Opinión

Hoy llora Ciri

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 22 de Febrero del 2025
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Faltaba una hora  para la reunión de esta tarde de viernes cuando he recibido una llamada de Ciri excusándose, porque hoy no vendría a la reunión habitual de los cafés con magdalenas. Me ha desconcertado.

La razón de su ausencia la ha fundado en que no se encontraba bien de ánimos, se sentía decaído… y prefería quedarse en casa y recuperarse tranquilamente.

Durante los primeros instantes  he quedado convencido por su disculpa y  contrariado, porque se me ausentaba con él el rato tan entrañable e interesante que vivimos como amigos cada semana. Lógicamente he pensado en presentarme en su casa para visitarlo y hacerle compañía un rato; fácilmente podría darle ánimos y compartir con él el motivo de su estado anímico.

Así lo he hecho. Abre la puerta su señora que me saluda con mucho cariño y semblante de tristeza. A mi demanda por su salud, la respuesta es: «Bien, bien. Tu amigo un poco decaído, pero sin mayor importancia, a mi parecer».

Encuentro a Ciri sentado en su lugar preferido del tresillo, en el comedor. Tiene sobre las piernas una mantita suave, las “gafas de leer” colocadas en el caballete de la nariz, al verme cierra el libro que estaba leyendo  y lo deposita sobre la mesita de centro, en el borde leo que es mi libro “Relatos en la trasnochada”. Me agradece la visita con un abrazo fuerte como los suyos de siempre.

Las ojeras que tiene corroboran la escusa que me dio, para no asistir a la reunión. Su aspecto es triste, no llega a demacrado, pero se aproxima. 

—Ciri ¿Qué te pasa? Me has asustado con la razón de tu llamada y ahora veo la realidad. ¿Estás enfermo? ¿Alguna mala noticia familiar? 

—No. Estoy sano como una manzana, y no hay noticia familiar mala. Siéntate y te cuento.

—Como hoy no iréis a la cafetería yo os preparo los cafés y las magdalenas  y me uno a vosotros para compartir la charla en unos momentos. —Comenta la esposa de Ciri, le respondemos  con una sonrisa y un “por supuesto que sí, mujer, cómo no”. 

La conversación reposada me hace ver que efectivamente, Ciri  no está enfermo, pero tiene algo  en su mente que no lo deja. No me ha gastado ninguna broma como acostumbra y tampoco saca su risa contagiosa. Si le lanzo alguna pregunta personal, la esquiva con alguna excusa. Como he venido para acompañarlo y enterarme del porqué de su estado, lo ataco en directo y, con la venia de su esposa reflejada en su caída de ojos tras mi interrogación con la vista, le digo:

—Ciri, te recuerdo que somos amigos, cuando nos va bien y cuando no tan bien. No me voy de tu casa mientras no me especifiques,  en serio, la causa de tu tristeza.

Me mira con todo el cariño de que es capaz. Toma el teléfono, lo enciende, rebusca con el dedo en la pantalla y me da para que lea. Se trata de una captura de pantalla, dice:

«Hamás expone en un dantesco escenario los ataúdes de cuatro rehenes incluidos los niños Ariel y Kfir Bibas

Los cadáveres correspondían a los de una mujer y sus dos hijos Ariel y Kfir Bibas, que tenían 4 años y 9 meses respectivamente cuando fueron secuestrados. 

Los terroristas del grupo islamista Hamás, acompañados de combatientes de la Yihad Islámica y de las Brigadas Muyahidines, entregaron este jueves en Jan Yunis (sur de Gaza) a la Cruz Roja los cadáveres de cuatro rehenes israelíes, tras exponer sus ataúdes.»  (1)

Tengo que tragar saliva y parpadear varias veces. Ciri saca un pañuelo de papel del bolsillo de su bata y  seca dos lágrimas que corren por sus mejillas.

La señora de mi amigo también ha releído varias veces la noticia desde que salió.

Un silencio tétrico atenaza la habitación en que nos hallamos.

Ninguno de los tres articulamos palabra.

Miramos el suelo simplemente, como suspendidos en el aire.  

Los segundos pasan tensos. 

Pero menos trágicos que pasaron para la mujer y sus dos hijos.

Noto que las lágrimas inundan también mis ojos. 

Cuántas inundarían los de la madre intentando proteger a sus hijos.

Oigo los suspiros de mis dos amigos junto a mí.

Cuántos suspiros se oirían salidos de esa madre y sus hijos…

He desconectado de la realidad y no sé cuánto tiempo llevo enajenado. Oigo como lejana la voz de Ciri que me ayuda a recobrar la consciencia y percibo que dice:

—¡No pueden engañarnos! Estos crímenes, que tanto nos han conmovido, se están reproduciendo continuamente y en demasiados puntos de nuestro planeta. Las ideologías toman partido, de modo interesado, según piensen que coinciden con sus gobiernos: Israel, Palestina, Rusia, Ucrania, Nigeria, Siria, Yemen Burkina Faso, Sudán.  Los políticos y sus aplaudidores querrán convencernos de que los suyos son las víctimas y los otros los criminales, como siempre ha sucedido a lo largo de la historia incluida nuestra España. 

»Es imprescindible que nos convenzamos y que actuemos como personas iguales en derechos y obligaciones, que vivimos en la misma casa que es la tierra, disfrutando de una misma Madre Naturaleza. Es imprescindible que nos respetemos siempre y en cualquier punto del planeta. Quiero pecar de optimista viendo venir un mundo donde los criminales hayan desaparecido del universo.»

Me han llegado al alma las palabras de mi amigo Ciri.

Hemos necesitado darnos un abrazo los tres.

1)Texto extraído del Periódico digital “El Debate” de  Fecha 20/02/2025


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