Tras colocar con esmero y paciencia
desde principio de mañana las arrugadas y secas cortezas de árbol, el musgo
verde con olor a tierra húmeda por la escarcha del mes de diciembre y los
viejos "mocos de herrero" de color marrón-negro mezclado con el
recuerdo de antaño, estaba acabado, un año más, el belén de la casa donde
enfrente no vive nadie.
La armadura de tal
paisaje en miniatura era un asunto esperado con ansiedad por unos, temido con
preocupación por una. El día que se dedicaría, oficialmente, al montaje del
belén era negociado con semanas de antelación: unos querían anticiparlo y otra,
la dueña, desearía retrasarlo aproximándolo lo más posible a la fecha que
supuestamente se considera el cumpleaños del Señor Jesús.
En el salón
amarillo, allí, en un pico del cuadrado y no pequeño salón -, rincón donado por
la dueña de la casa, no sin refunfuñar y sin muy buen humor debido a que montar
el belén le suponía hacer cambio mobiliario para adecuar aquel rincón
tradicionalmente reservado para tan típico momento, el Nacimiento quedaba
inaugurado. Solo quedaba guardar las cajas con los materiales sobrantes que no
serían usados este año y, barrer, barrer....
Una
cabra vagaba sola por la orilla del río, cercana al puente por donde cruzaban
dos paisanos de aquel país en miniatura; él llevaba un cordero al hombro y ella
una cesta al brazo.
Las gallinas en su gallinero. Un trío de lugareños se
calentaba junto a un original puchero. Uno de ellos alegraba las horas tocando
la guitarra.
Desde arriba, en la loma de la montaña que cubre la
emanación del río plateado, mira otra cabra montesa. Arriba también, un
campesino labra su minúsculo campo. Un grupo de soldados parecen dialogar con
unos aldeanos junto a la casa de madera con tejado rojo. ¡Ay! las casas, esas
casas con solo fachadas, pero tan bonitas, pintadas a mano...
Por la cuesta bajando, un joven con un haz de leña
quisiera alcanzar a uno que va montado en su burro detrás de una pareja que
desciende, aparentemente, conversando.
Los tres magos cruzan el puente (menos mal que lo
hicieron resistente por si los camellos venían de lleno). En el pozo no saca
agua nadie. Y bajo las poquitas estrellas que acompañan a la estrella grande,
el ángel de siempre con su anuncio de Buenas Nuevas en las manos, se une a las
frágiles paredes que cobijan a unos recién estrenados padres.
En medio solo hay un niño en pañales.
El río, rodeado de ramitas de tomillo y romero traído
del Pantano de Penarroya, discurre helado. Una mujer lava a mano si bien parece
molesta por el cisne blanco que nada casi pegado a ella.
"-Ya estamos
aquí otro año. Este me parece que nos han colocado con más acierto que en otros
anteriores. Pero mira que no es una lata quedarse así, lavando en el rio, tanto
tiempo. Y tú, cisne, ¿no puedes hacer otra cosa que no sea mirar mi ropa?
- Y que lo digas.
Anda que yo, con este cántaro sobre la cabeza, que ni aspirinas llevo en el
bolsillo para calmar el dolor que tengo por culpa del dichoso cántaro, porque
se supone que debe ir lleno. No sé si de agua o leche, pero por lo que pesa,
debo llevarlo hasta rebosar. Solo me faltaban las dichosas lucecitas que no
paran de apagarse y encenderse....
- Tú quéjate del
cántaro. Pero, qué pensarías si no pudieras dejar de arar
el campo, como yo
- decía el labriego.
- Y nosotros, que
nos pasamos todo el tiempo buscando al Niño por mandato del rey Herodes y no lo
encontramos nunca...
- Vosotros buscareis, pero nosotros no
terminamos de cruzar el puente. Así,
cómo llegaremos hasta donde está el Niño-Rey. A este paso, la mirra se nos
echará a perder.
- ¿Y creéis que a mí
no me duele el trasero de ir montado en este burro lento de siempre que no se
mueve del sitio y, además sin poder apearme?
- Lo vuestro es
poco comparado con lo mío y lo de mi compañero. Todo el mundo que se acerca
parece alegrarse de encontrarnos haciendo nuestras necesidades
fisiológicas en medio del campo. Qué
diríais si os pasarais media vida con vuestras partes nobles al descubierto, y,
menos mal, que dejan la calefacción puesta hasta tarde.
En
medio de tales conversaciones la mula también habló:
- Mira que sois
quejicas. ¿Qué os parece mejor, cuando estábamos "toitos" juntos en
la caja? Recordad lo latosos que se pusieron algunos en los meses de verano;
sobre todo los que fuisteis envueltos en papel de seda....
- Yo me quejaba
con razón. Me pusieron encima el camello de uno de los magos... y al lado las
gallinas....
- A mí me
guardaron junto las ovejas y los conejos y, para colmo, la cola del caballo me
hacia cosquillas en la nariz- decía la mujer del
panadero.
-Me parece a mí
-volvía a insistir la mula - que sois
unos desagradecidos. Aquí estamos mejor que dentro de una caja todo el año
guardados ¿no creéis? Fijaos en María: no se cansa de mirar a José y al Niño.
José está alegre también; hay cosas que no entiende pero aun así ha cumplido y
cumplirá su misión, y, a pesar de saber que Aquél de entre la paja no es su
hijo, le sonríe con amor y devoción. Ese niñito representa al que un día
crecería y moriría para que todos tuviéramos Paz. Y también los moradores de esta
casa que creen en Él.
Todos callaron.
Quizás porque la mula del establo, cercana al
Dios-Hijo, les había convencido o quizás porque la luz del sol de diciembre iba
iluminando poco a poco el salón color limón a través del gran ventanal. Lo
cierto es que cuando yo bajé y me acerqué con el cepillo a barrer por enésima
vez el musgo y la arena que cae y cae en el suelo, no se oía ni un balido. Solo
las encendidas luces de colores intermitentes parecían darme los buenos días.
-Qué
mareamiento de luces -dije-. La verdad es que, mirado detenidamente, hay que
reconocer que les ha quedado de exposición.... ¡Si es que tengo unos artistas!...
ale, a barrer... ¿de qué sirve quejarse?, ¿no está escrito que el amor todo lo soporta?
…
¡Pero tengo unas ganas que llegue el 8 de enero!...
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Martes, 24 de Diciembre del 2024
Jueves, 26 de Diciembre del 2024
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