Opinión

Coherencia, belleza y proporcionalidad

Fermín Gassol Peco | Domingo, 23 de Marzo del 2025
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La proporcionalidad es un concepto matemático y gramatical. Ambos definen la relación existente entre medidas, si bien la gramatical contiene además una derivada estética pues tiene que ver con la belleza, armonía y sentido común estético; la expresión de la coherencia entre determinadas dimensiones plasmada sobre tela, cemento, bronce, arcilla o cualquier otro material orgánico o no. 

Siendo que el objeto contemplado no resulte a primera vista de nuestro agrado, profundizando en su estudio y observación, es posible que encontremos en él esa virtud de la proporción y lo valoremos de manera más positiva. La proporcionalidad no está sujeta a determinadas medidas, escalas canonizadas o gustos previos que también, pero asaz cabe para sorprender con nuevas concepciones del arte, de la ciencia, de la jurisprudencia, de la técnica, en suma, de las realidades que existen y descubrimos cada día.  

Que la coherencia de formas en las cosas es universal, en el mundo del átomo y en el interplanetario; la vida misma es pura proporción, la naturaleza la ha concebido así.

 Dicho esto, cabría preguntarse por la proporcionalidad que armoniza nuestro mundo, no el cósmico o cósico sino el personal; y al hacerlo no me pretendo referirme a la armonía o belleza física, corporal, que esa nos viene dada por herencia sin más mérito o demérito. La cuestión a plantear es la adecuación, la coherencia existente entre la altura y anchura de nuestra personalidad, de la belleza de nuestro mundo interior en la relación con los demás. 

Cuando definimos a alguien como una persona consecuente estamos diciendo que cerca o lejos de comulgar con ella, encontramos en su comportamiento una característica existencial coherente entre aquello que da y lo que pide, entre lo que piensa y obra. La belleza personal consiste en la pureza de las formas, de los actos, la profundidad de la intención y la altura de miras.

Siendo los seres humanos los mejores exponentes de estos comportamientos coherentes por el hecho de ser libres, también somos los únicos seres de la naturaleza que podemos crear la desproporción en aquello que “tocamos”. La incoherencia entre nuestros principios y actos, la doble vara de medir para pedir, para exigir y para dar o contribuir. 

Aquello que afea a una persona es la desproporción entre las distintas actitudes y decisiones al servicio del “yo” y del “tú”, las de “nosotros” y no digamos ya del “vosotros o de ellos”. 

La talla, la importancia, la calidad, la grandeza, la armonía y belleza de todo aquello que existe en el mundo animado e inanimado, tiene un nombre, la verdad.

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