Tomelloso

Tonino Tarquini: «La prevención del suicidio debería centrarse en tres grandes pilares: identificar, diagnosticar y tratar»

La Voz habla con el reconocido Piscólogo Sanitario del suicidio

La Voz | Domingo, 11 de Junio del 2023
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Desde la noche de los tiempos siempre ha habido en la sociedad una cierta negativa a tratar el tema del suicidio, como si los medios de comunicación u otros canales de divulgación presentaran un cierto veto o respeto al tratar el tema. Por suerte en los últimos tiempos, esta tendencia, que nos acompañaba desde décadas o siglos parece estar cambiando. Si, porque el suicidio no es, y no tiene por qué ser un tema tabú, es un tema actual, del cual necesitamos hablar si queremos normalizar el estigma que lo acompaña. El suicidio ha sido un tema difícil da tratar debido a la estigmatización social fruto de la vergüenza, asociado a patologías o trastornos mentales. Se calcula que detrás de un alto porcentaje de suicidio hay relacionado algún trastorno psicológico.

Según la RAE por suicidio se entiende el acto voluntario de quitarse la vida. El origen de la palabra suicidio se encuentra en el latín, “suicidium” compuesto por dos palabras, “sui” que significa “a si” y “cidium” que significa “matar”.

Según los últimos datos publicados por el INE, el número de personas muertas por suicidio sigue creciendo, y esto teniendo en consideración algunas lagunas en el sistema de categorización o contabilización, que podrían hacer los datos aún peores de lo que ya son. Solo en 2021 murieron por esta causa en España 4003 personas, (2982 hombres y 1021 mujeres). Y en el primer semestre del pasado año la cifra siguió subiendo alrededor de un 5% respecto al año anterior. La franja de edad entre los 45 y 54 es  donde se encuentran más suicidios. Dicho de otra forma, en España cada 2 horas se quita la vida una persona. Tres de cada cuatro suicidios son llevados a cabo por hombres. El ahorcamiento es el método más común para materializarlo, seguido de arma de fuego y envenenamiento (sobre todo en mujeres). Se calcula que por cada persona que ha consumado el suicido hay otras veinte que lo intentan sin el éxito esperado. En una sola hora diez personas intentarán quitarse la vida. Pensar, simplemente en el espacio temporal que estáis leyendo esta entrevista cuantas personas están consumiendo una conducta autolítica. El suicido, en la actualidad, ha llegado a ser un problema de salud pública relevante, además de una seria problemática social.

Aunque la especie humana ha evolucionado durante el transcurso de los milenios, los motivos por los cuales muchas personas recurren a esta práctica, suelen ser casi los mismos.

Desde la antigua Grecia, el mismo Sócrates, a consecuencia de una sentencia de culpabilidad por parte del estado, se quitó la vida de forma voluntaria. Su discípulo Platón, aunque no aceptaba el acto voluntario de quitarse la vida, si reconocía tres circunstancias que lo legitimaban: Que el estado lo ordenase, sufrir una enfermedad incurable o situaciones de extremas crisis.

Los Romanos siguieron en la misma linea de los griegos, catalogando el suicido como un acto no legitimo ya que solo los dioses podían decidir sobre la vida de los humanos.

Aunque los propios romanos fueron los primeros en reconocer un “atenuante” en aquella situación específica asociada a un desequilibrio mental.

La religión cristiana, excepto algunas incongruencias presentes en libros sagrados, se manifestó abiertamente en contra del suicidio, pues según la misma: la vida es propiedad del Señor y no podemos disponer libremente de ella.

Esto nos ayuda a interpretar el concepto que se ha ido perpetuando a lo largo de los siglos y que ha reforzado el estigma sobre el mismo. El suicido es un pecado y el suida es un pecador a los ojos de Dios, y como consecuencia, a los ojos de la misma comunidad.

En el renacimiento y en el romanticismo conforme el conocimiento se iba abriendo camino se inició una asociación entre el suicidio y trastornos o desequilibrios emocionales. A principios del pasado siglo Freud asoció el acto del suicidio a un evento presente, fruto de sucesos traumáticos del pasado. En su obra “Totem y Tabu” Sigmund Freud afirmaba que el impulso suicida resulta ser por regla general un autocastigo, fruto del deseo de muerte dirigido a otros.

Sean cuales sean los diferentes paradigmas o visiones filosóficas a lo largo de la historia, es evidente que el suicidio siempre ha estado relegado a tema tabú un poco por ignorancia o simplemente por miedo.

—¿Qué Pasa en el cerebro de un adolescente que pierde la esperanza en la vida hasta el punto de quitarse la misma?

—Uno de los datos más patentes y al mismo tiempo preocupantes, es el aumento de suicidios, que se está produciendo en la franja de edad entre los 10 y 14 y los 15 y 19 años. Es una evidencia, que las conductas suicidas entre los adolescentes a raíz de la pandemia se han disparado, y la tendencia no deja de crecer. Las variables psicosociales que están relacionadas con un comportamiento autolítico, pueden ser múltiples y varían desde presiones sociales hasta el maltrato, pasando por la identidad de género, el aislamiento, el bulling etc. (por citar algunas).

Si, porque el suicidio, no tiene un agente estresor único, el suicidio presenta una base multifactorial. Si queremos encontrar un único denominador común, tal vez lo podemos encontrar en el déficit general a afrontar y resolver situaciones conflictivas.

El malestar emocional acompañado de determinados estresores socioculturales, que se apoyan sobre desórdenes mentales de base, representa un caldo de cultivo ideal que puede desembocar en conductas autolíticas.

La gran mayoría de los sujetos que recurren al suicidio no quieren matarse a sí mismo, quieren matar el monstruo que llevan dentro. El monstruo que le está produciendo este gran sufrimiento.

Hay una serie de señales que no debemos tomar a la ligera, y que nos advierten de la desesperanza, el abandono y el lento y progresivo acercamiento hacia al báratro. Nunca pasar por alto señales que nos avisan de que algo no está funcionando.

Cuando un adolescente experimenta un evidente sufrimiento emocional asociado a una desesperanza cognitiva profunda, o una ausencia total de recursos intrínsecos como extrínsecos, estamos muy cerca de una posible situación de peligro. Las personas que expresan ideas suicidas, en la gran mayoría de los casos, lo ven como la única forma de salida, la única forma de liberarse del malestar que viven.

¡Stop a los falsos mitos o creencias erróneas sobre el suicidio!

Hay una serie de falsas creencias relacionadas con el suicidio que me parece necesario remarcar.

Uno de los primeros mitos, que se debería desmantelar, es el relativo al suicidio romántico de las películas o de los protagonistas de novelas literarias. El suicidio asociado a una prueba extrema de amor, como un sacrificio extremo, nos acompaña desde siglos, y entre ellos seguramente Romeo y Julieta han sido los más famosos y destacados. El final de una historia de amor es un duelo, pero en sí, no es suficiente para justificar conductas tan drásticas. Ninguna relación por especial que sea, vale la vida de una persona. Otro mito es el que suele relacionar el suicido con conductas impulsivas, el suicidio en general es fruto de un largo proceso hecho sobre todo de soledad, sufrimiento y dolor.

Otra falsa creencia es la relacionada con la idea de que las personas que expresan verbalmente sus intenciones suicidas nunca acabaran llevándolo a cabo.  Se calcula que 9 de cada 10 personas expresaron previamente a su conducta, su idealización.

El suicidio no presenta una predisposición genética, las conductas suicidas no se heredan, pero si se heredan trastornos psicológicos o de personalidad, esquizofrenia, bipolar etc. Tener antecedentes familiares de suicidio puede dar lugar a un aprendizaje vicario, como por ejemplo el de una figura de apego o de referencia que pone fin a su sufrimiento de la forma más equivocada.

Otra falacia es la que asocia conductas autolesivas con posibles futuras conductas suicidas. No existe siempre una relación directa entre las dos conductas.

—¿Hay señales de peligro que nos avisan de una posible conducta suicida?

—El suicidio es una argamasa de problemas familiares, sociales, laborales, académicos, económicos que suele sumarse a un locus de control externo y a una falta de recursos emocionales intrínsecos. El suicidio no es una enfermedad biomédica que puede evidenciarse con una analítica ni un trastorno psicológico asociado a una serie estricta de criterios de inclusión. El suicidio es multifactorial, en el cual intervienen una infinidad de agentes.

Sabemos que pueden encontrarse patologías latentes a conductas suicidas como la depresión mayor.

Entre los posibles factores de riesgo o precipitantes encontramos:  ausencia de un grupo de apoyo primario. Otro punto a tener en consideración está relacionado con conductas previas de suicidio. Las amenazas, nunca tienen que ser infravaloradas. Hablar del tema, buscar información o fantasear sobre el tema es el primer eslabón de la cadena que lleva al siguiente paso, que es la planificación y la consecuente puesta en marcha del acto. Otra de las características emocionales que suele acompañar a las conductas suicidas, son los elevados sentimientos de culpa junto con los antecedentes familiares, así como  el insomnio o la hipersomnia, pérdida de peso, descuido general de autoimagen o simplemente el deseo de reunirse con personas fallecidas. Los abusos o violencias sufridas en etapas de la infancia o adolescencia, las famosas cicatrices emocionales, pérdida de amistades, aislamiento etc.

—¿Qué hacer para prevenir?

—La misma Organización Mundial de la Salud destaca que el problema del suicidio es un problema de salud pública mundial.

Como he remarcado antes, a día de hoy hay más muertos por suicidio que por accidente de tráfico. Pero mientras para combatir la lacra de los muertos en carreteras desde hace décadas, tráfico y diferentes asociaciones llevan a cabo políticas de prevención de información, de concienciación y educación vial, consiguiendo una reducción de la siniestralidad vial, en el caso de los suicidios, esto no es así, no hay una “educación o información” que ayude a prevenir o desestigmatizar y por tanto reducir el número de suicidios.  

Desde mi punto de vista como profesional, la prevención tendría que estar centrada en tres grandes pilares: identificar, diagnosticar y tratar.

Las estructuras de apoyo primarias como la familia, además de los amigos los mismos profesionales de la salud juegan un papel determinante, ofreciendo aquella estructura de apoyo esencial en el proceso de prevención, posibles recaídas y rehabilitación.

La terapia psicológica es de gran ayuda ofreciendo espacio de escucha y dialogo libre de juicios con el fin de fomentar conductas y pensamientos funcionales y adaptivos.

Clave para el éxito de cualquier intervención terapéutica que requiere de tiempo y paciencia, es una sana alianza terapéutica y de un espacio de diálogo sincero.

Familia, instituciones educativas y medios de comunicación tiene que ejercer de agentes educadores y en consecuencia protectores frente al suicidio.  

Pedir ayuda, no tiene que ser visto como un acto de debilidad, de deshonra, más bien es un acto de valentía, de quien decide hacer frente a sus miedos a su desesperanza y enfrentarse a sus demonios.

No demonizar, no encubrir, no mirar para el otro lado. Si, escuchar, si hablar y encarar el malestar fruto del sufrimiento que vive la persona. Fuera frases hechas, fuera juicios rápidos, dentro paciencia, apoyo, ayuda y consuelo. Favorecer herramientas y habilidades para solventar los momentos de crisis. Este es y tiene que ser el trabajo de los profesionales y de las personas que quieren ser agentes activos en el proceso de intervención en conductas suicidas.

Todas las personas que intentan el suicidio son personas con un gran sufrimiento, que necesitan de ayuda. Las personas que recurren al suicidio como fuente de liberación, no quieren terminar con su vida, lo que quieren es terminar o poner fin a su dolor emocional que llevan consigo.

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