Cerca del mar, se erguían soberbias las palmeras, a merced
de una brisa fresca que parecía brotar de un horizonte que jamás revela lo que contiene.
Julia las contaba y preguntó por qué razón no se hallaban alineadas. Habían
estado allí siempre, mucho antes de la urbanización, convirtiéndose, junto al
mar, en el único elemento libre del paisaje.
La feria de la capital cercana motivó que escasearan los
paseantes y varios de los puestos de artesanía se hallaban cerrados ante la frágil
demanda de sus artículos. El verano suele terminar de este modo, como una
agonía dulce que nos encarama a las palmeras para descubrir que alguien está a
punto de mostrarse en el horizonte, dispuesto a entrar en nuestras vidas. No
supe de ti hasta que llegaste. Sin embargo, ya existías. Y yo sin saberlo.
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Miércoles, 4 de Diciembre del 2024
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