Alicia Palacios va a ser la Pregonera de la Feria y Fiestas
2018 de Tomelloso. El pasado 25 de junio la alcaldesa de Tomelloso, Inmaculada
Jiménez, dio a conocer el nombramiento y desgranó su interminable y apabullante
currículum. Alicia Palacios es científica, una investigadora de primer nivel
que no para de dar conferencias y asistir a congresos a lo largo y ancho del
mundo. Pero sobre todo es una persona cercana, amable y humilde que se siente
de Tomelloso y presume de su pueblo allá por donde va.
Alicia Palacios nos atiende, por teléfono, en mitad de un congreso
que se está celebrando estos días en Toledo. Vehemente, es una enamorada de su
pueblo, su familia y su trabajo, charlamos cerca de una hora, de ciencia, pero,
sobre todo, de Tomelloso y los suyos.
—¿Qué ha supuesto
para usted el nombramiento de Pregonera de la Feria de Tomelloso?
—¡Imagínate! El hecho del nombramiento per se ya es
importantísimo. Primero, te han tenido en cuenta, se han acordado de ti, que
piensas “si yo soy alguien del pueblo igual que los otros 36.000”. Te
sorprende, te agrada pero no te ves ahí. Es un reconocimiento muy grande por parte
de la gente de tu pueblo cuando tú estás haciendo un trabajo que para ti es el
día a día, igual que para todo el mundo. Es una alegría especial, una emoción,
el que se acuerden de mí en mi pueblo.
Hay que tener en cuenta que llevo mucho tiempo fuera de
Tomelloso y vuelvo con mucha frecuencia a ver a mis amigos y mi familia pero lo
último que piensas es que se van a acordar de ti para algo tan grande. Cuando
me llamó la alcaldesa para decírmelo, me sentí muy especial, casi sin razón.
—Sin razón en
absoluto. Es una elección que hace el Ayuntamiento en nombre de la ciudad y con
la que, seguramente, quieran reconocer sus méritos.
—Sí, pero hay mucha gente que se lo merece. He tenido la
suerte de poder estudiar, en mi casa me han animado siempre a que lo haga;
cuando me fui fuera me alentaron a que lo hiciera. En realidad es mérito
grupal. Por supuesto que tú tienes que trabajar
y haces las cosas y sigues adelante, pero en realidad yo hago lo que
hago como lo hacen muchos. En Tomelloso
hay mucha gente que se dedica a esto igual que yo, ahí está Jesús Puerta, por
ejemplo, o Julián Fiérrez.
Te da mucha emoción cuando te llaman para decirte, “mira,
hemos pensado en ti para esto” porque yo no era consciente de que nadie se
acordase de mí para algo así. Yo voy al pueblo, a la tienda de mi madre, que me
sigue mandado a hacer recados todavía…
Cuando vuelvo a Tomelloso regreso a mi vida de siempre, sigo siendo la
hija de la “Ajera” y Cándido. Entonces, que de repente te llamen para decirte
que han pensado en ti para ser la Pregonera por tu trabajo de investigación, te
llena de emoción. Y ver que hay gente que te tiene en consideración, incluso
hay quien sigue tu carrera y te preguntan, eso es emocionante.
—Y, lógicamente,
usted lleva el nombre de Tomelloso por donde va.
—Eso es automático, cuando te preguntan dices: “yo soy de
Tomelloso, un pueblo de La Mancha, allí en España”. Pero en ese orden.
Hay otra cosa que he contado muchas veces y es que Tomelloso
te precede allá dónde vas. Me ha pasado muchas veces, con un italiano en
Washington, es editor de una revista científica y toca la guitarra clásica muy
bien. Le dije que de pequeña también tocaba la guitarra en mi pueblo y que mi
profesor era Óscar Herrero. Se sorprendió de que lo conociese, imagínate,
aclaramos que yo hablaba del padre y me contó que Óscar Herrero, el hijo de mi
profesor, el actual genio de la guitarra, tiene los mejores manuales que hay de
ese instrumento. Con Jesús Puerta me
pasó igual, cuando estaba en Berkeley me apunté a una academia de baile en San
Francisco, por echar el rato, y una alumna, que también era investigadora me
dijo que ella tenía un amigo de Tomelloso que era Jesús Puerta y habían
coincidido en Ginebra. Es curioso, me señalaba, te pasa lo que a Jesús, dices
que eres de Tomelloso sin añadir nada más.
Es sorprendente que te vayas al otro lado del planeta hablando con
alguien en un idioma que no es el tuyo y, de repente, te diga que tiene un
amigo de Tomelloso.
—La alcaldesa cuando
presentó a los medios de comunicación su elección como pregonera nos leyó un
currículum amplísimo e interminable. No ha parado usted mucho…
—De eso se trata, de hacer muchas cosas, todas las que
puedas y lo mejor que puedas.
—Ha estado en una de
las universidades más famosas del mundo, en Berkeley.
—Berkeley tiene mucha fama dada su larga tradición
investigadora. Allí, lo que más sorprende es que hay plazas de parking
reservadas a gente con premio Nobel. Cuando yo estuve había tres y han sido
once personas del laboratorio de Berkeley las que han recibido un Nobel. Cuando hay una masa crítica tan importante de
gente de ese nivel, simplemente te limitas a aprender. Hay laboratorios en el
mundo que aglutinan siete u ocho premios Nobel, eso es porque han mantenido una
tradición científica a lo largo de los años, saben hacer una buena escuela y
saben elegir a su gente. Eso es lo que hace treinta años no había en España y
ahora hay cada vez más.
—La ciencia,
especialmente la investigación, parece a los ojos de un profano un trabajo poco
recompensado, solitario, de mucha dedicación. Tenemos la imagen del científico
encerrado en el laboratorio…
—No es tanto, los científicos nos movemos mucho, yo misma no
he parado en todo el verano. Ahora es más fácil viajar y desde la aparición de
internet todo ha cambiado de manera radical. El intercambio de información pasó
de hacerse por carta a hacerlo de manera instantánea. Por ejemplo, antes una
revista científica se imprimía, se llevaba a los kioscos, la gente la compraba…
Ahora, en el momento en el que te aceptan un artículo, a los cinco segundos
está disponible para todo el planeta.
—Pero,
independientemente de lo sencillo que sea el proceso de publicación, la
elaboración del artículo debe ser algo más complicado y el que a uno, como es
su caso, le publique una revista de referencia como Sciencie, debe ser muy
importante…
—Claro, hay trabajos que me han publicado que, desde el día
que empecé a trabajar en ello hasta el
que sale pueden pasar cuatro o cinco años. Lo de “la paciencia es la madre de
la ciencia”, es verdad. Si quieres hacer un buen trabajo científico, lo único
que no puedes tener es prisa. Investigar es, por defecto, intentar resolver
problemas que no están resueltos e, incluso, buscar problemas nuevos.
Son problemas que la humanidad no se había planteado
pero los planteas, los resuelves y hacen
avanzar.
—Nos puede contar,
grosso modo, a lo que se dedica.
—Trabajo en el mundo de los láseres, hago la parte más
teórica. Me dedico a programación para modelizar todos estos procesos. El
primer láser es de finales de los años 50 del siglo pasado. En cincuenta años
hemos pasado de que no existiera a que el láser se aplique a la medicina, por
ejemplo. Hay láseres de femtosegundos que se usan en cirugía, o la impresora de
casa, los lectores de CD… está en todo. Hemos pasado de que no existirá a que un
señor hiciera unas ecuaciones y dijese “es posible hacer que la luz se
amplifique” que es lo que significa
láser. Ese es un ejemplo de la eterna
pregunta “¿para qué sirve lo que haces?”, pues no lo sé ahora mismo, dentro de
cincuenta años te lo diré.
—Pero comprenda
también la prisa de los profanos y del público por ver ya los resultados de las
investigaciones científicas.
—La ciencia básica es todo lo contrario, es investigar por el amor del conocimiento, evidentemente
siempre intentado que te lleve a algún sitio. Esa es la parte buena… y la mala
a la vez, porque el no tener la aplicación directa puede ser frustrante.
—Continuemos con su
trabajo…
—Yo lo que estudio es la interacción de la radiación láser,
pero de láseres pulsados en attosegundos y femtosegundos. Un attosegundo es la
trillonésima parte de un segundo. Es un tiempo que no manejamos en nuestro
mundo diario. Entonces, yo hago desarrollo de código para predecir cómo se van
a comportar los átomos y las moléculas cuando reciben estas luces pulsadas.
Miro mucho como se pierden los electrones y veo fenómenos que no se pueden observar
de otra manera, solo con esas escalas de tiempo. En realidad, un attosegundo es
la escala de tiempo a la que se mueven los electrones. Esto permite acceder a una información que
antes del año 2001 era imposible, no se podían tomar fotos de cómo se movían
los electrones.
Me dedico a hacer todo tipo de algoritmos y programación,
que para estudiar las cosas más pequeñas, siempre hacen falta lo aparatos más
grandes. Esa es la realidad. Pasa con las máquinas y también con los programas.
La mecánica clásica de Newton no funciona en el mundo microscópico, tienes que
ir a la física cuántica que es lo que yo hago. Resuelvo la ecuación de
Schrödinger y otras de la física cuántica para ver qué sucede cuando aplicamos
estos láseres de ciclo tan corto en átomos y moléculas. Hemos hecho cosas, por ejemplo, en aminoácidos
que son las piececitas que construyen
las proteínas. Ver que si les das un pulsado de attosegundo generan unas
fluctuaciones de carga que estamos estudiando para ver que aplicación pueden
tener, porque se dan y porque se observan. Algo que, antes de nosotros, nadie
lo había explorado, ni sabía cómo funcionaba, ni que mecanismos se daban…
—Y eso lo ha hecho
una científica de Tomelloso.
— Fíjate que cosas… Cuando estaba en Berkeley pensaba “¡quién
me lo iba a decir a mí!”, que nací en un pueblo de La Mancha, mi madre
costurera y mi padre que fue camionero de joven. Quien me iba a decir que con
el taller de costura de mi padre y mi madre iba a acabar en un laboratorio en Berkeley
oyendo a un premio Nobel.
Alicia insiste en que no está sola, que ella ha llegado
donde está por el esfuerzo de su familia y de la gente que la rodea. Considera,
ante nuestra insistencia, que el trabajo y el esfuerzo hacen mucho. En ese
sentido, nos cita la frase “que la inspiración te pille trabajando”. Pero insiste en la importancia de
la suerte, tener buenos profesores, gente que te trate bien, tener el apoyo de
los que te rodean, asegura, eso hace un montón “sin todas estas circunstancias, yo no hubiera
llegado”.
—¿Y qué está haciendo
actualmente?
—Ahora mismo [el martes por la tarde] estoy organizando un
congreso en Toledo, el Espa 2018. Acabo de venir de Cracovia, en Polonia, donde
he estado tres días. Allí formo parte del comité científico de un congreso
bianual, el Ipic.
—Mientras se conocía
su nombramiento como pregonera, usted estaba en Estados Unidos.
—Cierto, estaba en Colorado conde participé como ponente en
un congreso. Dos semanas antes fui a Florida a dar una charla. Está siendo un
verano muy viajero.
Charlamos sobre la evolución de la ciencia y la tecnología
en los últimos 50 años y para Alicia Palacios la mayor revolución, esa que
estará en los libros de historia, ha sido internet. Y llegamos a la imagen que
percibimos de los científicos.
—¿Son los científicos
unos frikis del estilo de los personajes de The Big Ban Theory?
—Hay de todo, como en botica. Sí es cierto que el mundo
científico da más pie a que haya gente que, como decía un amigo mío, es capaz
de concentrarse ocho o nueve horas en un problema que no tiene solución. Eso confiere
un tipo de personalidad muy particular. Por cierto, el director de mi tesis me
dijo que para ganar dinero, la ciencia no es sitio. Aun así, puedes vivir muy
bien con un trabajo muy digno. Eso
perfila mucho al tipo de persona que te encuentras.
—¿Su marido también
es científico?
—Y mejor que yo. Me lo traje de Harvard a Tomelloso. Es
vienés y tomellosero adoptado, le gusta mucho ir a Tomelloso y se encuentra muy
cómodo en el pueblo.
—Y para acabar, ¿qué
nos va a contar en su pregón?
—Estoy escribiéndolo, va a tratar de mi relación con
Tomelloso, de cómo siento yo a mi pueblo. Lo voy a hacer desde el corazón y espero
que a la gente le guste.
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Miércoles, 12 de Febrero del 2025
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