Feria 2025

Pregón de Ana Samboal en la Feria y Fiestas de Tomelloso 2025

Ana Samboal | Lunes, 25 de Agosto del 2025
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Queridos vecinos, muy buenas noches.
Alcalde, corporación municipal, gracias por vuestra invitación. Es un honor pregonar vuestras fiestas.

Hacer de pregonera, aunque no lo parezca, es un oficio de riesgo… Me explico: la Real Academia define pregonero como aquel que divulga algo que es ignorado. Y por eso asumo que, a partir de ahora, hablaré a todo el que quiera escucharme de las bondades de este lugar y de estas fiestas. Pero ¿qué os voy a contar a vosotros, que sabéis de Tomelloso todo lo que yo desconozco? Incluso, aunque hubiera nacido en esta tierra… ¿y si me da por halagar el vino y lo que os gusta es, no sé, el mosto? Creo que ahí no metería la pata en ningún caso, ¿verdad?

Podría ser más conveniente, para que esta pregonera salga bien librada, halagar a quien le escucha. O sea, a vosotros. Lo que vulgarmente se conoce como hacer la pelota: deciros lo guapos que habéis venido todos (que es verdad), lo bonitas que habéis puesto las calles (salta a la vista)… ¡Ojo! Esto requiere también de cierto ingenio. No puede ser algo muy evidente, porque sería contraproducente.

Ese era mi dilema cuando me puse a escribir este pregón. ¿Qué puedo decir yo de Tomelloso que los tomelloseros no sepan? ¿Qué puedo decir de ellos o de sus fiestas que les resulte agradable? Y la respuesta me la ha dado mi día a día, mi trabajo, esta última semana.

Con una parte de España ardiendo —un fuego en Toledo, aquí al lado; en Cáceres; en Galicia; en Madrid; en mi tierra, en Castilla y León, en Ávila—, cuando ves cómo se consume lo que conoces, lo que has vivido, el paisaje que guarda tus recuerdos, se te parte el alma. Cuántas veces hemos hablado esta semana de la España rural, de la España vaciada, de la España abandonada… He perdido la cuenta.

Claro, tampoco puedes recriminarle nada al que se fue del campo a la ciudad. Cada cual tiene derecho (o debería tenerlo) a llevar su vida como buenamente pueda o quiera. ¿Por qué deja la gente el campo? ¿Se va porque el trabajo es duro? ¡Por supuesto que lo es! ¡Durísimo! A lo mejor no es comparable, pero también es duro levantarse a las seis de la mañana en un piso de 60 metros cuadrados, en el que, con mucha suerte, tienes un árbol en la acera que separa tu casa de la del vecino de enfrente, y que además cuesta una fortuna. En fin, cada cual tiene sus razones. Pero hay una importante: dejamos nuestros pueblos o las pequeñas ciudades buscando oportunidades que no encontramos en ellos.

Y esto es algo que no ha ocurrido aquí, en Tomelloso. Algunos se habrán ido —y vuelven en Navidad, en verano, en la romería de la Virgen, en estas fiestas—, otros habrán venido de nuevas. En fin, la vida misma. Pero aquí, a diferencia de otros pueblos tristemente perdidos, la gente se queda. Aquí hay oportunidades: de empleo, de crecimiento… Aquí hay valor, aquí hay futuro, hay vida.

Seréis la España rural, y con mucho orgullo, porque a todos nos encantan nuestros pueblos. Pero ni sois la España vaciada —un término horroroso—, ni sois la España abandonada. Y eso hay que celebrarlo.

Estáis aquí porque en esta tierra, en Tomelloso, habéis dado con el secreto, con la llave para que vuestra principal forma de vida —el cuidado de la vid, la maduración de la uva, la vendimia, la elaboración del vino— pase de generación en generación. Es un trabajo ancestral, y habéis sabido ir adecuándolo a los desarrollos de la tecnología y al paso del tiempo y sus necesidades. Tradición —la heredada de los padres, abuelos, bisabuelos— y vanguardia. Que tengáis la bodega más grande de Europa, la segunda más grande del mundo, no es una casualidad. Nunca lo es. Las obras humanas se hacen a fuerza de mucho esfuerzo, de muchos desvelos. A lo largo del año, hasta llegar hasta aquí —vosotros lo sabéis mejor que yo—, hay mucho trabajo.

Y por esa razón, esta fiesta está doblemente justificada. Hay que celebrar que sois un pueblo vivo, fuerte. Hace unos días, le conté a un analista político que vendría aquí —veis que ya estoy cumpliendo con mi tarea de pregonera—. Me decía que esta es una plaza vital. Me hablaba de una batalla política de Chacón y Cospedal y de la maravillosa crónica que escribió David Gistau. Pues eso: que hay que celebrar vuestra pujanza y hay que celebrar también, siempre, cada año, la vendimia. Tiene algo de especial, de mágico. Por eso los poetas la han cantado a lo largo de la historia.

La vendimia es el fruto del sudor, del sol, de la lluvia, de la tierra. La vendimia es el último esfuerzo antes de cumplir la promesa del descanso merecido. Es la lluvia, las tormentas, el sol… Es el ciclo de la vida, que siempre debemos agradecer. Y la devoción a vuestra Virgen, a la Virgen, la Reina de esta fiesta, es la manifestación de ese agradecimiento. No somos nada sin espíritu.

Hace cuatro años paseé por esta misma plaza. Fue un verano como este y, al mismo tiempo, muy distinto. Estaba casi vacía. Era el verano de la pandemia, del Covid. Mi marido y yo decidimos coger el coche y buscar y pisar los pasos de Cervantes, de Sancho y de don Quijote. Descubrimos La Mancha y, entre otros muchos pueblos, pasamos por aquí, por Tomelloso.

Recuerdo que nos sorprendieron las chimeneas. Había muchas. En esos días de silencio, la única forma de saber qué se escondía era rastreando internet. Y ahí dimos con la obra de uno de vuestros más ilustres vecinos, mi admiradísimo Antonio López. Nos prometimos que volveríamos. Y aquí estamos. Esas chimeneas son otra huella del pasado que habéis hecho presente, convirtiéndolas en parte del paisaje, de vuestra particular identidad.

Hace cuatro años, en estas calles desiertas, todavía con una mascarilla cubriendo nuestro rostro, mirábamos con cierto temor al que se nos cruzaba en la calle. Decíamos que nunca más volveríamos a dar dos besos al que nos presentaran. Fue doloroso, pero el mejor homenaje a los que nos dejaron ha sido recuperar la esencia de lo que somos.

Este pueblo es sufridor. Nos gusta mucho el drama… tanto como la fiesta y la celebración. Decía mi profesor de Latín que, mira que hay iglesias en España, pero siempre hay más bares. Vivimos con el corazón, para mal a veces, y creo que, sobre todo, para bien. Y eso ocurre aquí, en Tomelloso, y ocurre en cualquier lugar de España. Es lo que somos. Algo debe tener de bueno cuando cada año vienen de todo el mundo millones de personas a visitarnos.

Volvemos a besarnos, a abrazarnos. Personalmente, me alegro. Hemos recobrado las ganas de vivir. Y es lo que, como pregonera, os invito a hacer en estas fiestas.

Espero haber pasado la prueba sin que parezca que os he hecho mucho la pelota. Solo me queda decir, como pregonera:

¡Vecinos de Tomelloso, amigos, visitantes, vivid, alegraos y celebrad vuestra Fiesta de la Vendimia!

Ha sido un honor. Muchas gracias.

Ana Samboal

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