Desde la desembocadura de la “Laguna del Rey”, conocido como “El Vao”, por el margen izquierdo, “salta” la mayor parte del curso o carga fluvial del río, tras salvar el descabezado muro de cal y canto, construido tiempo ha para administrar y distribuir el agua que se suministraba a molinos y batanes, instalados en la explanada travertínica de los derrames de la “Laguna del Rey”; remozándose la pared el año 1779. Las otras dos ramificaciones fluviales son el “Río de las Pozas” o “Río del Lavaero”, donde hasta hace poco más de medio siglo, las mujeres del vecindario lavaban la ropa en losas de piedra arenisca, caliza o de tobazo, cuando en aquel edénico paraje, érales permitida “toda licencia” a quienes mantenían su “buen bien por obra y gracia…”. Este regato, tras un discurrir de unos doscientos metros; acoplando su apagada sinfonía a los “pasos” de su agonía, anda al estricote por lo que se permite…, con sin igual impunidad y descaro… Y por lo que gente de mal hacer, le echan encima, (días tiene que lo convierten en una zahurda maloliente). A través de los milenios ha ido configurando, la cascada de “El Borbotón”, —hoy “intramuros”— de una gran vistosidad y valor geoecológico, pero pasa inadvertida y por el más absoluto de los abandonos... El reguerón, enseguida hecho catarata, con apenas algunos “rizos” de plata e “hilos quejumbrosos”, donde llora el agua, quiere durar más y volver a su esplendidez de arcanos tiempos… Recuerdo aquella frase de Manuel Ambrosio Luciano, reescrita por Manuel Azaña: “No es necesario que el septemtrión los lance; ¡los bárbaros están en España!”.
La otra ramificación fluvial es el “Río del Puente del Caño”, canal artificial, de escasa relevancia hídrica actualmente que, antaño abastecía de agua a molinos harineros y más tarde a la célebre “Fábrica de la Pólvora”. De este azud, a la altura del “Puente del Caño”, se detraía caudal de “agua de pie de una teja”, para regar la “Huerta del Rey” y otras pequeñas almunias radicadas en la zona baja de Ruidera.
El “Río del Vao” o “Río del Hundimiento”, discurre empapando estrechas franjas marginales de vegetación palustre, que merman a medida que el lecho fluvial se ahonda, aumentando el índice de gradiente y la velocidad de la masa de agua, hasta “despeñarse” en chorro, en la catarata de “El Hundimiento”.
Los derrames de la “Laguna del Rey”, desde el margen izquierdo: “Río del Vao”—Vado—, “Río del Vertedero” o “Río del Hundimiento”, la masa y carga fluviales han ido esculpiendo o fraguando, a través de los milenios, una geoorografría travertínica de geoterrados - terrazas, cortinas estromatolíticas y lecho fluvial de importante vistosidad y función geológico-ambiental. Hace miles de años, ese entorno fluvial era un impresionante vado-aluvión de unos trescientos metros de longitud y quinienstos de anchura; abarcando desde el margen izquierdo lacustre, hasta lo que hoy son las reliquias de la antigua Fábrica de la Pólvora. En el geoterrado o explanada de sedimentos arenosos y estratos travertínicos, por donde discurrían varios riachuelos y torrentes, desde tiempos inmemoriales, han tenido lugar diversas fijaciones humanas. En ese geoespacio surcado por varios ramales fluviales, los asentamientos quedaban aislados y por ende más protegidos de invasiones. La corriente también sería encauzada y aprovechada para la instalación de batanes, molinos, Fábrica de la Pólvora y central hidroeléctrica de “San Alberto”, ya en el siglo XX. La datación de este ámbito travertínico, al igual que otros contextos tobáceos de las lagunas, obtenida por un proceso radiométrico, (análisis radioquímco) de eventos del cuaternario, que se basa en las alteraciones del equilibrio secular, dentro del mecanismo de desintegración y fraccionamiento del U-234, U-238, que por emisión produce Th-230, se remontaría a los 235.000 años. Tras la conquista del Alto Guadiana por el ejército romano, allá por los años 193-173, a. d. C. ; al que llamaron “Río Anas-Ana, para ellos “Río Pato” o “Río de los Patos”, los romanos se asentaron en el paraje, acaparando ambas márgenes fluviales con sus villas rústicas, pequeñas aldeas y torreones-castillo para su protección y disfrute; entre ellos el de Ruidera en la orilla norte de la “Laguna del Rey”.
Consta que, en los años 1213-1214, Alfonso VIII recuperó o conquistó: “…,los campos de los castillos de Villacentenos, Peñarroya y Ruidera…”. Ratificando la correspondiente merced, el Rey Enrique I, el año 1215.
En un principio, las Órdenes Militares administraban sus bienes en común… Andando el tiempo y por ende la Reconquista, acumularon tantos territorios y riquezas que, en el último tercio del siglo XVIII, se consideró necesario dividirlas entre las pertenecientes a las Comendadores y las correspondientes a Priores de las Órdenes. Los bienes y derechos correspondientes al Prior, conformaban el Priorato y los del maestre la Mesa Maestral.
Cuando el año 1784, el Real Sitio de Ruidera era inventariado y valorado, para pasar a depender del Prior de la Órden de San Juan de Jerusalén, don Gabriel Antonio de Borbón, la Mesa Maestral de Santiago poseía en Ruidera: “… La laguna del Rey, con su muralla, su caz fabricado en 1779, (escarmentados estaban por los muchos desbordamientos) y puente en el vado antiguo; el prado que hay desde la laguna a los molinos, que es descansadero de ganados; en el propio prado está una Ermita de Nuestra Señora de la Blanca, con su imagen de bulto; en dicho prado hay una pared de cal y canto, ruina de la casa vieja del Rey, por haberse hecho la que hoy existe; a la derecha, el caz antiguo de los molinos y batanes, con la compuerta Real donde se hizo un quarto y dos compuertas que se manejan a torno, y un puente donde pasa el ganado del derecho a pontazgo, que se cobra a los ganaderos que no son del Suelo y Campo de Montiel; de este caz sale una porción de agua para regar la Huerta del Rey y otra huerta; a continuación, la balsa del primer cuarto de Molinos, con cuatro piedras y a continuación los siguientes que son cuatro en total, con diez y seis piedras; sigue la balsa de los batanes: el Ladrón, la Casa y En medio…”.
“… Cuando reventó la laguna del Rey el año 1545, puso en grave aprieto a los habitantes de Ruidera, por lo que hicieron voto de San Sebastián…”. Como el enclave de la ermita estaba en los “prados” y derrames de la laguna del Rey, la imagen se puso a salvo en el “Cerro de la Ermita” —así se le llamaría, a partir de aquel suceso—aledaño a la laguna. Entonces se originó el socavón de la actual cascada de “El Hundimiento”, que como se puede comprobar, no presenta el graderío y cortinas travertínicas del resto de la geoformación de toba del entorno.
La reliquia que nos ocupa, desprendida de la geopared de tobazo, a causa de la erosión de la toba, hechos los consiguiente paralelismos, podría pertenecer a restos de Piedra Durmiente, Muela Solera, Piedra Volandera de molino harinero o Piedra Regaifa, y no a vestigio—creemos— de “Elemento Bautismal”, de la antigua Ermita de “Nuestra Señora de la Blanca”, según otras respetuosas dataciones y opiniones…
Hoy, analizando la magnífica recreación de aquellos “universos”, —creatividad del amigo Ángel— no tengo respuesta para las eternas diferencias de la existencia, de tantos “parques” del infinito… En mi sueño, hoy, junto a las pavesas de un río desmugradero, desguatado y asolado, transcurre aquel ser mío de la infancia; por otras dinámicas ecológicas, cuando soplaba blando el viento…; con la claridad y la frescura de los días de primavera, saltando las pompas velludas y cristalinas que jugaban con la luz, estirándose sobre el torrente; colándose y rasgándose en el reluciente verdor de los junquerales y choperas. Allí mis correrías de muchacho por entrambos ríos, que siempre aguardaron un NARRADOR…
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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