Lo sucedido con Ciudadanos, formación que años atrás levantó grandes expectativas y formó parte de muchos gobiernos en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, agudiza una especie de tragedia griega en el centro político español.  Formaciones como la UCD de Suárez, el CDS que también lideró el político abulense; el Partido Reformista de Roca que tan efímera vida tuvo, el proyecto UPyD que fundara Rosa Diez y ahora Ciudadanos han seguido una trayectoria muy parecida: generación de grandes expectativas cuando surgen, resultados notables en  las primeras elecciones a las que concurren, paulatina pérdida de apoyo del electorado y desaparición.

Ya hubo un precedente en la España del siglo XIX. La Unión Liberal que fundara O´Donnell a mediados del XIX y al que se reprochó no contar con el cuajo de una ideología concreta.  Tal reproche también se hace en la actualidad a partidos de centro que, según  los expertos y analistas políticos, también suelen pagar un caro peaje por sus cambios de opinión, el hecho de no contar con un espectro social que le sirva de soporte o la dificultad de sobrevivir en una sociedad altamente polarizada donde los extremos ganan terreno o su difícil encaje en sistemas de grandes partidos que siempre aluden al llamado voto útil. Y con una base social heterogenea, los partidos de centro están condenados a desgartarse con sus políticas o decisiones. Si viran a la izquierda, provocarán el descontento de sus bases más conservadoras, si lo hacen a la izquierda, se sentirán molestos los sectores más progresistas.

Sin embargo, viendo el devenir actual de la política se echará en falta a estos partidos bisagra que ayudan a la gobernabilidad de las instituciones y que pueden desatascar las crecientes situaciones de tensión que se producen. Suele decirse que el gran error de Ciudadanos fue no aceptar aquel pacto de gobierno que le formuló el PSOE y que desembocó en la dimisión de su líder, Albert Rivera. Pudiera ser, pero en cualquier caso de haber aceptado no se habría encajado de igual manera en todos los sectores de la formación.

No deja de ser una paradoja que los grandes partidos pugnen por el espacio político del centro, que viene a ser el decantador de las resultados electorales, y que los partidos de centro se vayan hundiendo gradualmente. Pero los tiempos actuales, de demasiada refriega y confrontación, demuestran que sería saludable que las opciones centristas tuvieran su espacio y no cayeran en esta durísima tragedia griega que les lleva del éxito al fracaso en tan corto periodo de tiempo.