En ese afán que nos mueve por llevar a nuestros lectores la mejor información posible, hay mucho trabajo detrás. No se trata de presumir de lo mucho que se hace, porque seguramente encontraremos no a cientos, sino miles, que lo hacen mejor, pero si conviene destacar ciertas anomalías en este microuniverso de la información en el que nos movemos los periodistas de Tomelloso.
Tenemos muy claro que hay que salvaguardar ese periodismo que elabora con tesón el redactor que va a los sitios, ese que se queda un tiempo prudencial en los actos, anota los aspectos que le parecen más interesantes, intenta atrapar la atmósfera del momento, habla con protagonistas…para finalmente plasmar con una redacción lo más cuidada posible, al menos lo intentamos, la noticia. La profesión, que vuelca buena parte de su actividad en los fines de semana, exige un evidente sacrificio de tiempo, de dolorosa renuncia a muchas horas de compañía familiar, de trasnochadas informativas que se juntan con madrugadas en el gremio, del estrés que provoca estar en un acto y saber que habrá que correr para llegar al que empieza inmediatamente después, de convertir los días rojos del calendario en un laborable de color negro.
Siendo duro también hay recompensas, sobre todo para el periodista que vive y disfruta de su profesión es espectador privilegiado de buenos actos y espectáculos, que los hay; de mantener viva la llama de un compromiso con la ciudad que obliga a tomarnos muy en serio nuestro trabajo, de socializar con buenas personas de ámbitos diversos y de ayudar a dar visibilidad a personas, entidades y asociaciones que con tanta ilusión preparan sus actividades. Queda siempre la satisfacción del deber cumplido, pero también el desaliento de comprobar unas cuantas horas después, a veces días, que lo publicado ha servido de inspiración para los que buscan obtener el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo.
Después de tantos años en el oficio no se despista tan fácilmente alternado el orden de unos párrafos o frases, metiendo sinónimos o pasando la información por las maquinitas de la IA, que esa es otra, para disfrazarla de otra distinta. No, no cuela. No puede ser que dos redactores destaquen los mismos aspectos de una noticia, que sigan la misma estructura en su elaboración o tiren del mismo hilo argumental. Y el redactor siempre tiene esos latiguillos y modos de expresión que reconoce al instante, incluso el error cometido que torpemente reproduce también el segundo y cómodo obrador de la noticia. Ni siquiera el titular, escaparate esencial en toda información, se libra de un sospechoso parecido en muchas ocasiones.
En fin, que las cosas cuestan y resulta injusta a todas luces que se intente meter a todos los periodistas en el mismo costal. Tenemos excelentes compañeros que trabajan con dignidad, una indiscutible deontología profesional y personalidad propia, esto también hay que decirlo, pero alertamos y nos revelamos con los que no lo hacen así. Luis del Olmo, que atesora un reconocido pedigrí en el mundo de la comunicación, aseguró una vez que “Yo digo, ante todo, mi verdad. Esa es una de las satisfacciones más poderosas que se puede tener en un medio de comunicación”. Pues eso, que cada uno se aplique en buscar su verdad y sus métodos, para desembocar en una variedad que será muy saludable para el gremio y que el conjunto de la sociedad también agradecerá.
Este artículo forma parte de unas columnas de opinión que aparecerán periódicamente para abordar diversos temas de actualidad. Y los escribiré desde la fórmula de la triple R, es decir, que son opiniones refutables, revisables y, en un momento dado, hasta rectificables.
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Martes, 19 de Agosto del 2025
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