Hace unos días insinué a Ciri, sabiendo que esta tarde se celebra la fiesta de San António Abad, y conociendo que es un hombre bastante culto, que podría aclárame algunos puntos peculiares de este santo.
La curiosidad me intranquiliza sobremanera, no veo el momento que entre por esa puerta.
No se ha hecho esperar. Al igual que la semana pasada se presenta en modo fantasmal a causa del frío que machaca estos días. Después de quitarse los forros que trae (sombrero, bufanda ancha, guantes, abrigo de paño…) se frota las manos y extrae su bloc de notas del bolsillo. Mientras este ajetreo me ha saludado y repartido respectivos “buenas tardes” a los vecinos de mesas. Se ha detenido con inclinación de cabeza en el saludo ante la que ocupan dos personas Rocío y Azucena, las cuales han intervenido en alguna de nuestras conversaciones.
—De acuerdo a lo pedido por teléfono…, —habla mi amigo abriendo el bloc, adjuntando el bolígrafo y comenzado a manipular su magdalena y el café; sabe que estoy inquieto por su respuesta y por ello ralentiza la contestación— He contactado con fray Lucas, al cuál ya conoces como muy letrado en asuntos religiosos. Estuvimos hablando largo y tendido; parar ser fiel a la charla, con permiso del fraile tomé unas notas que voy a explicarte detenidamente.
—¡Perfecto, Ciri! Comienza con tus aclaraciones. Te hice tres preguntas, la primera decía: ¿Cómo un santo del siglo III que vive en el desierto apartado de toda civilización puede ser ejemplo para la gente de hoy?
—Fray Lucas me insistió mucho en dos puntos esenciales, que engloban dos de tus preguntas: los símbolos y las leyendas. Los símbolos son representaciones gráficas para narraciones difíciles de explicar con un idioma, por ejemplo, la narración de la creación del mundo en la Biblia (Gen. 1), que conoces bien, ahí encontramos cantidad de estos símbolos a los que hago referencia. Otros ejemplos, una señal de tráfico, una bandera, la alianza de tu dedo anular…
—Queda muy claro, sigue con el otro punto esencial que te comentaba tu consultado.
—Las leyendas son narraciones de algunos hechos, acontecimientos, situaciones, etc. los cuales tienen un desarrollo literario con mucha fantasía, intercalando explicaciones sobrenaturales, misteriosas o simplemente miedosas.
Comento a Ciri que también queda meridianamente claro este término. Se explica bien el amigo, consigo entenderlo, también se mantiene fiel a su consulta, porque mira continuamente las anotaciones traídas.
—Con estas dos herramientas —prosigue el compañero— nos vamos a las historias que nos han contado de San Antón y es muy fácil concluir que, junto a datos históricos fiables, se entrelazan leyendas añadidas a lo lardo de los siglos por sus devotos y seguidores. Es el caso de las tentaciones en las que se habla del demonio tomando formas de animales, para asustar o convencer al santo con intención de hacer el mal o desviarlo de sus propósitos.
—Esto último, Ciri, debes explicármelo mejor, porque no termino de comprenderlo.
—Primer punto se habla de “demonio”, etimológicamente deriva de la palabra griega “dia-ballo” que podríamos traducir por “fuerza que lanza hacia…”; nunca se le puede dar entidad de ser humano o bestia, ni siquiera del inframundo, por eso dice que actúa a través de distintos animales, que son símbolos de los deseos humanos, como poder, dominio, sexo, comodidad, riqueza…. En realidad, ningún animal físico tienta a Antonio para que actúe en contra de su conciencia humana y cristiana. Son meramente símbolos utilizados por los hagiógrafos para explicar la lucha del monje en su intento de perfección.
—Ahora sí comprendo mejor. Eliminando la cáscara de la leyenda se hace más aceptable y creíble la personalidad del santo. Pero te queda también el asunto del desierto.
—El desierto es realidad y símbolo a la vez. En cuanto a realidad no necesita explicación alguna, geográficamente sabemos en qué consiste. En cuanto a símbolo es muy interesante. Es un lugar de soledad, de silencio, de mucha luz, sin percepción de paso del tiempo, con noches estrelladas de modo maravilloso con lo que se puede atisbar, aunque sea mínimamente, la grandeza y majestuosidad del universo y percibir la pequeñez de la persona que observa. Es un lugar muy propicio para pensar, meditar, reflexionar, hacer balance de la vida, proyectos para el futuro… Muchos místicos, filósofos, pensadores se han retirado durante un tiempo al desierto. El mismo Jesús de Nazaret antes de su vida pública se retiró también al desierto durante 40 días (número simbólico que significa la duración de una vida) y allí también “fue tentado por el demonio”.
—Muy cierto lo que dices, querido Ciri, estoy comprendiendo a la perfección. Ese amigo tuyo fray Lucas tiene las cosas muy claras.
—Por último, responderé a la primera pregunta —prosigue el compañero—, te referías a si un santo de esta entidad puede servir de ejemplo a la gente que vivimos en el siglo XXI. Mi respuesta es sí. Evidentemente si desnudamos su hagiografía de toda leyenda, inventos y añadidos. La mayoría de ellos falsifican de modo denigrante la figura del santo que fue Antonio ermitaño, abad, eremita o como quieras llamarlo. Sencillamente se trata de una persona que sopesa lo que tiene delante, menosprecia las riquezas y el afán de poseer, se dedica a la meditación y a hacer el bien a todo ser vivo de su entorno, sean animales o humanos. Y todo ello desde el Evangelio bien entendido.
Tengo que darle un abrazo a Ciri, qué bien me ha explicado todas mis dudas, claro está, con la ayuda de las notas que tomó en la entrevista con fray Lucas.
Me veo obligado a pagar las consumiciones de esta tarde en agradecimiento a lo bien que lo ha hecho.
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Viernes, 17 de Enero del 2025
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