Hoy día 17 de noviembre la Iglesia celebra la VIII Jornada Mundial de los Pobres. El Papa ha propuesto para este año el lema "La oración del pobre sube hasta Dios". Cierto es que la oración de los humildes, de quienes nada tienen asciende con más pureza y facilidad al Cielo, libres de adherencias materiales. Sin embargo, la pobreza es un problema de tejas para abajo sobre el que los poderes públicos están obligados a atajar. Para los creyentes el Adviendo es un buen momento también para reflexionar.
Que el Adviento es un periodo propicio para reflexionar es algo de lo que no cabe ninguna duda. Pero sería conveniente que además de hacerlo de una manera personal, también los poderes públicos lo aprovecharan para hacer lo propio; en concreto volcarse mucho más hacia las personas empobrecidas, marginadas, aquellas que viven en la calle y nos resultan tan distintas.
Las preguntas que continúan invadiendo mi pensamiento de manera especial durante estos días son: ¿No es obligación propia de un estado democrático y social frenar estas situaciones? ¿No es cierto que los pobres y marginados "sobreviven" en permanentes y durísimos advientos?
Porque la solidaridad humana hacia los desfavorecidos va mucho más allá de arrimar un plato de lentejas o un abrigo usado, calmando así nuestras conciencias; la verdadera solidaridad está en la fraternidad, en aquella que tendríamos con nuestros hermanos de sangre si se encontraran en esa misma y precaria situación.
Analizando con interés y seriedad este gravísimo problema personal que a la vez social, la solución definitiva, que no meramente paliativa, pasa inevitablemente por erradicar las causas para así evitar las consecuencias. Cuestión difícil y compleja pero no imposible. La solución ha de ver con la involucración de la sociedad civil para que ante los poderes públicos, o estos mismos de oficio, establezcan soluciones efectivas. No podemos seguir exhibiendo pretextos para no atajar de una manera radical estas graves situaciones. Como dijo Teresa de Calcuta «Mientras ustedes continúan discutiendo sobre las causas y los motivos de la pobreza, yo me arrodillaré ante los más pobres de los pobres y me preocuparé de sus necesidades». Todo tan sencillo como abrir en corazón a los demás y hacer de la vida una ofrenda fraternal que en esto consiste la verdadera comunión fraternal.
Aquello que la madre Teresa y millones de personas realizan por pura vocación o altruismo en el mundo...es precisamente lo que la sociedad civil debería promover por razones éticas de comportamiento social. En otros campos como el de la técnica, medicina, sicología, hemos evolucionado de manera admirable; ¿porqué no en de la solidaridad permanente, en el de la fraternidad?
Porque no es de ningún modo propio de nuestra condición humana, consentir que los pobres de la tierra, los marginados, vivan como antes decía, obligados por un permanente adviento sin signos de la venida gozosa del Redentor. La Navidad se acerca, hagámosla posible para quienes no tienen ninguna otra esperanza.
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Martes, 28 de Enero del 2025
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