Es indudable que las armas biológicas y el bioterrorismo ocupan
un lugar importante en la cultura popular. Cartas con ántrax, bombas infectadas
con microbios y otros terribles sucesos han servido de inspiración para todo
tipo de novelas, películas y series de ficción. A través de este artículo quiero hacer
un breve recorrido por los orígenes de estas de armas, sus fundamentos
científicos, así como los episodios más negros que han marcado su historia.
Existe cierto debate sobre que
puede ser considerado o no un arma biológica. En principio, entendemos como
arma biológica cualquier microorganismo
(bactetria, virus) patógeno que sea utilizado con fines militares o
terroristas. De esta forma, quedarían excluidos de esta definición venenos,
toxinas y otros derivados de organismos vivos que pueden usarse con las mismas
finalidades. En estos casos pasan a ser considerados armas químicas. Los
microbios utilizados como armas biológicas pueden transmitirse por diferentes
medios, como el aire (aerosoles), animales (a través de ratas o insectos
portadores) o mediante la contaminación de agua y alimentos.
LOS ORÍGENES
Pese a que en la antigüedad aún no
se conocía que los microorganismos eran los responsables de transmitir enfermedades infecciosas,
era común la utilización de cadáveres de humanos y animales como armas
arrojadizas. Esto permitía, durante asedios a castillos y fortalezas, transmitir
enfermedades que reducían la población
enemiga. También se utilizaron para contaminar incluso fuentes de agua potable.
Sin embargo, el hecho de no
conocer la causa de una enfermedad, no impedía utilizarla como arma de guerra.
Durante la conquista británica de Norteamérica, el general Jeffrey Amherst (1717-1797)
hizo que se entregaran mantas, previamente usadas por enfermos de viruela, a grupos de nativos
americanos, produciendo enormes bajas entre su población.
Ya en el siglo XX, después del
desarrollo de las teorías de enfermedades infecciosas de Luis Pasteur (1822-1895), la guerra biológica alcanzó una nueva
dimensión. Ahora si se conocían los microbios responsables de multitud de
enfermedades, y podían elaborarse armas biológicas más complejas y controladas.
Durante la Primera Guerra Mundial el ejército alemán desarrolló programas para
la creación de armas biológicas, que incluía cartas contaminadas con ántrax, sin embargo, no fueron muy utilizadas.
En el año 1925, tras evaluar la peligrosidad que podía suponer el empleo de este tipo de armas, especialmente para la población civil, se firmó el Protocolo de Ginebra, en el que se
prohíbe la utilización de armas químicas y biológicas. Este tratado sigue
vigente en nuestros días, y ya ha sido firmado por más de 190 países.
EL TEMIBLE ESCUADRÓN
731
Pese a la firma del Protocolo de Ginebra, uno de los
episodios más terribles en la historia de las armas biológicas tuvo lugar
durante la segunda guerra sino-japonesa,
varios años después del tratado. Este conflicto, que enfrentó a China y al
Imperio Japonés en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, supuso la invasión
nipona de gran parte del territorio chino.
Durante este periodo, Japón
desarrolló en China un programa secreto
de experimentación médica con
seres humanos: el llamado escuadrón 731. Liderado por el microbiólogo y
teniente general Shiro Ishii, este escuadrón del ejército imperial llevó a cabo
todo tipo de ensayos con armas químicas y biológicas.
Sus víctimas fueron tanto presos
militares como civiles, de diversas nacionalidades: chinos, rusos, mongoles,
etc. Se llevaron a cabo experimentos con microbios responsables de enfermedades
como el ántrax, la tuberculosis o el cólera. Su finalidad era producir armamento
que pudiesen usarse en el campo de batalla para infectar a los enemigos y
producir múltiples bajas. Una de las armas que se desarrollaron fue una bomba
de pulgas portadoras de la peste
bubónica. Las atrocidades llegaron mucho más allá, ya que también se
llevaron a cabo todo tipo de torturas y atrocidades, como probar lanzallamas
con seres humanos, o ahorcar prisioneros boca abajo hasta la asfixia.
La historia del Escuadrón 731
llegó a su fin tras la Segunda Guerra Mundial. Sus miembros tuvieron futuros
dispares; varios de ellos fueron juzgados por soviéticos y americanos, mientras
que otros se libraron y pudieron continuar con sus carreras científicas o
docentes. También hubo casos de detenidos a los que se les concedió amnistía a cambio de confesiones acerca
de las investigaciones que llevaron a cabo.
ATAQUES CON ÁNTRAX
Al hablar de armas biológicas es
obligatorio mencionar el ántrax.
Esta enfermedad infecciosa, también llamada carbunco, ha sido protagonista de
algunos de los ataques bioterroristas más conocidos. Está producida por el
microbio Bacillus anthracis, una bacteria productora de esporas que
habita principalmente en los suelos.
El carbunco puede tener
diferentes sintomatologías, y existen tres variantes principales de esta
enfermedad: cutánea, intestinal e inhalatoria. La forma cutánea, que suele
producirse por contagio a través de hemorragias externas, es la frecuente y
también la más leve. Produce úlceras y lesiones en la piel alrededor de la zona
por la que ha penetrado el microbio. En caso de que la infección se extienda,
sí que puede llegar a ser letal. La variante inhalatoria aparece tras respirar
esporas de la bacteria, y produce la muerte en la mayoría de casos. Los
síntomas se desarrollan muy rápidamente llegando a producir septicemia. Por
último, la variante intestinal es bastante rara, produciendo gastroenteritis,
fiebres y vómitos; y llegando a ser letal aproximadamente en la mitad de los
casos.
Bacillus anthracis produce esporas
extremadamente resistentes, que pueden permanecer en el ambiente durante
años. Una vez penetran en el organismo, pueden germinar y adquirir de nuevo la
forma virulenta. Generalmente las bacterias se dirigen hacía los ganglios
linfáticos, donde se reproducen, y posteriormente extienden por el organismo.
Las esporas se han utilizado en
diversas ocasiones como arma terrorista, siendo introducidas dentro de cartas,
con el objetivo de eliminar a individuos concretos. En el año 2001, poco
después del 11-S, se enviaron cartas con
ántrax a las redacciones de varios medios de comunicación en Nueva York,
así como a dos senadores norteamericanos. Estos ataques tuvieron como resultado
22 infecciones, de las cuales 5 fueron letales. Además, los costes de
tratamientos y posterior desinfección de las zonas afectadas se estima que
ascendieron a 1000 millones de dólares.
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Sábado, 7 de Enero del 2023
Sábado, 21 de Diciembre del 2024
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