y admiración dentro y fuera
de nuestra ciudad) y todos hermanados, vayamos al Santuario de Pinilla donde
Madre nos espera. Atalaya de luz. Bella estampa de un perfecto lienzo de verdes
y ocres cada abril que ella preside.
Cuando
la tarde declina
te
veo venir de lejos
con
música de campanillas
entre
los verdes viñedos.
Ya
viene Madre del Santuario
feliz
con su niño en brazos
con
garbo y a buen paso
entre
vivas y aplausos.
El
aire huele a primavera
y en el cielo vuelan vencejos
en
su aura hay azucenas
que
pintan coros de luceros.
¡Ay,
Madre! Ya te vas acercando
cantando
vienen los romeros
y
yo de alegría llorando.
Vecinos y vecinas de Tomelloso, hondo lo sentimos y fuerte lo decimos
¡Viva la Virgen de las Viñas!
¡Viva Tomelloso!
María
Teresa Lozano López.
Tomelloso 28/04/2023
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Domingo, 28 de Abril del 2024
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Jueves, 12 de Diciembre del 2024
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