como las formas que el cariño tiene

asedadas, suaves, 

como esos lagos por donde las naves

van a otra orilla despaciosamente.

Que unos ojos limpios, transparentes,

que tantas noches me miraron fijos,

siempre de mí pendientes

decíanme verdades, no acertijos,

asertos que aún tengo latentes.

Con muchos más regalos,

y todos excelentes:

un susurro, una zalema,

cualquier afecto de calidad extrema…

Y así,

si llego a situación que tanto admiro,

gozo de esa estadía,

oigo la melodía

que conlleva un suspiro;

toda una sinfonía,

a la que siempre aspiro

pues da felicidad, grande y sencilla,

con mucha suavidad

y que en mi mente está una eternidad.

¡Qué maravilla!