Me llamo Juan
Camacho, y hace más de diez años me sometí al primer control de PSA mediante
una analítica rutinaria. Los valores no eran preocupantes: se movían entre 1,5
y 2. Confiado en aquella normalidad, seguí con mi rutina diaria hasta que, tres
años después, el PSA pasó de 2 a 4. El médico consideró que seguía dentro de
una zona segura, aunque el ascenso quedó anotado. Pasó el tiempo y, hace dos
años, el valor se situó en 7. Fue entonces cuando me derivaron al hospital para
valorar opciones quirúrgicas: una intervención abierta o una laparoscopia.
Confieso que
me sentí confundido y abrumado. Me costaba creer que aquello me estuviera
ocurriendo, máxime cuando llevaba años controlando el PSA con regularidad. La
palabra cáncer me golpeó con la fuerza de algo que, aunque ajeno, de
repente se vuelve propio. Es una sensación de soledad absoluta, un enigma que
desconoces y que parece apartarte del mundo.
He de
reconocer que sentí un gran temor al pensar que quizás tendría que someterme a
radioterapia externa o a quimioterapia. Tenía muy presente el recuerdo de un
familiar directo, ya fallecido, que sufrió las consecuencias de esos
tratamientos. Esa experiencia me acompañó desde el primer momento, haciéndome
valorar cada opción no solo desde el punto de vista médico, sino también desde
el emocional. Fue, en buena medida, lo que me llevó a buscar alternativas menos
agresivas.
Buscando
información en Internet, descubrí la existencia de una tecnología llamada robot
Da Vinci, un sistema quirúrgico mínimamente invasivo que permite realizar la
prostatectomía con gran precisión y una recuperación más rápida. Sin embargo,
este robot no está disponible en todos los hospitales, y tampoco en el que me
correspondía a mí. Es inevitable entonces plantearse ciertas cuestiones:
después de toda una vida cotizando a la Seguridad Social, ¿cómo es posible no
tener acceso a una tecnología que podría reducir riesgos y secuelas? Nadie te
informa de ello directamente; tienes que buscarlo por tu cuenta. Es una
lástima, porque en momentos de vulnerabilidad la información clara debería ser
un derecho, no una conquista.
Finalmente,
tras valorar todas las opciones y consultar en Quirón e IMQ, me decidí por la
braquiterapia, una técnica menos invasiva, con menos riesgos y una recuperación
más rápida. También me animó saber que el ingreso sería breve: unas nueve horas
en total.
El
procedimiento se realizó con anestesia epidural, por lo que no sentí nada. El
doctor que llevó a cabo la intervención era un profesional experimentado y
seguro, lo que me transmitió una confianza que, en ese momento, fue esencial.
En total, me implantaron cincuenta y cuatro inyecciones radiactivas, distribuidas
por toda la próstata. Durante un año y dos meses conviví con esa irradiación
interna, sin incidentes ni complicaciones.
Hoy, dos años
después, puedo decir que no he tenido pérdidas de orina, inflamaciones ni
molestias en la vejiga o el recto. Mis valores de PSA se mantienen estables,
entre 0,2 y 0,4, lo que confirma que el tratamiento fue un éxito.
Durante estos
dos últimos años he tenido revisiones semestrales. Quiero recalcar este aspecto
porque demuestra el seguimiento y la atención constantes de los profesionales
médicos. No te dejan solo: están ahí, vigilando tu evolución, atentos a cada
detalle.
Otro aspecto
que considero fundamental es hablar con los hijos. El cáncer de próstata tiene
un componente hereditario importante: los descendientes directos pueden tener
hasta un 45 % de posibilidades de padecerlo. Compartir esta información no es
alarmar, sino prevenir. Saberlo a tiempo les permitirá realizar controles de
PSA de manera temprana y responsable. En familia también se puede cuidar la
salud.
Asumir la
palabra cáncer fue, sin duda, lo más difícil. No por miedo a la
enfermedad en sí, sino por lo que representa. Sin embargo, con el tiempo
comprendí que el conocimiento, la confianza y la serenidad interior son también
parte del tratamiento.
Por eso me
gustaría insistir en algo fundamental: hacerse el control de PSA es vital. A
partir de los 45 años, todo hombre debería incluir esta analítica en sus
revisiones médicas. Es un gesto sencillo, pero puede evitar muchas sorpresas
desagradables. En cuestiones de salud, la prevención siempre será el mejor
tratamiento.
Este texto
nació a raíz de la invitación de un buen amigo que hoy lucha contra el cáncer
de próstata. Es, además, el responsable del Grupo Oretania, en Castilla-La
Mancha, donde un grupo de poetas nos hemos unido para apoyar esta valiente y
necesaria iniciativa suya. Escribir sobre mi experiencia no busca otra cosa que
sumar una voz más a la prevención, la esperanza y el compromiso con la vida.
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Domingo, 12 de Octubre del 2025
Lunes, 13 de Octubre del 2025
Lunes, 13 de Octubre del 2025