La política, permítanme que así lo exprese, es un noble arte al que se une a veces, muchas veces, un ingenioso y porque no, arriesgado y divertido juego en el que se utiliza el intelecto para llegar a resultados y conclusiones, curiosas unas veces, ilógicas otras e inconcebibles en algún caso. Sobre el mundo de la política existen infinidad de expresiones más o menos acertadas, siendo la mayoría de ellas una caricatura o exageración de sus extremos.
Quienes me conocen saben de mi dicho: la política es el ingenioso arte de intentar demostrar que la suma de dos y dos puede dar cualquier resultado siempre que no sea cuatro que para eso están las aburridas y recurrentes matemáticas; por supuesto que no pretendiendo pasar a la historia con esta definición de andar por casa y menos cuando alguien que, me consta, sabe mucho de ciencias exactas y política, me corrigió al oír esta afirmación; bueno, dijo, incluso alguna vez puede darse el caso de que sumen cuatro. Pero ciertamente la política no tiene vocación de ser una ciencia exacta.
Y es que lo verdaderamente ingenioso de este arte está en que, aun permaneciendo el resultado de la suma inalterable, todos los “sumandos” intentan aparecer siempre con mayor valor; no hay más que escuchar a los dirigentes de los partidos en la noche de las elecciones realizando auténticos ejercicios malabares mentales para demostrar a sus electores que han salido de algún modo victoriosos del trance.
Digo al principio que la política es sin duda divertida por las curiosas conclusiones que se extraen, pero también puede resultar arriesgada. Y es que este” juego” adquiere otros tintes cuando se juega a ganar utilizando métodos que aun siendo legales resultan más que curiosos, ilógicos o inconcebibles.
Cuando dos o más formaciones, que defienden postulados muy distintos se unen contra un tercero simplemente para que éste no gobierne, pese a obtener mayor número de votos, de alguna manera se está adulterando el resultado del pensamiento que la mayoría ha votado.
De esta suma de “peras y manzanas”, de, a veces “perros y gatos” en que se convierten algunas “seudo alianzas” de estos extraños compañeros de mantel y cama, se derivan unos resultados que al final y a la postre no resultan ni del agrado de sus integrantes, ni de la inmensa mayoría del electorado.
Y es que la política como ejercicio de poder ha de resultar un plato exquisito con un sabor tan agradable, intenso y contundente que resulta un deleite para todo aquél que lo ha probado.
Tuvo razón Bossuet cuando dijo: la política pretende ser un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir.
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Jueves, 20 de Febrero del 2025
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