La mañana de este pasado
domingo me dejó el alma completamente helada y sobrecogida tras ver la
siguiente imagen, acto inmediato me apresuré a tomar varias fotos que aquí
mismo les muestro en este artículo. Parecía como si la noche anterior de
hogueras y celebración hubiera dejado una pequeña sinfonía de tristeza en el
aire y ésta como por arte de magia hubiera recaído sobre este árbol derrumbado
y aniquilado en medio de la calle. Su tronco abatido, desenraizado y con sus
ramas rotas de dolor, allí se presentaba ante mí y ante los pocos transeúntes
que habían elegido caminar por esta calle alejada del mundanal ruido.
A continuación, me he
encontrado con un viandante a quién le he preguntado que me diera su opinión sobre
esta imagen dantesca del árbol caído, para ver si me aclaraba alguna duda o
podía ayudarme a entender este accidente. Después de analizar los restos de
cristales pequeños de color azulado que tenía en la parte inferior el árbol y
tras ver las marcas de los neumáticos señalados en el asfalto haciendo un
pequeño zig-zag, hemos llegado a la conclusión de que había habido algún choque
contra el árbol, de forma intencionada o simplemente como consecuencia de un
accidente por no ir en condiciones o estar ebria esa persona o personas.
A continuación, me gustaría aportar algunas básicas ideas para hacer reflexionar no solamente a mis amables lectores, sino incluso a las personas que, por alguna de esas casualidades, lean este artículo y se sientan identificadas con este acto vandálico:
— ¿Realmente hay amor hacia la naturaleza?¿Cuántas veces pasamos por delante de situaciones que podrían ser valiosas lecciones de civismo que no somos capaces de verlas? Seguramente esta sea la gran tragedia de la que muchos clásicos nos han hablado y que sigue estando más actual que nunca.
— ¿Tan insignificante es un árbol, que ni siquiera ha despertado algo de compasión por parte de quienes lo han atropellado?
—¿No les parece una barbaridad? El árbol guarda ciertas semejanzas con la vida de un ser humano, además forma parte de nuestra escala de valores y es parte del ciclo vital de nuestra existencia. Hoy, cuando tanto se alardea de la sostenibilidad y de la defensa del medio ambiente. Vendría a ser como si a alguno de nosotros nos atropellaran y dejaran tirados en medio de la calle y nadie se apiadase de nosotros.
El árbol tiene una
simbología ancestral, es un ser vivo y, desde antaño, los poetas lo han
utilizado para conectar su espíritu con la poesía, representa los ciclos de la
existencia -desde el nacimiento hasta la muerte-, la búsqueda de sentido. En algunas
culturas y lugares, los árboles son muy
considerados y respetados. Las gentes se reunían en torno a ellos para
potenciar la hermandad y la convivencia, se usaban a veces de refugio y hogar, se recogían sus frutos y su madera se
aprovechaba para realizar construcciones.
¡Abracemos a los árboles!.
¡Cuánto esfuerzo y trabajo empleado en su cuidado, que maravilla plantarlos y
verlos crecer!. Son parte de la naturaleza y nuestra propia esencia, nuestras
raíces. Sirven para absorben toda la contaminación, nos dan sombra con sus
hojas y frutos abundantes para nuestra dieta, embellecen nuestros jardines y patios,
los bosques conforman un ritual sagrado de especies divinas de árboles que nos
cobijan y sirven como fuente de inspiración para tantos géneros literarios. Nos
proporcionan tantos beneficios y sin embargo, una vez más con este tipo de
actitudes, nos enseñan que lamentablemente, el ser humano no ha aprendido nada,
ni siquiera a respetar la naturaleza.
Este árbol caído nos
recuerda la fragilidad de la vida y el paso efímero por ella o incluso nos
muestra esa desconexión con nuestras propias raíces al estar tan absortos en
nuestras fiestas y rutinas donde reinan la diversión a costa de cualquier
precio.
Son un símbolo de conexión con la tierra, del paso del tiempo, de lo efímero de nuestra existencia, de nuestras raíces. Un claro ejemplo es el árbol de la vida, nuestro árbol genealógico, claramente nos da las señas de identidad que de alguna manera nos marcan nuestra impronta genética y de carácter gracias a ese árbol al que pertenecemos que es el árbol de la vida.
Tantos y tantos poetas
han utilizado la metáfora del árbol en sus poemas, tenemos algunos ejemplos
rescatados por poetas de la talla de Antonio Machado cuando le cantaba con
versos “Al Olmo seco” , otro poeta fue Pablo Neruda en su “Oda al árbol talado”, donde expresaba
la tragedia de un árbol cortado:
“…Yo te miro, partido,
destruido,
Arrancado el corazón del
ramaje,
De tus altas banderas
mutilado,
Hecho leña…”
O incluso el mismo Walt
Whitman en su poema de “Song of myself” (Canción sobre mí mismo),
nos da las claves de la conexión entre la muerte y la naturaleza. También la
poeta Gabriela Mistral evocaba a los árboles de la infancia como aquellos
guardianes de la vida y la memoria y tantos y tantos poetas, de nuestra tierra
manchega que escribieron y dedicaron miles de versos susurrando la existencia y
el amor al paisaje y la naturaleza.
Para terminar quiero
ofrecer mi homenaje a este árbol anónimo que perdió su vida en un episodio de
barbarie que debemos lamentar y denunciar.
¡Sean felices y amen la
naturaleza!
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Martes, 21 de Enero del 2025
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