Se trata de un apellido castellano de origen gentilicio, poco frecuente y disperso por España, si bien se registra sobre todo en Madrid y Valencia, siendo notable su presencia en Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Alicante y Barcelona, y menor en Toledo, Guadalajara, Salamanca, etc. Procede del gentilicio Jareño, nombre que reciben los naturales de poblaciones como La Jara (Albacete), La Jara (Sevilla), Villanueva de la Jara (Cuenca), etc. El gentilicio -jareño- acabó convirtiéndose en algunos casos, por el uso y la costumbre, en apellido de familia. Hubo, por tanto, distintas familias Jareño, no emparentadas entre sí. El topónimo Jara deriva del árabe “slácra”, nombre de varios arbustos siempre verdes, de flores grandes y blancas.
Asociado a este apellido nos encontramos el siguiente escudo heráldico:
1. En campo de plata dos árboles de sinople, puestos en faja.
Unas primeras referencias históricas de este apellido en la comarca las tenemos en el los archivos de la Parroquia de Santa María de Alcázar de San Juan, donde a finales del siglo XVI tenemos el enlace entre Diego Millán y María Jareño, del que nacería Diego Millán Jareño. Esta familia eran labradores pegujaleros. Es curiosa esta acepción, hoy totalmente en desuso, que hace referencia a los labradores que tienen poca siembra o labor.
Ya en el siglo XVII, en el padrón de vecinos que se hizo en 1686 en Tomelloso, y donde se realiza un listado de los vecinos propietarios de “caballería y cabalgaduras menores” nos encontramos a Francisco Jareño como propietario de un pollino.
Entre los espacios físicos de la villa aparece hasta el siglo XX la denominada Huerta de Jareño, situada en la confluencia de las que actualmente son las calles Doña Crisanta Moreno y la calle Carboneros.
Nacido en enero de 1818 tenemos a un ilustre manchego portador de este apellido. Se trata de Francisco Jareño Alarcón, nacido en Albacete, y que fue un gran arquitecto, autor de algunos de los más notables edificios oficiales del reinado de Isabel II (en Madrid: la antigua Casa de la Moneda, el Palacio de Museos, Archivo y Biblioteca Nacionales, el Instituto de San Isidro, la antigua sede de la Real Escuela de Veterinaria, el Instituto Cardenal Cisneros, el Tribunal de Cuentas del Reino o el Hospital del Niño Jesús; y fuera de la capital la Escuela Central de Agricultura de Aranjuez, la Rehabilitación de la Audiencia Territorial de Albacete, la Plaza de Toros de Toledo o el Teatro Tirso de Molina de Las Palmas de Gran Canaria.
De mediados y finales del siglo XIX nos encontramos con algunos acontecimientos que se salen de lo cotidiano y de los que se hacen eco la prensa provincial o el Boletín Oficial de la Provincia, normalmente por la gravedad de los hechos, se hacía eco:
• El 19 de marzo de 1845 nos encontramos con la siguiente requisitoria: “Habiendo desertado del presidio de Motril el confinado Juan Jareño, vecino del Tomelloso, hijo de Francisco y de Trinidad Rodríguez, encargo a los Alcaldes constitucionales y demás empleados de protección y seguridad pública de esta provincia procuren con especial celo su búsqueda y captura”.
• El 15 de octubre de 1856, el Auditor Honorario de la Hacienda Pública de la provincia de Ciudad Real llamó a los tomelloseros Lino Marquina y Ramón Jareño para que se presenten en la capital provincial como imputados en una causa criminal por, talar sin permiso alguno, en los Montes del Gran Priorato de San Juan. Si acuden “se les oirá y administrará justicia”, si no acuden se les declarará en rebeldía y les “parará perjuicio”.
• En 1896, Balbino Jareño Perona, vecino de Tomelloso, recibe un “disparo de arma de fuego” y sufre una serie de lesiones. La justicia culpa de estos hechos a otros vecinos de Tomelloso que, al hallarse en paradero desconocido, se procede a emitir la pertinente requisitoria para que sean localizados. Los tomelloseros acusados de estos hechos fueron: Blas Romualdo González, alias “Mulas”, de 25 años, soltero, de profesión barbero, natural, hijo natural de Celedonia González y de padre desconocido, “de estatura regular, pelo castaño, ojos pardos, nariz regular, viste pantalón de paño color café, chaqueta color negro, sombrero de ala ancha blanco y botas o zapatos blancos”; y Juliana Martínez Lahoz alias “Pañolón”, de 23 años de edad, natural y vecina del Tomelloso.
En la década de los años 80 del siglo XIX, como electores de la localidad nos encontramos, en la categoría de propietarios, a los hermanos Cesáreo y Antonio Moreno Jareño, con domicilio en las calle Toledillo (actual calle Carlos Morales) y el Barrio Nuevo, respectivamente y a Juan Rubio Jareño en la calle Hidalgo,
Aunque hoy en el callejero de la localidad podemos ver la Calle Antonio Jareño, de la que se hablará posteriormente, ya en el siglo XIX había una calle denominada Calle Jareño en Tomelloso. En la primera década del siglo XX se cambió su nombre por el de Calle O´Donnell.
De 1906 nos encontramos el acuerdo plenario por el que se aprueba las cuentas que presenta Carlos Jareño “por las reparaciones hechas en la Casa Consistorial” y “autorizar el ingreso en el Hospital do esta villa del pobre imposibilitado Eustaquio Jareño Molinero”.
En 1917 el Ayuntamiento de Tomelloso acordó hacer dos paseos que unieran la localidad con la Estación. Para ello tuvo que adquirir comprar unos terrenos e incluso parte de la casa de Martín Jareño. Unos años después fue remodelado uno de estos paseos, el antiguo Paseo de la Estación (posteriormente denominado Paseo de Ramón Ugena); entre todos los trabajadores contratados por el Ayuntamiento para los diferentes arreglos nos encontramos a Aurelio Jareño quien, en febrero de 1923, recibió 460 pesetas por el importe de realizar 269 hoyos para la plantación de árboles.
En 1922, volvemos a ver a Aurelio Jareño en la actividad de abrir hoyos para poner árboles; en esta ocasión en la Avenida de Don Antonio Huertas. Aurelio junto con otros 65 obreros recibieron, por estos trabajos, 903 pesetas.
Otro miembro de esta saga, Víctor Jareño, fue el encargado de empedrar la calzada de la Calle Francisco García Pavón en 1921. La adjudicación se hizo acordando el precio de 1 peseta y 20 céntimos por metros cuadrado de empedrado.
En los convulsos años de la Guerra Civil nos encontramos como Alcalde a Marcelino Jareño Alba (desde el 8 de diciembre de 1936 al 5 de marzo de 1937).
Y, en estos años trágicos, nos encontramos la figura de Félix Cabañero Jareño, con domicilio en la calle San Fernando, fotógrafo y maestro de profesión, militante y secretario local del Partido Socialista, fue fusilado tras la Guerra Civil, en 1940. Félix era el padre del gran poeta tomellosero de la Generación del 50, Eladio Cabañero López (nacido el 6 de diciembre de 1930).
Nacido en 1944 tenemos a Ramón Coronado Jareño, personaje muy popular y apreciado en Tomelloso por su gran labor en defensa de las tradiciones, cultura y raíces de la ciudad. Sus reatas siempre fueron un referente cosechando numerosos premios en la Romería, feria y otras fiestas de marcado carácter popular. Falleció en junio de 2019.
Desde mediados del siglo XX tenemos la referencia de Antonio y Cirilo Jareño “los Candojos”, que ejercieron como albañiles y fueron reconocidos por construir chimeneas de diferentes fábricas de alcohol de la localidad. Aprendieron la técnica con los maestros que venían de Valencia y de Alicante, y construyeron, con su propia cuadrilla, su primera chimenea en 1942. Esta actividad fue continuada por Antonio Jareño Herreros, nacido el 9 de septiembre de 1940, hijo del citado Antonio Jareño y de Pilar Herreros. Aprendió la profesión junto a su tío y su padre y levantó su primeria chimenea en Valdepeñas en 1959. La última chimenea levantada es la situada en la calle del Clavel (1985), en el barrio conocido, por razones obvias, como “de la Chimenea”. Esta chimenea sustituyó a otra antigua, muy deteriorada, que perteneció a la desaparecida fábrica de alcohol de Antonio Fábregas. El encargo hecho a Antonio Jareño se utilizó como salida de humos de la caldera de calefacción de la nueva urbanización construida por la familia Eugenio Navarro.
Los dos Antonios Jareño, padre e hijo, destacaron también por su afición al ciclismo, y como muestra el recuero de la participación del mayor de ellos en la II Vuelta Ciclista a España en 1936. Precisamente Antonio Jareño “el Candojo” fue el ganador de la carrera ciclista celebrada el 20 de mayo de 1934, y que como premio le correspondió treinta pesetas y un sillín de paseo.
En reconocimiento a estos tomelloseros, el Pleno del Ayuntamiento de Tomelloso, puso el nombre de Calle de Antonio Jareño, el 23 de noviembre de 2015, a la vía con entrada por la Avenida Juan Carlos I.
Además, en 2013, otro heredero de esta saga de albañiles constructores de chimeneas para las alcoholeras, Cirilo Jareño Grande, asentado en Alicante, fue reconocido en el Día de los Tomelloseros Ausentes con motivo de la Feria y Fiestas.
En la década de los años 80 del pasado siglo XX, nos encontramos a José Antonio Jareño como Presidente de la Hermandad de San José Obrero. Hay que recordar que la ermita que hoy podemos contemplar en la bifurcación de la calle Ave María con calle Triunfo de Ave María fue bendecida el 1 de mayo de 1982, situada en el popular y antiguamente denominado Barrio Fly.
Es grande la presencia del apellido Jareño en Tomelloso en este siglo XXI. Como término de este breve estudio sobre el mismo, concluyo, haciendo un guiño al futuro, con la referencia a Francisco José Jareño Mendoza, alumno del Instituto de Educación Secundario Eladio Cabañero que al término del curso 2023-2024 fue reconocido por la Universidad de Castilla La Mancha por obtener uno de los mejores expedientes académicos de la Región (con el colofón de un 13,95 como nota final en la Prueba de Acceso a la Universidad).
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Lunes, 3 de Febrero del 2025
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