La Voz de la ciencia

¿Qué son las armas biológicas?

Chema Arcos Serrano | Lunes, 27 de Agosto del 2018
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Es indudable que las armas biológicas y el bioterrorismo ocupan un lugar importante en la cultura popular. Cartas con ántrax, bombas infectadas con microbios y otros terribles sucesos han servido de inspiración para todo tipo de novelas, películas y series de ficción. A través de este artículo quiero hacer un breve recorrido por los orígenes de estas de armas, sus fundamentos científicos, así como los episodios más negros que han marcado su historia.

Existe cierto debate sobre que puede ser considerado o no un arma biológica. En principio, entendemos como arma biológica cualquier microorganismo (bactetria, virus) patógeno que sea utilizado con fines militares o terroristas. De esta forma, quedarían excluidos de esta definición venenos, toxinas y otros derivados de organismos vivos que pueden usarse con las mismas finalidades. En estos casos pasan a ser considerados armas químicas. Los microbios utilizados como armas biológicas pueden transmitirse por diferentes medios, como el aire (aerosoles), animales (a través de ratas o insectos portadores) o mediante la contaminación de agua y alimentos.

LOS ORÍGENES

Pese a que en la antigüedad aún no se conocía que los microorganismos eran los responsables de transmitir enfermedades infecciosas, era común la utilización de cadáveres de humanos y animales como armas arrojadizas. Esto permitía, durante asedios a castillos y fortalezas, transmitir enfermedades que reducían  la población enemiga. También se utilizaron para contaminar incluso fuentes de agua potable.

Sin embargo, el hecho de no conocer la causa de una enfermedad, no impedía utilizarla como arma de guerra. Durante la conquista británica de Norteamérica, el general Jeffrey Amherst (1717-1797) hizo que se entregaran mantas, previamente usadas por enfermos de viruela, a grupos de nativos americanos, produciendo enormes bajas entre su población.

Ya en el siglo XX, después del desarrollo de las teorías de enfermedades infecciosas de Luis Pasteur (1822-1895), la guerra biológica alcanzó una nueva dimensión. Ahora si se conocían los microbios responsables de multitud de enfermedades, y podían elaborarse armas biológicas más complejas y controladas. Durante la Primera Guerra Mundial el ejército alemán desarrolló programas para la creación de armas biológicas, que incluía cartas contaminadas con ántrax, sin embargo, no fueron muy utilizadas.

En el año 1925, tras evaluar la peligrosidad que podía suponer el empleo de este tipo de armas, especialmente para la población civil, se firmó el Protocolo de Ginebra, en el que se prohíbe la utilización de armas químicas y biológicas. Este tratado sigue vigente en nuestros días, y ya ha sido firmado por más de 190 países.

EL TEMIBLE ESCUADRÓN 731

Pese a la firma del Protocolo de Ginebra, uno de los episodios más terribles en la historia de las armas biológicas tuvo lugar durante la segunda guerra sino-japonesa, varios años después del tratado. Este conflicto, que enfrentó a China y al Imperio Japonés en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, supuso la invasión nipona de gran parte del territorio chino.

Durante este periodo, Japón desarrolló en China un programa secreto de experimentación médica con seres humanos: el llamado escuadrón 731. Liderado por el microbiólogo y teniente general Shiro Ishii, este escuadrón del ejército imperial llevó a cabo todo tipo de ensayos con armas químicas y biológicas.

Sus víctimas fueron tanto presos militares como civiles, de diversas nacionalidades: chinos, rusos, mongoles, etc. Se llevaron a cabo experimentos con microbios responsables de enfermedades como el ántrax, la tuberculosis o el cólera. Su finalidad era producir armamento que pudiesen usarse en el campo de batalla para infectar a los enemigos y producir múltiples bajas. Una de las armas que se desarrollaron fue una bomba de pulgas portadoras de la peste bubónica. Las atrocidades llegaron mucho más allá, ya que también se llevaron a cabo todo tipo de torturas y atrocidades, como probar lanzallamas con seres humanos, o ahorcar prisioneros boca abajo hasta la asfixia.

La historia del Escuadrón 731 llegó a su fin tras la Segunda Guerra Mundial. Sus miembros tuvieron futuros dispares; varios de ellos fueron juzgados por soviéticos y americanos, mientras que otros se libraron y pudieron continuar con sus carreras científicas o docentes. También hubo casos de detenidos a los que se les concedió amnistía a cambio de confesiones acerca de las investigaciones que llevaron a cabo.

ATAQUES CON ÁNTRAX

Al hablar de armas biológicas es obligatorio mencionar el ántrax. Esta enfermedad infecciosa, también llamada carbunco, ha sido protagonista de algunos de los ataques bioterroristas más conocidos. Está producida por el microbio Bacillus anthracis, una bacteria productora de esporas que habita principalmente en los suelos.

El carbunco puede tener diferentes sintomatologías, y existen tres variantes principales de esta enfermedad: cutánea, intestinal e inhalatoria. La forma cutánea, que suele producirse por contagio a través de hemorragias externas, es la frecuente y también la más leve. Produce úlceras y lesiones en la piel alrededor de la zona por la que ha penetrado el microbio. En caso de que la infección se extienda, sí que puede llegar a ser letal. La variante inhalatoria aparece tras respirar esporas de la bacteria, y produce la muerte en la mayoría de casos. Los síntomas se desarrollan muy rápidamente llegando a producir septicemia. Por último, la variante intestinal es bastante rara, produciendo gastroenteritis, fiebres y vómitos; y llegando a ser letal aproximadamente en la mitad de los casos.

Bacillus anthracis produce esporas extremadamente resistentes, que pueden permanecer en el ambiente durante años. Una vez penetran en el organismo, pueden germinar y adquirir de nuevo la forma virulenta. Generalmente las bacterias se dirigen hacía los ganglios linfáticos, donde se reproducen, y posteriormente extienden por el organismo.

Las esporas se han utilizado en diversas ocasiones como arma terrorista, siendo introducidas dentro de cartas, con el objetivo de eliminar a individuos concretos. En el año 2001, poco después del 11-S, se enviaron cartas con ántrax a las redacciones de varios medios de comunicación en Nueva York, así como a dos senadores norteamericanos. Estos ataques tuvieron como resultado 22 infecciones, de las cuales 5 fueron letales. Además, los costes de tratamientos y posterior desinfección de las zonas afectadas se estima que ascendieron a 1000 millones de dólares.


ob.imagen.Descripcion Colonia de la bacteria Bacillus anthracis
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