En Estados Unidos, en las cercanías de Boston; con extraordinaria, veneración se ha conservado el “Olmo de Washington”, ya que en su entorno, “el libertador de la nación”, y que tomó el mando de los ejércitos… Del sinnúmero de árboles renombrados y ciclópeos de América sólo mencionamos este otro ejemplar gigante: “Wawona”, de Mariposa Gorve, en California. En su descomunal tronco se abrió un túnel por donde pasaban las “diligencias” de los visitantes...
Realidad y leyenda, se solía narrar que, en la antigua Frigia, territorio de Asia Menor, al sur de Bitinia, había un plátano (Platanus x acerifolia) de enorme envergadura y altura… Y cuando el persa Jerjes caminaba con su monstruoso ejército hacia Grecia, quedó tan impresionado al contemplar el colosal “Plátano de Frigia”, que detuvo la marcha, permaneciendo tres días acampado junto al árbol.
El cónsul Licinio Muciano y diez y ocho acompañantes, pernoctaron en el “Plátano de Licia”, que formaba parte de una “ruta vegetal”, y después de celebrar una suculenta cena, el cónsul “hizo noche” en el tronco ahuecado… Y Calígula—se decía—que ofreció una comilona a quince leales, junto al “Plátano de Veletra”.
En las cercanías de Constantinopla, se encontraba el “Plátano de Bujukdere”, cuyo tronco al nivel del terreno, tenía cuarenta y cinco metros de circunferencia.
Tradicionales “Cedros de Líbano”, a los que el francés Lamartine llamaba “patriarcas del mundo vegetal…”, sus ramajes cubrían una superficie de cuarenta metros de radio.
Contaban viajeros y aventureros que recorrieron extensos territorios africanos, que vieron ejemplares de boabad, (Adamsonia digitata, de frutos comestibles y una corteza con varias aplicaciones) en cuyos troncos o fustes, contemplaron una pareja de elefantes, refugiados con su cría… En Senegambia (Senegal-Gambia), el explorador alemán Humbolt, detalló que los nativos solían celebrar cónclaves en el interior de los troncos de algunos de aquellos ejemplares gigantescos… Despampanante un árbol de Francia, —por las fuentes consultadas, descartamos que se trate de una leyenda— “El Roble de Chair au Point, (Quercus petraea) que a los tres metros del suelo tenía una circunferencia de diez y siete metros. El descomunal tronco ahuecado, se referenció, que se llegó a utilizar como “sala de baile”… Soberbio y arcano es “El Roble de Allouville”, localidad francesa, por tener en el tronco abierto una capilla de unos cuatro metros de anchura, consagrada a la virgen; con un pequeño habitáculo encima, al que se accede por una escalera de caracol. El los ramajes más altos tiene un campanario, con una cruz de hierro. Y en Inglaterra, “El Roble del Rey Esteban”, por la memoria del común se sabe, que daba sombra a más de cuatro mil personas… Respecto de “El Castaño de los cien Caballos” o de “Etna”, según la tradición, sería el árbol más antiguo del mundo… Se decía que, en su sombra, descansaron Doña Juana de Aragón y su escolta de cien jinetes…
En la península Ibérica, han existido árboles colosales y célebres… En un alcornoque (Quercus suber L.) del valle de las Batuecas—memoria del común—el padre Acevedo, “que había sido capitán de las guardias españolas”…, pasó veinte años en una ermita horadada en el tronco. También en las Batuecas, “El Bastón del valle de las Batuecas”, cedro de más de unos treinta y cinco metros de altura. Renombrado en Canarias “El Drago de Orotava” que, cerca del suelo, tenía quince metros de circunferencia. Y en Mallorca, en el bosque de Escorca, la memoria del común, narra la existencia de una encina, con un tronco de quince metros. En Santander, en el monte de Rueste, estaba el mítico “Roble de Cubitón”. En Pontevedra, el célebre “El Roble de Santa Margarita”. “La Palmera de Capellán”, en Elche, con su impresionante ramaje de siete metros. Y el simbólico “Ciprés del Patio de los Aljibes de San Francisco del Monte, (Córdoba) en cuyos ramajes quedaron muy bien camuflados doce músicos—D. M. Chico—dando un concierto a Felipe lV, cuando visitó aquel convento...
En Guernica (Vizcaya), el viejo roble “Guernicaco Arbola”, tenido como símbolo de las libertades del pueblo vasco, que se han venido reponiendo y cuidando ejemplares jóvenes, sustituyendo y emulando al árbol más antiguo…; entorno a su sombra, desde tiempos inmemoriales, se solían reunir los representantes del pueblo, para tratar y administrar fueros, privilegios…
Cuando los ocho o nueve chiquillos de la, entonces, aldea de Ruidera, éramos rapiñadores de lo que la naturaleza le “brindaba” (?) a la comunidad, nos la jugábamos “mangando” nueces de la veintena de nogales del recinto de los antiguos Molinos de la Pólvora. Éramos así, porque no había más remedio… Cuando los guardas nos acechaban y perseguían, nos escondíamos en los cárcavos de los molinos, que se hundían y ahondaban en las arenas cenagosas del río y detrás (?) del enorme “Olmo de las portadas de Carros”, de los derrumbados Molinos o “Fábrica de la Pólvora”, y detrás (?) del reverenciado “Chopo de Santa Bárbara”, ya en declive, junto al descabezado arco carpanel, de sillería; donde proliferaban hongos basidiomicetos comestibles. ¿Escondernos detrás de los árboles? Como los pibes aún no raciocinábamos lo de ubicación y estereografía, el “Hermano Rafael” y el “Hermano Amancio”, que eran los caseros y guardas, cambiaban de enclavamiento…; nos echaban el guante y nos “confiscaban” los frutos recolectados… Pero entonces, algunos de los críos, aprendimos que los árboles no tienen “detrás” ni “delante”; ni “izquierda” ni “derecha”.
En aquel entonces, la mnemotecnia del vecindario, trasmitía a la descendencia el nombre de árboles de la zona, tradicionales, casi venerados…: Continuará
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