He vuelto a mirar debajo de la cama al acostarme.
Previamente, había comprobado los grifos, por si alguno goteaba. Tampoco olvidé
releer el prólogo de la «Conjura de los necios», que tanto te gustaba. Siempre
fuiste de imposibles verosímiles. Supongo que continúas con tus rutinas, estés
donde estés. Como ya no me acompañas, he adoptado algunas de tus absurdas
manías. Incluso me hallo considerando si lo del balcón sería apropiado en mí.
Me gustaba verte sin ropa, en mitad de la noche, con medio cuerpo expuesto a un
vacío que reclamabas como tuyo.
Entonces discutíamos porque, como todo el mundo sabe, en el
vacío no hay nada y, por lógica, no puede tener dueño. Claro que esa es la
teoría. En la práctica, se ve que puedes manejarlo de alguna forma, pues lo has
dirigido hacia mí o, al menos, eso experimento cuando intento imitar todo
aquello que llevabas a cabo cuando eran tiempos mejores. No lo consigo, vaya
por delante. Y me siento en desgracia.
Alguien me ha dicho que barajas la posibilidad de volver.
Tal vez en busca de algo que olvidaste. Espero que fuera yo. En realidad, más
que una esperanza, es un deseo y no pasaría nada malo si lo que te moviera a
regresar fueran los seis grifos que dejo abiertos todas las mañanas. Estoy
seguro de poder convencerte en el lapso mismo de tiempo que tardas en
cerrarlos.
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Domingo, 22 de Diciembre del 2024
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