Opinión

Aquella pólvora de 1836

En memoria de los combatientes liberales de Tomelloso que lucharon y murieron en la Guerra Civil de 1833-1839

Enrique Rodrigo Ortiz | Viernes, 24 de Agosto del 2018
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En estos días feriados, donde ya se huele el final del verano y en los que mucha gente disfruta de sus vacaciones tras un largo año de trabajo, quizás entreteniéndose de paseo por el ferial del pueblo, quizás por la playa o por cualquier otro lugar conviene recordar que hubo años —hace ya mucho tiempo— en los que no hubo feria en Tomelloso por ser tiempos de guerra. Podemos decir que en nuestra memoria colectiva únicamente perdura —ya vagamente— la última de las guerras civiles españolas, que tuvo lugar de 1936 a 1939. Todavía hay personas entre nosotros que vivieron las escenas de tan fratricida contienda, y por la que, por ejemplo, este mismo año hemos sido testigos de la inauguración de un monumento que homenajea a algunas de sus víctimas, tanto de esta contienda como de la Segunda Guerra Mundial que la siguió. En aquella guerra civil, si bien Tomelloso sufrió con creces la represalia en retaguardia por parte de ambos bandos, nunca fue frente de batalla durante su transcurso; pero esto no quiere decir que Tomelloso no fuera campo de batalla en ninguna guerra: España sufrió cuatro guerras civiles en poco más de un siglo, y durante la primera de ellas —la llamada Primera Guerra Carlista que transcurrió entre 1833 y 1839— los campos y las tapias de Tomelloso fueron testigos de importantes refriegas entre las huestes liberales y las tradicionalistas (o carlistas). Tanta repercusión tuvieron las acciones bélicas que acaecieron en nuestro pueblo hace casi doscientos años que este se fortificó hasta en dos ocasiones, y algunos de los eventos más importantes que ocurrieron fueron recogidos por muchos periódicos nacionales de la época. Uno de estos eventos fue la invasión de Tomelloso por las facciones carlistas a finales de agosto de 1836, hace exáctamente 182 años, que fue combatida enérgicamente por los exaltados liberales tomelloseros. Sobre este evento —y en general sobre esta guerra— el escritor Francisco García Pavon se lamentaba en su “Historia de Tomelloso” de no disponer de más fuentes para reconstruir lo ocurrido en el Tomelloso de entonces. Sin embargo, gracias a las nuevas fuentes descubiertas recientemente podemos rescatar del olvido algo de esa parte del pasado de la población. 

El 29 de septiembre de 1833 muere Fernando VII, rey de España. Años antes de su muerte este rey había promulgado la Pragmatica Sanción, mediante la cual dejaban de ser excluidas las mujeres al trono de España. Esta promulgación ocurrió meses antes del nacimiento de su hija Isabel, que poseería de esta manera los derechos a reinar en España —como así haría posteriomente— con el nombre de Isabel II. Sin embargo, Carlos María Isidro, el hermano del rey Fernando VII, no reconoció a Isabel como heredera del trono, por lo que a la muerte de Fernando reclamó sus derechos dinásticos, autoproclamándose rey de España con el nombre de Carlos V, desencadenando así el conflicto. El problema dinástico no fue el único que provocó el estallido de la guerra: Los seguidores de Isabel defendían las ideas liberales surgidas con la promulgación de la primera Constitución Española de 1812 y llevadas a la práctica durante el trienio liberal iniciado en 1820, en pleno reinado de Fernando VII; y aunque este rey finalmente terminó derrocando el régimen constitucionalista y liberal en 1823, en sus últimos años de reinado absolutista prefirió no restaurar la Inquisición y aprobó reformas para atraer a los sectores liberales, por lo que se preveía que la regente, la reina María Cristina, y su hija Isabel mantendrían la línea liberal de la política española, defendiendo la igualdad entre los españoles y eliminando fueros y privilegios. En contraposición, los seguidores de Carlos, que comenzaron a denominarse “carlistas”, eran defensores a ultranza de las viejas costumbres religiosas, sociales y territoriales, defendiendo el mantenimiento de los fueros de ciertos territorios históricos. Al estallido de la guerra, las partidas carlistas tuvieron su mayor apoyo en las zonas rurales, especialmente en zonas del actual País Vasco, Navarra y Cataluña, siendo una de las semillas que posteriormente daría lugar al surgimiento de los nacionalismos periféricos que existen actualmente en estos territorios. 

Durante el transcurso de esta guerra, la mayor parte de la población de La Mancha apoyó la causa del bando liberal (también llamado bando cristino o bando isabelino), y Tomelloso no fue una excepción. De hecho hubo episodios en el transcurso de esta guerra en los que sus habitantes mostraron un fervor muy destacado por la causa liberal, aunque siempre existieron también partidas de combatientes carlistas, formadas en buena media por manchegos de ideologías tradicionalistas que hostigaban a los destacamentos liberales por toda la región. En Tomelloso, como otros pueblos de la provincia de Ciudad Real, los primeros movimientos en favor de la reina Isabel II se dan en marzo de 1834 cuando, seguramente por la amenaza de las partidas carlistas existentes en la zona, se decreta por parte de la provincia la movilización de todos los hombres jóvenes sin hijos que habitaban en el pueblo. Son casi cien los alistados en la villa, pero solo la cuarta parte es válida para la guerra. La primera acción armada en la zona de la que se tiene constancia tuvo lugar en abril de 1834, en la que los escuadrones liberales del comandante José Bessieres cargan contra doscientos infantes y sesenta caballos carlistas comandados por el ciudadrealeño Manuel Adame de la Pedrada, apodado “El Locho”, en las cercanías de Ruidera, con el resultado de sesenta muertos y diez prisioneros carlistas, sin conocer las bajas del bando liberal. 

Los meses siguientes tuvieron que ser de mucha angustia e inseguridad para los habitantes del Tomelloso de 1834 y 1835, ya que se tienen noticias de movimientos, saqueos y asesinatos de las partidas carlistas que acechaban por los pueblos de La Mancha. Uno de los cabecillas más conocidos de estas partidas fue Vicente Rugero, apodado “Palillos”. Natural de Almagro, lideró durante buena parte de la Primera Guerra Carlista a los grupos armados partidarios del pretendiente Carlos por La Mancha. Quizás por ello, en abril de 1835 se decide en Tomelloso que se construya un fuerte para proteger al pueblo. Una de las personas que apoyaron su construcción fue el sargento Domingo Pliego, el mismo que una década después de finalizar la guerra ideó el escudo de la liebre y el tomillo que, después de haber sufrido algunas evoluciones con los años, ha llegado a nuestros días como el escudo de la ciudad de Tomelloso. No se conoce mucho de esta fortificación, pero por los documentos y noticias de la época existentes se puede presuponer que servía de cinturón a la población ante las avanzadas carlistas, aprovechando en gran media las edificaciones existentes de la población. 

La presión carlista sobre la villa de El Tomelloso se acrecenta durante el verano de 1836: Después de que la regente María Cristina rehabilitara la Constitución liberal de 1812, el 20 de agosto por la tarde, los hombres del carlista Palillos llegan a Tomelloso. Piden paz y raciones para la tropa, pero los tomelloseros, después de bloquear el paso por las calles del pueblo con carros, reciben a los carlistas a balazos. Según el periódico “El Castellano” del 1 de septiembre de 1836 les dispararon desde la torre (lo cual hace pensar que fuera desde la torre de la iglesia). Los hombres de Palillos se retiran del pueblo y, en represalia, queman las mieses de las eras del pueblo. Días después de este evento, el 27 de agosto desde Argamasilla de Alba, los carlistas ordenan que todo carro cargado de grano procedente de Tomelloso se incendiara y que se fusilara al dueño que lo portara. Sin embargo, nuestros vecinos lugarnueveros, valientemente convencieron a los carlistas que aquello que pretendían hacer era una salvajada. Los argamasilleros de la época ofrecieron dinero y hasta las gracias de sus mujeres a los invasores con tal de que no se masacrara a los tomelloseros, y consiguieron pararles en su empeño. Durante esos días perderían la vida cinco efectivos de la Guardia Nacional de Tomelloso en La Magdalena, cerca de Ruidera, tras perseguir a la partida de Palillos. Después de estos sucesos, la corporación municipal de Tomelloso se reunió para jurar la vieja Constitución de 1812. 

Tras los eventos de agosto de 1836 la situación en Tomelloso para los liberales no mejoró demasiado, aunque el 20 de septiembre de 1836 los comandantes liberales Isidro Alaix y Diego de León consiguieran una importante victoria en la vecina Villarrobledo ante el comandante carlista Miguel Gómez. Las acciones de estos últimos continuaron por La Mancha: En la madrugada del 28 al 29 de octubre de 1836, el teniente-coronel Gabriel María Fernández descubre a la partida de Palillos acampada en las inmediaciones de Tomelloso por las hogueras que mantenían encendidas, tras haber cabalgado desde Madridejos durante el día anterior persiguiéndola. Se libró batalla nocturna con victoria isabelina. Las noticias hablaron del campo sembrado de cadáveres carlistas, de captura de armas, yeguas, mulas y de dos prisioneros que serían ejecutados posteriormente como venganza por la ejecución previa de dos correos de gabinete isabelinos. 

En diciembre de 1836 el comandante carlista Miguel Gómez reaparece por La Mancha. El día 3 del mismo mes este llega a Tomelloso, pidiendo raciones para la tropa, pero a la marcha de esta, es atacada a las afueras del pueblo por una fuerza liberal comandada por el coronel Rafael Mahy, que cargó con ciento veinte caballos a dos escuadrones de lanceros carlistas. Según el periódico “El Castellano” del día 10 de diciembre de 1836, durante esta batalla murieron veinte soldados carlistas, y otros veintidos fueron hechos prisioneros. Tras esta batalla se destacó el valor del miliciano liberal tomellosero Luis Blas Reillo, que a partir de esa fecha comandaría la Milicia Nacional de El Tomelloso. 

Después de los eventos de 1836, 1837 sería un año igualmente conflictivo para los habitantes de la villa de Tomelloso. Si bien no se produjeron combates en la población ya fortificada, sí que muchos vecinos fueron víctimas del bandolerismo carlista por sus campos, potenciado por la dejadez del gobierno isabelino en La Mancha, que siempre carecía de suficientes efectivos que defendieran sus pueblos. Tal fue la dejadez que, a finales de enero de 1838, los comandantes carlistas Palillos, Basilio y Peco, al mando de unos 2500 hombres y tras derrotar estrepitosamente a las fuerzas isabelinas en Malagón, consiguieron entrar a Tomelloso, destruyendo su fuerte y sus tapias. Tras la invasión marcharon hacia Ruidera, prendiendo fuego a la pólvora de sus molinos. Como dato curioso, decir que en el Archivo Municipal de Tomelloso no se conserva el libro de actas del año 1837, por lo que podemos imaginar que los regidores de la época quizás se deshicieron de él por la probable amenaza para sus vidas que habría supuesto mantenerlo en su poder en esas fechas. 

A partir de esta invasión, la actitud de Tomelloso, como la de otros pueblos cercanos, cambió totalmente. Si antes, al principio de la guerra, defendían a capa y espada las ideas liberales partidarias de la reina Isabel, ahora, tras el abandono por parte del gobierno central y habiendo sido acosada e invadida la población por las facciones carlistas, mostraban una tibieza anormal con estas, llegando a casi la confraternización: El 3 de marzo de 1838 las fuerzas carlistas comandadas por Luis Archidona, apodado “El Batanero” y oriundo de la zona, llega a las tapias de El Altillo —a las afueras de Tomelloso— con 34 caballos. Al divisarlo, un miliciano nacional hizo fuego contra la facción invasora, pero en lugar de apoyarle, los vecinos le reconvinieron su actitud, obligándolo incluso a pedir disculpas a las fuerzas de Archidona. Este comportamiento lo describieron en el periódico “El Castellano” del 20 de marzo del mismo año de esta manera: 

“El comportamiento de Tomelloso ha cambiado completísimamente de un tiempo a esta parte, pues anteriormente ha sabido resistirse varias veces a toda la facción del vándalo Palillos; pero la falta de protección de parte del gobierno, y la desgracia de haberles destruido las tapias y el fuerte al paso de las facciones reunidas de este y Basilio por dicho pueblo en enero último, se han hecho caer en la apatía más completa, y obligado a transigir en cierto modo con la canalla: desgracia que se hará extensiva a otros pueblos, si las autoridades no les prestan atención necesaria para resistirse”. 

Parece que el aviso surtió efecto y tiempo después comienzan a llegar efectivos liberales a La Mancha: A finales de verano de 1838 se habla de la llegada de cinco mil efectivos de la mano del general Narváez, y algunos carlistas que habían sido indultados intentan volver al combate: El 16 de septiembre cinco carlistas huyen de Tomelloso hacia el monte. Durante la persecución cuatro son capturados y ejecutados. El superviviente, Francisco Losa, carlista tomellosero de la facción de Archidona, se esconde en el monte llegando a Ossa de Montiel dos días después, el 18. Un día después —el 19—, huye junto a otros tres compañeros carlistas de Ossa de Montiel también indultados, pero finalmente son alcanzados por las tropas liberales, que terminan ejecutando a los tres de Ossa. Francisco Losa volvió a Ossa de Montiel huyendo de los liberales, pero terminó sus días siendo linchado aquel día por los vecinos de ese pueblo. De esta manera, descabezadas y derrotadas las facciones carlistas en La Mancha en la segunda mitad del año 1838, el bando liberal impuso su ley y también su represión. Prueba de ello fue la ejecución, el 23 de septiembre, de una mujer anciana de Tomelloso: Había tenido ocultos durante dos meses a dos combatientes enemigos. El dominio liberal en La Mancha persistió hasta el final de la guerra. 

La Primera Guerra Carlista terminó con el convenio conocido como “Abrazo de Vergara”, el 31 de agosto de 1839, en el que carlistas y liberales pactaron la paz. Tras el fin de esta guerra comenzaron las reformas liberales en España, las cuales cobrarían singular importancia para entender el desarrollo posterior de Tomelloso: Se mejoraron las comunicaciones del país, creando la red de carreteras y ferrocarriles; comenzaron las desamortizaciones eclesiásticas que consiguieron repartir la propiedad de la tierra entre una nueva clase media labradora; y también se generalizó el cultivo intensivo de la vid en Tomelloso, provocando el despegue económico y demográfico para, tras casi dos siglos después, llegar a ser la ciudad que es hoy. 

*Los datos contenidos en este artículo provienen de prensa y crónicas de la época, de archivos institucionales y del libro “Historia de Tomelloso” de Francisco García Pavón – Ediciones Soubriet, 1998.

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