Este mundo es un ente muy complejo, aunque a veces queramos verlo con una simplicidad escalofriante. Millones de afectividades, formas de ser, conflictos, admiraciones, competitividades, envidias, escaladas, pedaladas…la vida misma. La sociedad presenta hoy un aspecto parecido a una inmensa serpiente multicolor de culturas, psicologías y convicciones. Y dentro de este enorme pelotón pedaleamos corredores de muy diversa índole. En esta caravana vital que es nuestra errante sociedad encontramos, como no puede ser de otra manera, a una mayoría que día a día camina silenciosa, anónima y que responde a unos parámetros de esa normalidad compensatoria que confieren virtudes y defectos.
Pero existen personas que eso de pertenecer al vulgo, al pelotón de la sociedad no va con ellas. Y da igual que la etapa de ese día sea en llano o de montaña y no digo nada si es una etapa contra el crono.
¿De quiénes estamos hablando? Pues de aquellos y aquellas que siempre creen que van delante y nunca llegan y de quienes se empeñan en ir detrás y acaban llegando, aunque sea tarde.
De quienes van de “sobrados”, y de una manera más o menos consciente van de listos y listas por la vida, empeñados y empañadas en decir a los demás ¿qué será lo que yo ignore? Esos y esas que allá donde están tienen que ser quienes marquen por narices, los espacios, los tiempos, los temas y las decisiones. Los profetas y profetisas de la cara dura y cartón piedra. Los y las que resultan tan estomagantes como ridículos y ridículas. Son quienes tienen "simplejo” de superioridad y que nada tienen que ver con el complejo simplicial que se estudia en topología algebraica.
Y en el otro extremo del auto-aprecio personal nos podemos encontrar, sin embargo, con quienes se consideran menos preparados que los y las demás. En este caso sus complejos resultan más humanos y asumibles.
En psicología los complejos se definen como mecanismos de compensación ante carencias. Curiosamente quienes se consideran superiores esconden una falta de seguridad y conocimiento de sí mismos mientras que quienes se flagelan psicológicamente con el complejo de inferioridad están escondiendo un conocimiento más exacto de su propia realidad y que no suele ser casi nunca menor.
Quienes tienen complejo de inferioridad adolecen de falta de aprecio a sí mismos siendo esta una “enfermedad” curable con el ánimo y el apoyo de otros. Sin embargo, aquellos y aquellas que “gozan” con su “simplejo” de superioridad como es la estupidez del pensamiento, esa otra enfermedad suele presentarse casi siempre como incurable.
Curiosa serpiente multicolor ésta que es la sociedad donde vivimos y en la que cada cual debe esforzarse a diario para llegar a la meta, aunque sea fuera de control; que en eso consiste el mejor premio de todos los días para cada uno de nosotros. Que los y las “fantasmas”, sin embargo, aunque nos intenten confundir, no saben montar en bicicleta, ni ellos ni ellas.
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Martes, 14 de Enero del 2025
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