Adoctrinar es «inculcar a alguien determinadas ideas o
creencias» (lo entrecomillo por ser esta la acepción que ofrece la RAE en su
diccionario). Lamentablemente, adoctrinar es un término que suele relacionarse
con la escuela, más aún, con el instituto, etapa en la que el rango de
asignaturas es más amplio y se cubren, por ello, un abanico extenso de
conceptos y conocimientos.
Y eso que, al margen de Religión, el resto de materias que
se imparten en un instituto son disciplinas científicas y, por tanto, cuentan
con la presencia de un método. Este no es más que un conjunto de procedimientos
sistemáticos que minimizan la incertidumbre, haciendo posible la declaración de
enunciados que explican la realidad de manera consistente hasta que los hechos
la desmientan. Lo que pretendo decir es que, donde hay método, no hay creencias
ni ideología y, por tanto, no cabe el adoctrinamiento.
Sin embargo, las evidencias científicas son complicadas de
defender ante las creencias. Ni siquiera proporcionando las fuentes, los
artículos o los trabajos, se logra derribar una de ellas. Por ejemplo, existe
evidencia probada que, en las economías donde los mayores trabajan por más
tiempo, hay más empleo juvenil. Por desgracia, serán muchos los que crean que
los mayores impiden encontrar trabajo a los jóvenes, ignorando deliberadamente
lo que está probado.
El peligro se cierne sobre la escuela cuando la ideología se
ve amenazada y, en una suerte de pirueta moral, se califica como doctrina a los
postulados científicos. Siempre ha sido así. La ciencia acostumbra a tenerlo
más difícil, aunque no por ello claudicará ante el verdadero adoctrinamiento.
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Miércoles, 23 de Abril del 2025
Jueves, 24 de Abril del 2025
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