Un vecino filosofaba a su manera, acerca de lo injusto y justo de la vida…; renqueando por una ripiosa y embarrada callejuela; sintiendo necesidad de la vida, al columbrar el volumen verdoso de una arboleda, mientras el viento remolineaba como loco en unos cerros pelados… Otro morador, amigote, con cierta monotonía anticipada o crónica, que tejía una soga espartera, y le importaba el curso del sol…, le preguntó con cierta indiferencia: ¿Qué te pasa? El paticojo, como viviendo, únicamente, la hora que pasaba, le respondió: “…; me he pegao un talegazo en el poyete de la puerta, mayor que el que dio el “Chopo de Santa Bárbara”, que tantos rayos paraba… (…)”.
Muchos árboles, robustos y voluminosos, con cierto “historial” y relación con el ser humano; fuertemente arraigados, con sus ramas “camino del cielo”, también se han considerado como símbolo de la unión de la vida de la Tierra y la del cielo…, y sanadores de enfermedades y otorgadores de bienes y fines— supersticiosos en su mayoría—, de la vida…
El rayo, desde los más remotos tiempos, para, prácticamente, todas las culturas, se consideraba como símbolo o “acción” de las fuerzas divinas; manifestándose como “elemento” atemorizador o ira de los dioses… Hubo un tiempo que, en este ámbito social, crecía la creencia de que “El Chopo de Santa Bárbara” (Populus nigra), protegía los hogares de la aldea ruidereña de los rayos. Su trazo muy maderoso, alanceando el cielo, al que se abrazaban algunos humanos, imprecando añoranzas desconocidas, protección y un hogar seguro en medio del infinito, entró en la “gran noche”, llevándose muchos misterios de su entorno…
“El Olmo de la portada de Carros” (Ulmus minor), estaba prendido, prodigiosamente, a un suelo de cascotes de los desmoronados “Molinos de la Pólvora”, henchido de sosiego y majestad, junto a los “pasos” de un ruidoso riachuelo. La frágil y lechosa piel de nuestras flacas piernas, se acardenalaba, enrojecía y escaldaba, cuando los muchachos, porfiando, tratábamos de trepar por su tronco voluminoso, que para abarcarlo o circundarlo, teníamos que entrelazar los brazos seis o siete críos, cuando andábamos a las nueces, de nidos y pajareo con los tirachinas. Poco a poco, sus ramas y hojas dejaron de cernirse en el viento y, atacado por la grafiosis— y se decía: “…, abrasao de tanto rayo y secao por el mal de ojo…”—emprendió la “ruta” de la muerte… Antonio Machado a un olmo seco: “Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. (…)”.
Hacia el Este, a unos doscientos metros de lo que era el casco urbano de la aldea de Ruidera, en los años cincuenta, estaba el frondoso y exuberante “Chaparro de la Horca, (Quercus rotundifolia) donde se ahorcaban animales, principalmente perros, que ya no eran útiles para la caza; habían mordido a alguna persona; estaban derrengados o se creía que tenían enfermedades como la rabia. Como el nombre de la encina, resonaba a miserable naturaleza humana y a errores de instintos humanos, idearon llamarle “El Chaparro de la Torca”; sin que allí existiera ninguna orografía o depresión geológica relacionada con aquel nombre. En dirección Este, a unos dos kilómetros —“en vuelo de pájaro”—, se encontraba “La Sabina del Paraguas” (Juniperus Thurifera); comúnmente conocida como sabina albar, tarabina o trabina que, se mantuvo muchas décadas, librándose de las legiones de miereros y carboneros; sirviendo sus ramajes de extraordinario techo, protegiendo de las irradiaciones de los abrasadores soles estivales, a pastores, leñadores, esparteros, segadores…; cuando los cerros de monte bajo eran de una aridez de espanto… En la zona Norte de Ruidera, en una suave giba geológica; orientada para divisar una orografía impregnada de luchas, vanidades, humillaciones, sufrimientos…; ya apenas sin memoria, hace varios siglos brotó, con genial “cálculo”—tal vez— de su supervivencia “El Chaparro de la Miererilla”, (Quercus rotundifolia); donde a su amparo y sombra, sosegaron del cansancio de la existencia, leñadores, pastores, gañanes, carboneros, esparteros miereros…
“El Chaparro de la
Miererilla”. Ruidera al Sur. Más detalles en el capítulo siguiente…
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Martes, 1 de Abril del 2025
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