Descubriendo Tomelloso

Descubriendo Tomelloso (Capítulo 1)

Ángel Martín-Fontecha | Lunes, 17 de Agosto del 2020
{{Imagen.Descripcion}} A la derecha de la imagen se puede ver la antigua picota o rollo.  Estamos en el final de la actual calle Socuéllamos A la derecha de la imagen se puede ver la antigua picota o rollo. Estamos en el final de la actual calle Socuéllamos

A principio del siglo XX (en concreto en agosto de 1904), en la prestigiosa revista madrileña “La Ilustración Española y Americana” que se editó entre 1869 y 1921  coinciden una serie de artículos periodísticos; temas diversos para satisfacer los gustos de los lectores:  “el ferrocarril subterráneo de Nueva York, la guerra ruso-japonesa, los progresos de El Tomelloso, las reliquias de San José de Calasanz, las artes decorativas, el banquete de alcaldes en Barcelona y los sepulcros de la reina Victoria y del rey Alberto de Inglaterra” constituían un completísimo y variado sumario[1].

En la selección de temas vemos el titulado “Los progresos de El Tomelloso” que lleva la firma del madrileño periodística Enrique Serrano Fatigati. Fue éste un afamado personaje de la época que además de escribir artículos en diferentes medios compartía actividad como catedrático de física y química,​ ingeniero​ y naturalista; siendo además el fundador y presidente de la denominada Sociedad Española de Excursiones con carácter científico[2].

En el documento se traza una línea interesantísima sobre el desarrollo de la población tomellosera y de su riqueza, convirtiéndose en un informe magnífico para conocer la idiosincrasia del lugar a comienzos del siglo XX. El autor empieza definiendo la localidad como uno de los “focos de civilización castellana que pudiera servir de espejo a la región” y sigue con una profusión de datos sugestivos sobre la localidad y como se estaba convirtiendo en un referente económico:

“…Habitantes, productos y organización del trabajo, relaciones económicas y sociales. progreso positivo y transformación gradual de sus industrias; todos y cada uno de los elementos de vida llevan impresos en el activo y simpático pueblo un sello propio, debido, quizás, en parte, al aislamiento en que durante largos años ha vivido, y en parte, también, á cualidades personalísimas de sus moradores. Estas virtudes, antes ocultas, han germinado con rapidez inusitada en los últimos tiempos, dándoles energía, excepcional importancia y gran riqueza.

Por los años de 1886 al 87 contaba El Tomelloso con once mil habitantes: desde 1902 ha podido figurar ya en las estadísticas con la cifra de diez y ocho mil; y basta ejecutar los cálcalos aritméticos más elementales, para ver que, progresando de este modo, llegará á duplicarse su vecindario en veinticinco años… Los que hace ya bastantes años se preocupaban de las relaciones entre el incremento del número de individuos humanos en cada comarca, y el aumento paralelo o no de las subsistencias,  hubieran hallado una influencia consoladora en los datos referentes a El Tomelloso, donde la riqueza crece más deprisa que la población. En el período susodicho pasó desde la posesión de once millones de cepas, a la de veinticinco millones, y proporcionalmente se desplegaron también en los mismos años otros ramos de producción, cubriendo aquéllas de verdes hojas superficies antes terrosas, y transformando éstos en fabricas y almacenes muchas de las viviendas antiguas de pacíficos gañanes. De la sencillez de la vida agrícola primitiva en campos de pan llevar, muy plácida en la apariencia y muy miserable en el fondo, se ha pasado allí rápidamente, por la iniciativa fecunda de determinados individuos, a la agitación nerviosa de la industria, terror del degenerado o del dormido, ambiente en que respira a plenos pulmones el que conserva intactas sus facultades de cuerpo y alma”.

Y pese al reconocimiento al progreso desarrollado por el pueblo, no falta esa vista atrás para ver que no hay avance sin trompicones ni crecimiento sin amenazas:

“Debe sospecharse que la victoria no se habrá obtenido sin bajas de los que calcularon mal sus negocios y dolor de los que perdieron en la contienda, primero su capital, y luego, en el silencio, su vida; y esta ruina de los unos acredita el valor de los afortunados que resultaron vencedores, exponiendo también su capital en aventuras de cuyos peligros no se dan cuenta las gentes distraídas. En la industria y en la guerra se fortalece y mejora la comunidad humana, nutriéndose los triunfos generales con el darlo y el luto de algunos individuos; y el día en que el perfeccionamiento moral y físico sea el único fin perseguido por los pueblos, habrá justas loas para los que crean en ellos nuevos órdenes de trabajo y les dan en la alta esfera de la investigación científica, en el amplio campo de la producción y del comercio, enorme incremento do bienestar y atenuación positiva de la fatiga personal del obrero”.

Y tras citar a algunos de los grandes propietarios de Tomelloso, se cierra el artículo con un elogio sumamente poético a la transformación económica de la localidad:

“El polvo que envuelve las eras de las aldeas consagradas por completo al cultivo de las avenas, cebadas y trigos, se ha convertido ya en el Tomelloso en humo desprendido de las altas chimeneas. Aquél ciega e impide ver claro lo que se arrastra al nivel del suelo. Éste sube, se difunde en la atmósfera, acusa desde lejos la actividad de los hombres enérgicos y los hechos de los creadores de la fuerza nacional, y, arrastrado por el viento en espirales, vellones ó caprichosas formas, despierta á distancia, en la fantasía de los individuos mejor predispuestos, ensueños de noble ambición, poniendo en su pensamiento el ideal de nuevas producciones que ha de realizarse pronto tarde en los demás pueblos”.

Pero al hecho de tener un referente periodístico de las transformaciones económicas que se producían en Tomelloso el artículo es un fascinante recorrido gráfico de algunos lugares de la localidad a comienzos del siglo XX.

Estas imágenes y descripciones nos muestran, hace casi 120 años, a un Tomelloso esperanzado. En los tiempos que corren donde, por desgracia, la desazón e inquietud se apoderan en ocasiones de nuestro presente qué mejor que echar la vista atrás para conocer episodios de una historia que debe de insuflarnos la energía necesaria para mirar al futuro sin miedo y manteniendo las expectativas de que una sociedad mejor es posible. Grupo de obreros: 

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 Una calle de la localidad:

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 El Hospital-Asilo:

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 Jardín y destilería de Espinosa Serrano:

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Que el espíritu de esas “gentes de Tomelloso” reflejado hace exactamente un siglo no se pierda en el fragor de luchas intestinas, y que el esfuerzo de todos siga haciendo que este lugar sea reflejo patente de una idiosincrasia tan propia que durante generaciones lo ha convertido en una localidad tan interesante y única.


[1] LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA,  30/08/194, nº XXII, p. 123.

[2] REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, Biografías.

[Recurso en línea http://dbe.rah.es/biografias/8163/enrique-serrano-fatigati] 

[3] ANTEQUERA AZPIRI, Pedro. “Tipos de la Mancha”. El Pueblo Manchego, Diario de Información. Ciudad Real;  15 agosto 1920; número extraordinario, p. 36.

 

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