"El optimista ve una oportunidad en cada calamidad y el pesimista una calamidad en cada oportunidad” Winston Churchill.
Alguien tuvo la idea de definir al pesimista como un optimista mal informado. Una forma verbal utilizada para expresar una realidad, la de la botella medio vacía, aunque si esta definición la hubiera pronunciado un optimista sería el pesimista quien estaría mal informado y del mismo modo, vería la botella medio llena; bien mirado, ambos tienen razón. De ahí que ser de una manera u otra no es cuestión de informaciones, aquí no suele haber conversiones y quien nace pesimista o lo paren optimista muere de igual guisa.
Pero este “fifty- fifty” en la apreciación del líquido que contiene la botella se desvirtúa por completo cuando por ejemplo, la botella tiene cuatro gotas y la vemos medio llena o en el caso de estar llena del todo y nos empeñamos en verla casi vacía. Porque como en todo, en esto también existen grados.
Conocí a uno que siempre tenía tres termómetros sobre la mesa del salón para medir la fiebre por si acaso fallaban dos de ellos. Es el caso más palmario de las personas pesimistas, esos hipocondríacos para quienes los hombres y mujeres son seres que nacen, enferman y siempre acaban muriendo. Opuestamente a estos y en el otro extremo se sitúan los alegres optimistas, como aquel que todos conocimos, el célebre condenado de la película “Primera Plana” al que iban a ejecutar de madrugada y estaba preocupado por el constipado que tenía. En este caso cinematográfico, claro está, al final, el condenado salva el cuello y se cura del resfriado.
Decía Napoleón Hill que el optimista se equivoca con la misma frecuencia que el pesimista, pero es incomparablemente más feliz. Sin embargo, la coartada que defiende el pesimista para serlo se basa en que tarde o temprano acaba teniendo razón, que cierto es en algunos casos, pero en su contra está el hecho de que solo se muere una vez y mientras tanto y no sucede, vive pasándolo fatal. El optimista al contrario vive feliz mientras no llega algún revés y cuando aparece lo aprovecha para impulsarse sobre él. Las personas pesimistas suelen ser más críticas, pero demasiado analistas y calculadoras; al contrario, los optimistas le “dan más gordo” a la vida y suelen ser personas más resolutivas y prácticas.
Dicen ahora los especialistas que el origen de la condición de ser un pesimista o un optimista es inamovible porque parece que es un componente más de la carga genética que cada ser humano lleva puesta y eso, como el color de la piel resulta inalterable. Sin embargo, como andamos empeñados en que no todo en esta vida ha de resulta natural también existen como banderas en los barcos, pesimistas y optimistas de conveniencia que nada tienen que ver con su siquismo sino con sus intereses. Y es que en este mundo de artificialidades y conveniencias existen muchas personas que tienen en sus armarios mentales colgados varios ropajes según les vengan los vientos y marquen los acontecimientos y circunstancias de todo tipo, sobre todo económicas y políticas.
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Miércoles, 18 de Diciembre del 2024
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