Opinión

Las mentiras en política, una falta de respeto a la ciudadanía

Fermín Gassol | Viernes, 25 de Octubre del 2024
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"Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga." Diderot.

 Sabemos para nuestra desgracia, que en política abunda el imperio de las medias verdades o verdades a medias, cuando no mentiras rotundas, proclamadas un día tras otro en función de los intereses partidistas, lo cual como principio es algo que nos debería hacer temblar, aunque sea una realidad descontada y por lo tanto nada nueva. 

 Sin embargo, como en todos aquellos lugares donde la mentira acampa, también en política existen muchos grados siempre calibrados por sus consecuencias. Las hay nimias e intrascendentes, sin vocación de ir más allá, encerrando peleas de cuerpo a cuerpo provincianas y domésticas a lo sumo autonómicas, cosa por otra parte y hasta cierto punto comprensible que al contrario sería algo así como un expectante partido que termina sin goles; pero las hay de tantísimo calado que pueden dar con el final de una verdad irrefutable, básica y fundamental para el futuro de determinados estamentos y organizaciones legítimamente y democráticamente establecidas, también de la humanidad. Por eso solo el enemigo tiene derecho a mentir, que diría Lenin al hablar de la mentira como un arma esencial para hacer triunfar las revoluciones.

 Y es que la mentira en política siempre tiene unos beneficiarios concretos y conocidos, cuestión evidente, algo que por otra parte responde a una inmoralidad que podríamos subjetivar de lógica porque está al servicio de unos determinados intereses por supuesto que ilegítimos; sin embargo, mucho más preocupante son aquellas mentiras que calan por ignorancia, desconocimiento, desinterés o aprovechamiento. Esta última resulta más difícil de combatir por razones obvias. "Si me engañas una vez la culpa será tuya, la segunda, tercera, cuarta, quinta y subsiguientes...la culpa será...del que quiere seguir engañado".

 Y en este auténtico jardín creo que es en el que nos encontramos para nuestra desgracia. Una consecuencia de la falta de interés de esta sociedad construida a base frivolidad y prisas, donde el saber es algo inútil y la imagen única fuente de información para el gran público. Una sociedad de invernadero, nutrida día a día en la ingesta de basura informativa visual, política y no política y a la que solamente le importa llegar a fin de mes con unos céntimos siquiera en el bolsillo. 

 Lo más pernicioso de todo esto acaba siendo de una parte el descrédito hacia el sistema y de otro la misma calidad de ese sistema que es sal para la sociedad, que en esto consiste la democracia; y si la sal se vuelve sosa...quién la salará?

 Llegados a este punto de desfachatez política, creo que no estaría de más que en una sesión parlamentaria los portavoces de los grupos políticos subieran al estrado y entonaran un sincero mea culpa por los casos habidos en sus partidos donde la indecencia ha existido y cada cual en consonancia con los cometidos.

 Al menos, la ciudadanía a la vez que contribuyentes nos iríamos esa noche a dormir con la sensación de que por una y a la vez los políticos se han acordado de nosotros demostrándonos también tenernos algo de respeto.

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