Opinión

El precio de ser libre

Fermín Gassol Peco | Jueves, 19 de Diciembre del 2024
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“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido, para los valientes es la oportunidad.”  Víctor Hugo
 
Cierto día, el hijo de un amigo tuvo que ir al lugar donde trabajaba su padre como empleado de una empresa. En el preciso momento de encontrarse con él, recibía una orden del jefe. Le entregó aquello que su madre le había dado y se marchó sin poder mediar palabra. El chaval unió esta imagen en su mente con el hecho de que muchos días el padre regresara a casa quejoso del trato que recibía en el trabajo. Quizá sacara la conclusión de que su progenitor estaba sufriendo una especie de condena porque llegada la noche, sentados ambos en el sofá, el hijo le manifestó su consecuente deseo: A mí me gustaría trabajar sin tener que depender de nadie. Y el padre, tras esbozar una sonrisa, lo abrazó y le respondió con una sola una frase: Hijo mío, para eso tendrás que saberte decir ¡no! a ti mismo muchas veces. Es el único y alto precio que habrás de pagar por no depender económicamente de nadie, sólo de tu esfuerzo y responsabilidad.
El paso de súbdito a ciudadano, el cambio en la concepción de vivir como una persona políticamente dependiente a ser ciudadano libre y autónomo es el hecho trascendente que marca el paso de una dictadura a una democracia. La democracia tiene la enorme virtud de posibilitar el ejercicio de todos nuestros derechos que son como esos deseos de ser libres de muchas cosas para poder realizar otras y ser dueños así de nuestro destino colectivo como nación que al fin y a la postre es como decir de nosotros mismos. Porque haciendo uso de esta situación de dignidad y libertad somos nosotros los que hemos de trazar “solitos” el futuro concreto más conveniente entre los muchos posibles, sin más armas que la responsabilidad, la honradez de pensamiento, la ilusión y las ganas de trabajar.
 Si como el hijo de mi amigo, queremos ser autónomos y no estar tutelados en ningún momento por nada ni por nadie, habremos de recurrir a nuestro sentido del esfuerzo, deber y responsabilidad de manera permanente. A  querer enfocar la vida como un reto y no como una costumbre. A saber decir “no” a esos reclamos que nos invitan a suplir la ilusión por la rutina; a querer ser emprendedores de ese futuro que todos en el fondo deseamos y que vislumbramos. Pretender ser a la vez ciudadanos y súbditos de un sistema libre y subsidiado es como querer ser unas aves con hermosas alas que solo pretenden volar en un limitado corral; querer vivir en una libertad…limitada, en una aparente libertad que a la postre se sustenta en el pesebre…de los estómagos agradecidos, de la falta de ideas e iniciativas, de los subsidios y subvenciones. 

No existe autonomía ni libertad posible sin renuncias a esos falaces reclamos que nos invitan a la comodidad, a dejarlo todo para más tarde…o para nunca. Porque pensando y obrando así jamás llegaremos a culminar ese futuro que nos está esperando y que todos tanto ansiamos, sino que entre todos también lo acabaremos abortando con nuestro inmaduro comportamiento de súbditos, es decir de personas políticamente demasiado dependientes. ¡Menudo viaje habremos hecho entonces! 

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