Romería

Pregón de la Romería del 2023 en honor a la Virgen de las Viñas

María Teresa Lozano López | Viernes, 28 de Abril del 2023
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Bendita tú eres

María de las Viñas

 estrella en la mañana

efigie de tu villa.

Bendice este pueblo

que tu manto cobija

y, como dijo aquel monje,

pon en mí, Madre,

las palabras que quiero decir. 

Ante este grandísimo honor para cualquier persona que ame su tierra y sus tradiciones, quiero comenzar agradeciendo a Alejandro Ramírez Soriano y a su Junta Directiva este nombramiento. Felicitar también a quienes me acompañan esta noche en este cometido, dos grandes referentes de nuestra localidad: la Cooperativa Virgen de las Viñas como Mayoral, y el pianista Miguel Huertas Camacho. Con ellos y con todos ustedes, cuya presencia agradezco, abriremos el portón de la Romería 2023.

Consiliario, presidente de la Hermandad y Junta Directiva, autoridades,  amigos; hermanos todos. Buenas noches. 

En esta noche

abrimos puertas y ventanas.

Que prenda el tomillo,

el espliego, la retama;

vienen los romeros

con Madre en andas.

Vistamos el corazón

con la bondad de su mirada.

Los balcones engalanados,

la alegría en la cara,

María de las Viñas nos aguarda. 

Porque decir Romería en Tomelloso es decir encuentro de caminos. Es ese fuego encendido en invierno, o ese abrazo fraternal en silencio. Es agitar la ilusión y sentir como la emoción creciente revolotea en el estómago en ese último domingo de abril, que nace más luminoso aún estando nublado, más intenso en su despertar.

Decir Romería en Tomelloso es sentir ese pálpito en el ánimo y echarse a la calle con la mochila al hombro. Descorrer las nubes si las hubiera y hacerle guiños al sol, para después  partir el pan de cruz con el hermano, y bendecirlo con el dulce vino en los labios y la alegría en el corazón.

Porque ese día, los tomelloseros dormimos la pereza de la costumbre, para despertar cada año la raíz que nos habita, en el convencimiento de lo que somos amando lo nuestro.

Tenemos suerte de poder disfrutar de esta romería en honor a la Virgen de las Viñas. Nuestros antecesores nos fueron pasando el testigo para aunar fe, tradiciones, bailes e historia. Poco a poco vamos sumando años a nuestra festividad, afianzando costumbres que nos honran, fruto de la devoción y del legado de nuestros antepasados, de todas y cada una de las personas que pusieron su grano de arena en mayor o menos medida, para que hoy podamos estar aquí. Las generaciones se van sucediendo y muchos nombres quedaron en el anonimato, tampoco existían los medios de los que hoy disponemos para dejar registros de todo; aun así, dejaron su impronta. Por eso, aunque miremos siempre hacía delante, no debemos perder la estela de su trabajo, de sus enseñanzas. Tuvimos la suerte de tenerles. Tenemos la suerte de tenerte, Madre. 

Devoción a María                                                         

De niña te recuerdo esperándome, cuando de la mano de mis padres acudía expectante a Pinilla. Una mezcla de regocijo y alboroto me recorría. Puedo evocar sin esfuerzo aquellos instantes, esa felicidad completa que de niños podemos  tocar. Con los ojos muy abiertos pasaba ante las reatas y las carrozas artísticas que, desde mi altura de niña, se me antojaban enormes. Ya en el Santuario me acercaba con  devoción  a  la Virgen, con ese sentimiento de  profundo  respeto  que   desde pequeña aprendí de mis mayores. Imposible olvidar aquella emoción al mirar su imagen, esa sensación de paz y tranquilidad. Me parecía oír sus palabras: Yo soy tu madre del cielo. 

Cuántas veces, Madre,

caminando sobre surcos

en mis retinas de niña

he imaginado tu estampa

sobre este mar de viñas.

Te veía en un haz de luz

con los brazos abiertos

y en el rostro una sonrisa.

Ven a mí, decías,

y yo me acercaba

amorosamente cautiva. 

Ya en la adolescencia, donde las emociones son tan intensas, y todo está pincelado con esa luz algo irreal, empecé a tomar conciencia de comunidad. Me descubrí como un eslabón más de la cadena que unía voluntades y, personalmente, quería participar de ese día grande que como sociedad vivía Tomelloso en honor a su Patrona: su Romería. 

Extiende abril su manto

con la luz de tu aura,

amor sin quebranto

bajo tu estela sagrada.

 

Sin embargo,  fue ya con mis hijos de la mano cuando comprendí lo que se me había revelado. Y al contemplar a María de las Viñas entendía  su desvelo, su inquietud, su amor sublime: el amor de una madre. Porque sólo el verdadero amor nos puede salvar del mundo y,  a veces, de nosotros mismos, de tomar direcciones equivocadas que nos causen dolor. La falta de valores humanos y de fe, conducen a la  humanidad hacia una continua aflicción. Tener ese asidero cuando el mar está revuelto y creemos zozobrar, será nuestro mayor consuelo. Y ella, mejor que nadie sabe de angustia y sufrimiento. También del amor más puro, la entrega más certera. Como madre espiritual, bajo la advocación de María de las Viñas, le pedimos amparo y refugio elevando nuestras oraciones. Oraciones por el mundo, por las familias, por nuestros hijos. 

Convoco el tiempo en mis manos

añorando momentos de un pasado remoto.

Quedé enredada en aquellas sonrisas blancas

-vigilias en duermevela-

que encendían ventanas apagadas

en el silencio oscuro de la noche.

Añoro el eco de voces infantiles

que resonaban en el largo pasillo,

aquellos juegos de risas abiertas

con susurros en tardes de siesta                 

en un tiempo de luz aún presente.

Convoco el tiempo en mis manos…

cómo olvidar vuestras caritas de luna,

aquellos abrazos de azúcar

en un calendario sin ausencias,

donde vuestros besos eran mi mundo

y me salvaron para siempre. 

A ella la oración del pan de cada día en tantas noches de miedo, de mirar al cielo ante el temor del granizo o del hielo. También le pedimos por ese agua tan necesaria para todos, cuando la sequía agosta nuestros campos. 

Madre de pueblo labrador,

tú sabes que somos de pocas palabras

sino callos en las manos y corazón.                            

Hoy te pido desde el rincón del alma

que nuestras tierras resecas

sean bendecidas por el agua,

que no sea sólo el sudor del labrador

el que moje la tierra agotada…

Madre de pueblo labrador,

hoy te pido desde

el rincón del alma. 

Desde tiempos inmemoriales las personas necesitaron de calor humano y espiritual. Necesitaron buscar respuestas. Encender ese halo de luz que iluminase su propia oscuridad. La fe, ese milagro de cada día en su amanecer. Bendita excusa si acaso, para derramar todo el amor que late en el pulso en compañía del peregrino, que nunca ha de sentirse solo por largo que sea el camino. 

Recorría la vida

a corazón descubierto

con su costra reseca

y su afable interior.

En su maleta no cabían

más distancias ni silencios.

Era un hombre de paz,

mas seguía coleccionando heridas…

Necesitaba tanto el crepitar de un fuego. 

Necesitamos llenar ese vacío. Poner cara al misterio. Indagar muy adentro  para airear los recovecos del ego y sabernos necesitados de los demás. De nada sirve un bagaje lleno de florituras. Nos paseamos heridos de muerte, con esa orfandad vieja que llevamos a cuestas al salir a la intemperie, incapaces por nosotros mismos de aplacar. Nos dejamos deslumbrar por focos que maquillan la noche y, en ese libre albedrio, nos conducimos por caminos equivocados. Y cuántas veces, Madre, sufrimos y hacemos sufrir. 

¿Quién le quita el resplandor a la luna?

¿Quién impide que los rayos del sol

calienten los corazones?

¿Quién roba la paz a un mundo ensombrecido?

Madre, no permitas que nos perdamos

en un entorno de brumas y falacias

con brillos de oropel y escarcha                               

donde todo tiene un precio

y hablar no cuesta nada.

No permitas que haya senderos

de abrojos con balas perdidas que matan

ni manos en amenaza

que golpean a inocentes que callan.

No permitas que siga habiendo

bocas sin el pan de cada día,

ni jóvenes que se inyecten oscuridad.

Porque tú conoces, Madre,

los bocetos del alma,

las letanías que con labios

apretados escapan,

para sembrar en cada surco

en cada viñedo de tu bella estampa.

Ayúdanos, Madre,

no permitas que se nos reseque el alma.

No nos dejes en la estacada. 

Porque aquí seguimos, Madre, restando días a nuestro trayecto. Intentando permanecer erguidos ante tanta locura y desafíos. Hemos cambiado decorado y vestido, pero seguimos siendo los mismos, con idénticos errores; eso sí, con muchas prisas para no ir a ningún sitio. Seguiremos acudiendo a la calma de tu amparo. Y esa sed eterna que no se aplaca en la tierra, será saciada en la oración de tu abrazo. Ya ves, Patrona bendita, cuánto te necesitamos. 

Tomelloso brilla de una manera especial el último domingo de abril. Toda la actividad se concentra en el Santuario de Pinilla, donde María de las Viñas nos espera. Ese día, esta pequeña ciudad, este gran pueblo, acoge con los brazos abiertos a quien nos quiera acompañar. Nos verán con nuestras blusas y pañuelos de hierbas, indumentaria de nuestros labradores de antaño, hombres y mujeres que con mucho esfuerzo, hicieron de nuestra localidad lo que es hoy. Así que, afinemos instrumentos, engalanemos nuestras reatas (orgullo y admiración dentro y fuera de nuestra ciudad) y todos hermanados, vayamos al Santuario de Pinilla donde Madre nos espera. Atalaya de luz. Bella estampa de un perfecto lienzo de verdes y ocres cada abril que ella preside.

Cuando la tarde declina

te veo venir de lejos

con música de campanillas

entre los verdes viñedos.

 

Ya viene Madre del Santuario

feliz con su niño en brazos

con garbo y a buen paso

entre vivas y aplausos.

 

El aire huele a primavera

 y en el cielo vuelan vencejos

en su aura hay azucenas

que pintan coros de luceros.

 

¡Ay, Madre! Ya te vas acercando

cantando vienen los romeros

y yo de alegría llorando.

 

Vecinos y vecinas de Tomelloso,  hondo lo sentimos y fuerte lo decimos

¡Viva la Virgen de las Viñas!

¡Viva Tomelloso!

María Teresa Lozano López.

Tomelloso 28/04/2023

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