Recalamos en la cueva de Isabel Lara, una hermosa construcción ubicada en la calle Oriente que antes perteneció a la familia de los Pinillas. Está construida en paralelo a la línea de fachada y contiene elementos que la distinguen de muchas otras, sobre todo un precioso arco polilobulado en madera que es una auténtica preciosidad. Presenta un perfecto torneado y está muy bien conservado, sin duda, porque le favorece la ventilación cruzada de la cueva y la buena materia prima utilizada.
La escalera por la que bajamos es de construcción más reciente y también se conserva la escalera primitiva. Ambas son rectas y largas, abovedadas en medio punto y con paredes encaladas. En la nueva, a mitad de trayecto aparece la contramina que describe un curioso recoveco para comunicar las dos escaleras y se forma un pequeño laberinto que le da también mucho atractivo
Pisamos suelo y nos sorprende el magnífico estado de conservación de una cueva que alberga diecinueve tinajas de cemento, pintadas en sanguina, pero construidas en distintas épocas. Las primeras, de 350 arrobas, se construyeron alrededor de 1920, y tratan de imitar a las tinajas de barro con el color y una base más estrecha. Otro grupo de tinajas, de 400 arrobas, se hicieron en los años 30 y las mayores, de 500 arrobas, se construyeron en los primeros años 40.
El balaustre, que parece que se hubiera hecho ayer de lo bien conservado que está, cambia su dibujo en el último tramo y está unido con un puente que da una bonita visión del conjunto de la cueva. José María Diaz reconoce la mano de su padre en la construcción de las tinajas, en esas molduras que tanto gustaba de hacer. “Estas tinajas las hizo cuando estaba aprendiendo el oficio y se nota porque están menos parejas y menos perfeccionadas que las que haría después con su reconocido estilo”, subraya.
Las tinajas presentan agujeros con tres niveles, otro elemento que revela la edad de una cueva centenaria, porque más adelante en las tinajas solo se harían dos agujeros. Están unidas por rabos lisos y alguna de ellas todavía conserva la tapa de anea. Mirando al techo vemos el empotrado, también en perfecto estado y decorado en algunos tramos con plafones. El techo aparece en la tosca pura y esta horadado por dos lumbreras con desgarre piramidal. En sus extremos forma una especie de caña.
Hay un cierto olor a humedad, pero es por las últimas lluvias. La cueva mide 17 metros de largo, 6 de ancho y tiene una altura hasta el techo de tosca, de 4,70 y hasta la calle 7,50. Resulta curioso visitar una cueva que no está debajo de una casa. La casa se derribó y la cueva quedó en medio de un solar grande. José María espera que los propietarios tengan a bien enseñarla en esa ruta de cuevas que ya hay Tomelloso.
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