El
otro día, por expresa invitación de una de sus protagonistas, acudí a la
presentación del corto-documental WALL, del cual este periódico se hizo eco.
Reconozco que en principio me pareció uno de esos compromisos ineludibles y a
los que vas con poco o nulo entusiasmo. Visualizando el trailer y
escuchando la complementaria información que su director y productor, Néstor
Grande, difundió en el acto, fui gratamente sorprendido, reconociendo que me
conmovió y encantó a iguales partes.
Grosso
modo,
puede decirse que es la historia de mujeres en las que el simple hecho de vivir
se convierte en un diario acto heroico, en tanto padecen de las denominadas
patologías raras -así en plural, porque en no pocas ocasiones son varias de
estas enfermedades las que afectan a una misma persona- y deben enfrentarse con
las dificultades laborales, profesionales, personales, familiares y sociales
que todo ello lleva implícito.
Su
causa radica en la conjugación de varios factores. El primero de ellos es el
claro y contundente triunfo de un neoliberalismo cada vez más extremo, tendente
a reducir a la mínima expresión la actuación de los poderes públicos,
privatizando los bienes y servicios que estos deberían gestionar y distribuir
entre la población que los demandase, por ser esenciales para tener una vida
medianamente digna y confortable. Esta privatización suele traducirse en una
disminución de su calidad para que la empresa concesionaria de turno obtenga su
legítima plusvalía.
Se
trata de un bucle sobradamente conocido y que para entenderlo no es necesario
tener elevados conocimientos técnicos en economía. Estos servicios en la
calidad deseada tienen un coste prohibitivo que, a su misma vez, reduce
drásticamente la potencial demanda. Ante ello, para asegurar la viabilidad
económica, se rebaja la calidad y el precio.
Según
los datos que allí se dijeron, en la actualidad se conocen más de 7.000
enfermedades raras que afectan a un 10 % de la población mundial. Si los
mastodónticos y multinacionales laboratorios dedicasen recursos a la
investigación y estudio de cada una de las mismas, en el hipotético caso de que
éstos terminasen en algún tipo de fármaco realmente efectivo, este se debería
comercializar a un precio que haría imposible la amortización de la inversión,
pues de todos ellos solo una parte, cuyo exacto porcentaje desconozco, tiene
recursos propios para permitírselos o vive en un estado avanzado con
posibilidades de subvencionárselo.
El
lucro en la empresa privada es el pilar fundamental que la sostiene y le otorga
razón de ser, de tal forma que su ausencia la hace totalmente imposible de
mantener en el tiempo, en tanto ello conlleva elevados costes. Eruditos y
especialistas en estas lides coinciden en apreciar una intensificación del
proceso de deshumanización social, del que sería incorrecto culpar, al menos en
su totalidad, al sector privado, pues son los correspondientes mandatarios de
turno quienes pueden decidir que determinado bien o servicio sea privatizado o
no y, en su caso, revertir la situación. Es perfectamente compatible la
investigación privada con el hecho de que una parte del Producto Interior Bruto
de cada país, o de los presupuestos de las entidades supranacionales, como
verbigracia la UE, se dediquen a investigación de aquellos aspectos que no
puede abordar su homóloga privada.
Es,
precisamente, la dejación de funciones de los poderes públicos otra de esas
causas de este tipo de deleznables situaciones. Vemos a diario como éstos, en
un contexto globalista, se ponen de acuerdo en aquellas cuestiones que afectan
verdaderamente a sus intereses privados, mientras que en las de interés general
se pasan lustros negociando sin llegar a un compromiso real. Adoptar medidas
para eliminar esas prácticas de elusión y evasión fiscal, que supone una parte
proporcional significativa de la rentabilidad de los negocios multinacionales,
permitiría obtener cuantiosos fondos que poder dedicar a ésta y otras
cuestiones tan necesarias y vitales para los más menesterosos.
Si
la campaña electoral del recientemente reelegido presidente de la primera
potencia mundial, EEUU., ha sido apoyada por uno de los hombres más cresos del
mundo, Elon Musk, incluso el propio presidente pertenece a ese elitista,
privilegiado y reducido grupo, no parece probable que la situación vaya a
cambiar en beneficio del resto de la población. ¡Ojalá me equivoque y tenga que
tragarme mis propias palabras!
La pertinaz depauperación de los
correspondientes sistemas educativos es clave en el ya citado proceso de
deshumanización. La reducción de horas lectivas que los educandos reciben en
materia de humanidades, a favor de otras materias más técnicas que en el futuro
les hagan ser empleados eficientes, distorsiona irremediablemente la percepción
que de su entorno tienen. La formación humanística, aunque parezca un truño
como en su día a mí me lo pareció, te conciencia de las muchas hostilidades que
nos rodean, evitando que cuando vienen desgracias como la DANA o el huracán de
turno se te quede cara de imbécil, de nuestra intrínseca vulnerabilidad, viendo
en el dolor ajeno lo que en cuestión de décimas de segundo nos puede ocurrir a
nosotros, fortalece los mecanismos mentales para afrontar presentes y futuras
adversidades -ignoro que maldita ley lo enuncia, pero lo cierto y verdad es
que, más tarde o más temprano, éstas terminan llegando-, y fagocita la
comprensión de la vida en general, aumentando la empatía.
Curioso resulta que las afectadas se quejaran,
entre otras cosas, de la nula empatía social que reciben, más allá de su
entorno íntimo y familiar, con expresiones que en el fondo pretenden ser
corteses y lo que en realidad provocan es la intensificación de su dolor físico
y moral. A la ingeniería social a la que estamos permanentemente sometidos, vía
tecnología, redes sociales y medios de comunicación de masas, no les interesa
una sociedad cohesionada, capaz de comprender y organizar grupos de presión que
reduzca considerablemente su potencial campo de actuación, máxime con
mandatarios que no están especialmente dotados para el liderazgo.
Para terminar de empeorar la situación, los
datos dicen que, aunque este tipo de enfermedades afectan a hombres y mujeres,
su incidencia es considerablemente mayor en las segundas respecto de los
primeros, en un mundo machista y patriarcal que no termina de evolucionar hacia
una igualdad de género real.
Por eso les invito a que cuando se estrene el documental WALL, sea en el cine o en cualquier plataforma, colaboren viéndolo y dándole difusión, pues nada de malo tiene apoyar a quienes realmente lo necesitan.
Ramón Moreno Carrasco es Doctor en Derecho Tributario
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Viernes, 31 de Enero del 2025
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